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  El amor de Andrea  Dirigida por Manuel Martín Cuenca
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Manuel Martín Cuenca sitúa en Cádiz el largometraje EL AMOR DE ANDREA, escrito junto a Lola Mayo ('La mujer sin piano', 'Lo que sé de Lola'). La película, producida por La Loma Blanca y LAZONA, se rueda íntegramente en la provincia de Cádiz, donde también tuvo lugar un largo proceso de casting para encontrar a los intérpretes de la película. Tras más de 12 meses, en los que el equipo vió a más de 4800 personas, todos los participantes de la película se ponen por primera vez delante de una cámara en EL AMOR DE ANDREA.

Después de 4 semanas de ensayos, la película comenzó a rodarse en orden cronológico sin que los actores conocieran el guion, por lo que van descubriendo la historia a medida que la filman.

En palabras del director, Manuel Martín Cuenca, "El amor de Andrea es una película sobre el amor y la familia contada en un tono liviano y fluido, con una puesta en escena sencilla. La protagonista reivindica su derecho a que se oiga su voz".

Manuel Martin Cuenca es uno de los directores más prestigiosos y reconocidos del cine actual. Tras varios cortometrajes y documentales debuta en la ficción con LA FLAQUEZA DEL BOLCHEVIQUE (por la que obtuvo dos nominaciones a los premios Goya), a la que seguirán MALAS TEMPORADAS, LA MITAD DE OSCAR, CANÍBAL (que recibió ocho nominaciones a los premios Goya), EL AUTOR (con nueve nominaciones a los premios Goya, de las que ganó dos, y el Gran Premio FIPRESCI de la Crítica en el Festival de Toronto) y LA HIJA (por la que fue nominada a dos Premios Goya). Sus películas han sido presentadas en numerosos festivales internacionales.

EL AMOR DE ANDREA es una producción de LA LOMA BLANCA PC, LAZONA y El amor de Andrea AIE, en coproducción con ALEBRIJE CINE Y VIDEO que cuenta con la participación de RTVE y Canal Sur Radio y Televisión, la financiación de ICAA- Gobierno de España y el apoyo de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales.


NOTAS DE PRODUCCIÓN
"El amor de Andrea" se ha rodado durante 8 semanas íntegramente en la Bahía de Cádiz. La estación de otoño ha permitido filmar una naturaleza impactante en la que el viento, el mar y la luz atlántica se han hecho presentes con toda su belleza cinematográfica. Ya es habitual ver a Manuel Martín Cuenca retratar escenarios naturales que se convierten en un personaje más de sus películas.

En esta ocasión se ha apostado por un reparto desconocido y en algunos casos debutante tras un casting de un año en el que el propio director y su equipo han visto a casi 5.000 personas. Encontrar a Andrea y sus hermanos se planteaba como un reto. Dar con una adolescente capaz de llevar el peso de la historia y de entender e interpretar a Andrea no era fácil. Y tampoco encontrar a dos niños con la ternura y la fuerza de Tomás y Fidel y al actor perfecto para dar vida a Abel y transmitir la sensibilidad de este personaje. Por otro lado, la química entre el elenco protagonista era fundamental. Se han llevado a cabo pruebas individuales y grupales en institutos, colegios y asociaciones en la Bahía de Cádiz durante meses. A lo largo de este proceso el equipo ha hablado con muchos menores que han compartido sus inquietudes y vivencias. Con ellas se han perfilado a los personajes más jóvenes de la película. Para el mundo de los adultos, el padre y la madre de Andrea, se ha querido apostar por actores desconocidos por el gran público, pero con experiencia y sobre todo con talento.

Protagonizada por la joven Lupe Mateo Barredo en el papel de Andrea, completan el reparto Fidel Sierra, Cayetano Rodríguez Anglada, Agustín Domínguez, Irka Lugo, Jesús Ortiz, Inés Amieva y José M. Verdulla Otero.

La decisión de rodar en orden cronológico marcó el diseño de producción, la logística y organización se ponían al servicio de la historia. Se optó por elegir un equipo pequeño y flexible para poder adaptarse a los múltiples cambios de localización que tenían que hacerse. Se diseñó un rodaje sostenible, minimizando el uso de vehículos y maquinaria e implantando medidas que han ayudado a reducir la huella de carbono y el impacto del rodaje en el medio ambiente, como contratar proveedores de energía 100% renovable, promover el uso de bicicletas por parte del equipo, eliminar viajes en avión o la compra de productos más sostenibles.

