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  Canallas  Dirigida por Daniel Guzmán
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Joaquín, Brujo y Luismi, tres canallas de barrio, vuelven a encontrarse después de veinte años. Brujo y Luismi siguen sin oficio, pero con algún que otro beneficio, mientras que Joaquín se ha convertido en un importante y reconocido empresario. O eso cree él. A sus 47 primaveras sigue viviendo en Orcasitas en casa de Esther, su madre, junto a Brenda, su hija, campeona de yo-yo, y Chema, su hermano, soldador y maestro Wing Chun. Joaquín vive en un 9ºB a nueve pisos de su realidad.

Con el único traje que tiene, que se pone los trescientos sesenta y cinco días del año, y su maletín vacío, Joaquín intenta día a día cumplir su sueño: ser rico. Pero sus grandes operaciones empresariales apenas le dan para comprar tabaco, poner gasolina a su Opel Corsa del 92 y echar la quiniela.

La vida de Joaquín y la de su familia funciona más o menos mal hasta que un día funciona peor y reciben la notificación del juzgado informándoles del embargo de la casa por un préstamo de Joaquín que Esther avaló. Joaquín intentará conseguir el dinero necesario para evitar el desahucio, pero las brillantes ideas de Brujo y Luismi acabarán hundiendo a Joaquín aún más en la miseria. Los tres amigos iniciarán una aventura desesperada arrastrando a toda la familia.


Los personajes

Joaquín González (Él mismo)
Cuarenta y seis años, peculiar y diferente. Superdotado para algunos, inútil para casi todos. Todo un personaje.

Joaquín vivió su época de esplendor entre los catorce y los dieciocho años. A partir de esa fecha, ha ido en picado. Y no solo físicamente. El rubio de pelo largo que triunfaba entre las chicas de su barrio y de la costa mediterránea ahora es un tipo redondo, lo que viene a ser gordo, con pelo solo en las orejas y en la parte trasera de la cabeza y con apenas tres dientes. Los ojos azules es lo único que conserva y tiene el "don" de que todo lo que hace o dice provoca la risa de los que le rodean.

Joaquín es un figura, un buscavidas, un caradura, un don nadie o, quizás, un grande que lleva cuarenta años sin dar un palo al agua. Un mentiroso compulsivo que fabrica una realidad paralela como mecanismo de supervivencia, un paria con gran humanidad.

Joaquín intenta salir adelante, día a día, cerrando importantes operaciones mercantiles, pero siempre se queda en el intento. Es un lazarillo del siglo XXI, un superviviente que hace de la mentira y la picaresca su medio de vida. Como dice su madre, "mi hijo es muy mentiroso, pero es muy buena persona".

Luismi (Luis Tosar) y Brujo (Daniel Guzmán)
Los únicos amigos de Joaquín, por llamarles de alguna manera. Si tuviera más amigos como ellos, hace tiempo que habría dejado este mundo. Luismi y Brujo no se pueden describir por separado, siempre van juntos. Canallas y perversos, tienen un único objetivo vital: reírse de todo lo que les rodea. Dos personajes auténticos y atemporales.

Luismi vive de su pensión de invalidez (cojea ligeramente, poco más) y del sobresueldo que le proporciona la dudosa gestión de presidente de su comunidad. Luismi tiene una capacidad innata desde su nacimiento: sacar dinero de debajo de las piedras y sacar la mano a paseo con facilidad. Brujo tiene una agilidad mental sorprendente y un sentido del humor rápido y corrosivo. Al igual que Joaquín, hasta la fecha todavía no ha trabajado. Bueno, sí, un día, porque su madre le consiguió un trabajo de acomodador en el Teatro Español, pero como no encontraba sitio para aparcar se volvió a casa. Brujo vive de lo que consigue de aquí y de allá. A diferencia de Joaquín, conoce a todo el mundo y consigue lo que quiere. Su especialidad: artículos electrónicos, móviles y material de informática a mitad de precio.

Luismi y Brujo disponen de lo más valioso: tiempo. Y la mejor manera de disfrutar de este activo es reírse. Para cumplir su objetivo vital intentan pasar el mayor tiempo posible con Joaquín. Un día sin reírse es un día perdido y Joaquín les hace disfrutar a todas horas. Luismi y Brujo son dos desalmados que no tienen límite, pero cuando hay que estar, están. Sobre todo, para reírse y, ya de paso, utilizar a su amigo Joaquín para sacar algún beneficio económico.

Esther (Esther Álvarez)
Madre de Joaquín, setenta y cinco años y topacio, "un ojo aquí y otro en el espacio". Esther es una prolongación del sillón de masajes del comedor de su casa. Siempre está sentada con las piernas levantadas por motivos de circulación. O quizás no los tenga, pero el caso es que siempre está sentada con las piernas levantadas. Habla dos tonos por encima del resto de los mortales producto de su sordera. Tal vez por eso Joaquín y Esther se comunican a gritos.