Contar con un equipo pequeño era importante para poder llevar a cabo este proyecto tal y como había sido ideado. La premisa era que los niños se sintiesen cómodos, convertir el rodaje en una especie de juego. Ninguno de los actores o actrices conocían el guion, los miembros del equipo no podían hablar sobre las secuencias que se iban a rodar más adelante si estaban presentes. La complicidad del equipo era clave para que los actores fuesen encontrándose con la historia paso a paso. El equipo de dirección entregaba separatas a cada actriz y a cada actor con las secuencias que se rodaban cada día y en muchas ocasiones no conocían la réplica de los otros personajes.

Rodar una película como "El amor de Andrea" de una manera tan libre, en orden cronológico, con actores que no conocían el guion, con un planteamiento sostenible y con un equipo que ha trabajado día a día a disposición de la historia, ha sido un privilegio.


NOTAS DEL DIRECTOR (Manuel Martín Cuenca)
Me encontré con el germen de esta historia hace algunos años, en una conversación con Lola Mayo, mi coguionista, con la que tenía muchas ganas de trabajar. ¿Se puede demandar el amor? Incluso cuando se está hablando de la propia familia, de un padre o una madre. Creo que no hay nada más complicado que las relaciones familiares. Se supone que deben dotarnos, en nuestra infancia, de las herramientas emocionales que nos van a servir para toda la vida, pero no siempre lo hacen y, en muchas ocasiones, suponen un lastre insuperable. Los niños son inocentes, pero en su territorio se libran las batallas de los adultos. El rechazo, la falta de afecto, la violencia, la manipulación... tengo la sensación de que los padres, en muchas ocasiones, pretendemos que nuestros hijos sean una prolongación de nosotros mismos, de nuestros deseos e inquietudes, incluso de nuestras guerras. Lo cierto es que los niños quedarán marcados para siempre por la dinámica familiar que hayan encontrado.

Cuando comenzamos este proyecto nos pusimos manos a la obra con la metodología que he desarrollado en mis películas. Primero escogimos un lugar: Cádiz. Luego viajamos a él y comenzamos a imaginar la historia y sus personajes. No concibo la creación de un mundo, aunque sea en la ficción, sin un anclaje físico. La vida no está en el aire, sino en la tierra. Es biológica y orgánica, igual que el cine: una captación del tiempo y el espacio físico, de la forma de los objetos y la piel de los cuerpos. El cine es profundo por epidérmico, porque no pertenece al mundo de las ideas sino al de los sentidos.

Luego, el trabajo de investigación. En las sucesivas fases de escritura, trabajamos con jueces y abogados especializados en asuntos de menores para impregnarnos de la historia que iba surgiendo. Situamos cada personaje en un contexto y un lugar real. También, aprendí mucho sobre los jóvenes en el proceso de casting porque vimos a casi 5.000 personas. Escuchar sus historias es un regalo que nunca podré olvidar. Por supuesto, no entiendo el cine en términos sociales ni costumbristas ni naturalistas. El cine es una representación que puede parecer real pero que transciende a lo real. Es el espejo del deseo y la imaginación, lo más profundo del ser humano.

Andrea fue el nombre de nuestra protagonista desde un primer momento. Un nombre con connotaciones familiares para mí. Quizás el de una hija que no tuve y que ahora surge en la ficción. Nunca he sabido cómo son realmente los personajes hasta que los encuentro: en la labor de escritura, en el casting, en el rodaje y, finalmente, en el montaje. Los personajes no existen hasta que no se produce su encarnación y toda idea preconcebida sobre ellos los lastra y los convierte en clichés.

Para mí la labor de dirección de actores es como la de un padre que trata de educar a sus hijos en libertad, guiándoles y ayudándoles para que sean ellos mismos los que encuentren lo que son o lo que quieren ser. El cuerpo y el inconsciente de los actores y actrices es el que construye el personaje. Yo estoy ahí solo para acompañarlos.

Por supuesto, también está lo que quería contar, o lo que he descubierto en el camino que he querido contar. Por ejemplo, que la familia debe ser confrontada y redefinida, que los afectos que importan son los que se entregan con generosidad y no los que se demandan e imponen; y que, en muchos casos, las familias son el origen de nuestros malestares más profundos. Andrea debía enfrentarse a todo esto y, por tanto, ser una heroína; no una chica aplastada por la dinámica familiar, sino una chica que la desafiara. Tenía que ser más valiente que los adultos que la rodeaban.