No solo los hijos aprenden de los padres. Esther ha aprendido a mentir incluso mejor que Joaquín para tapar las mentiras y los líos de su descendiente. Esther podría vivir estupendamente, si no fuera porque tiene que mantener a sus dos hijos y a su nieta con su escasa paga. Se puede dudar de todo en esta vida, pero de que Esther y Joaquín son madre e hijo, no. Esther es Joaquín, pero con pelo (y con un ojo más desviado).

La vida de Esther transcurre de forma "tranquila", dado la familia que tiene, hasta que un día el amor llama a su puerta. Concretamente, hasta que Jacinto, alias "Popeye", aparece en el baile del centro cultural de Orcasitas a los que acude Esther semanalmente. Jacinto, 1.40 de estatura, fotocopia del Popeye de Makinavaja, se convertirá en su príncipe azul, pero su amor será una empresa imposible, no por la falta de atracción sexual mutua, sino por una razón más difícil de solventar...

Brenda (Brenda González)
Hija de Joaquín (según dicen...). Catorce años y un cuarenta y dos de pie. Mulata, 1.80 de estatura. Según Joaquín, Brenda es producto de un "noviazgo" brasileño de una noche, pero la realidad es que padre e hija no se parecen ni en las uñas de los pies. Brenda es tan buena que solo mirarla enternece. O quizá, enternezca el conocer su historia. Su madre, Dilma, la tuvo en España y regresó a Brasil. Hasta hoy.

Brenda tiene una mente privilegiada, aprueba todo con matrícula de honor y sin estudiar. Si realmente Brenda es hija de Joaquín (teoría más que remota), esto plantearía dudas más que metafísicas sobre el verdadero coeficiente intelectual de su padre y, por consiguiente, su supuesta descendencia parental. Vamos, que "padre" e "hija" no tienen ningún parecido ni interior ni exteriormente.

Brenda quiere ser astronauta. Quizá para escapar de su infierno familiar lo más lejos posible. Objetivo complicado, no por la dificultad del asunto, sino porque su padre está empeñado en que deje de estudiar para que se convierta en campeona del mundo de yo-yo y así poder llevarla a todos los programas de la tele y hacer de ella alguien importante. Joaquín lo tiene todo pensado: primero Brenda tendrá que adelgazar para conseguir un espónsor y, a partir del primer contrato, vendrá todo rodado.

Entre la destreza de Brenda con el yo-yo y la bondad de hacer feliz a su padre, su sueño se perderá en el espacio.

Chema (Chema González)
El último de los González, hermano pequeño de Joaquín. Lo único que el tiempo ha respetado en el parecido de los hermanos es el color de los ojos. Chema, o Chemita, mantiene el pelo de la cabeza y es de complexión fibrosa, igualito que Joaquín...

Soldador profesional, es introvertido y apenas habla, pero cuando lo hace sube el pan. Su mayor ilusión sería irse de casa y perder de vista a su familia, pero las circunstancias laborales no ayudan. Las pocas veces que se ve a Chemita por casa es practicando Wing Chun, una disciplina marcial que combina el kung fú con el yoga y no puede utilizar en la calle por su efecto mortal. Ni siquiera lo hizo el día que su compañero de trabajo le puso la cara como un pan. Y no porque no quisiera, sino porque no vio venir la primera patada y despertó a la hora sin saber dónde estaba.

Chema es el típico chaval que no se mete con nadie, pero si un día te enteras de que ha matado a quince personas con una catana no te extraña.

Jacinto "Popeye" (Víctor Ruiz)
Un pequeño gran hombre de 1.40 y unos sesenta años (al ser tan pequeño cuesta calcular su edad real). Jacinto tiene más horas de vuelo que un Boeing 747. Pasó una larga temporada a la sombra por robar un cassette en tiempos de Franco. Está curtido como sus hurones, con los que caza conejos y vende en las carnicerías, y por las noches cuida un local-discoteca donde se organizan eventos. Además, ocupa sus horas libres haciendo todo tipo de esculturas con palillos de dientes. Obras mayores con materiales menores. Un paralelismo de su persona y su vida.

Jacinto se mueve en moto. Concretamente, en una réplica de una de alta cilindrada hecha a escala. A su escala. Joaquín y Jacinto están en conflicto permanente porque Joaquín no acepta la fotocopia del "Popeye" de Makinavaja como pareja de su madre. Jacinto es un buen tipo y está solo en la vida. Apenas tiene amigos. Muy generoso y necesitado de calor humano, su monótona vida se tiñe de color al contemplar por primera vez a su divinidad, Esther. Desde ese día, recupera la ilusión de vivir y parece haber crecido diez centímetros. Hasta que miras al suelo y ves que es producto de sus nuevos botines.