Esta película reivindica a los jóvenes. Reniega de ese cine que los retrata como perturbados mentales, empantanados en su dolor y en su narcisismo. No trata sobre jóvenes que se drogan o se autolesionan sino sobre aquellos que son más maduros que los adultos, que se preocupan por los afectos y que muestran su generosidad y apartan su egoísmo; y, sobre todo, que están heridos pero no quieren ser víctimas. Alguien podría decir que este tipo de juventud no existe. Yo creo que sí, y que son mayoría.

En cuanto al trabajo con los actores, especialmente con los jóvenes, fue realizado para rendirles tributo. Me puse al servicio, como director, de ellos para que pudieran encontrar su personaje, buceando en sí mismos, dejándose llevar por lo que surgiera. Lupe fue el caso más ejemplar de este proceso. Desde el primer momento en que la vi, en el primer casting, me fascinó el magnetismo que transmitía. Su historia personal no tiene nada que ver con la historia de Andrea, pero su capacidad para empatizar con las situaciones y desafíos de Andrea era prodigiosa. Para mí eso es ser una gran actriz. No tiene nada que ver con la experiencia que tengas o la técnica que hayas desarrollado, sino con la empatía que seas capaz de generar con tu personaje.

El resultado de todo este proceso lo puedo resumir en un momento. La segunda semana de rodaje, mientras rodaba la escena en la que los tres hermanos veían al padre después de mucho tiempo, me eché a llorar durante la toma. Sentí que habían encontrado el corazón de la película y que me lo estaban regalando a mí como director. El largo camino de escritura de guion e investigación, el proceso de casting de un año y los ensayos previos al rodaje, unidos a los tropezones y torpezas que habían surgido, inevitablemente, en los primeros días de filmación, cobraban, de repente, sentido. Los tres estaban allí, delante de un padre imaginario y, sin embargo, habían conseguido olvidarse del artificio del cine. Parecían estar delante de su propio padre, como si fuera su verdadera vida. Desde ese momento, el rodaje fue sencillo, hermoso y fructífero; y yo solo tuve que dejarme llevar.

He tratado de simplificar la técnica de rodaje para que todo esté al servicio de la historia y los actores. Hemos rodado con luz natural, en orden cronológico, con un equipo pequeño y sin ningún artificio ni artilugio. Como director siempre busco la transparencia, más aún en esta película.

Si existe el estilo, este debe surgir; nunca ser impuesto.

Dirigir niños y adolescentes ha sido una experiencia emocionante. El clima que se ha creado y la confianza que ha surgido entre nosotros me ha motivado de una manera extraordinaria. Rodar de forma cronológica, provocando que los actores y actrices solo conocieran el mismo día de rodaje lo que les estaba ocurriendo, ha supuesto una experiencia increíble para todos, especialmente para Lupe, la actriz que hacía el papel de Andrea, a la que he visto cada día impregnarse en la piel de su personaje hasta hacerlo totalmente suyo.

Siempre he tratado de trabajar con un alto nivel de incertidumbre. Me gusta aceptar retos y vivir empapado de la intuición y la búsqueda. En esta película he tratado de huir de toda racionalización y me he alejado del formalismo más evidente. El estilo de "El amor de Andrea" es transparente y sencillo. Huye de toda puesta en escena elaborada. No hay ni siquiera un solo travelling y todos los movimientos se han resuelto con panorámicas. He tratado de ahondar en la profundidad de la sencillez, usando la luz natural, sin apoyos lumínicos, cuidando cada detalle pero dejándolos mezclarse al azar cuando rodábamos.

"El amor de Andrea" supone para mí el surgimiento de una nueva etapa como cineasta, que espero que pueda ser fructífera. Lo que espero de "El amor de Andrea" es que el público se siente y vea un trocito de la vida de estos niños. Creo que, más allá de la trama, lo más fascinante es verlos pasear, jugar, comer, charlar, mirar... porque para mí la película está ahí, en el retrato de esos niños que simplemente dicen la verdad y no mienten.


LUPE MATEO BARREDO es ANDREA
En el reparto de la película destaca Lupe Mateo Barredo como su protagonista, Andrea: "Soy una persona muy empática pero Manuel ha hecho un gran trabajo para que Andrea y yo fuéramos la misma persona. Lupe se adaptó a Andrea pero Andrea también se adaptó un poco a Lupe", reconoce la joven que, con "El amor de Andrea", debuta como actriz. También destaca que "ha sido muy interesante el método de rodaje de manera cronológica, sin conocer el guion entero y descubriendo cada día lo que iba a suceder".

En relación al universo particular de Andrea, Lupe explica que "el personaje tiene una situación en su familia que le hace ser mucho más madura, tiene que hacer de madre para sus hermanos, ir mucho más allá de una hermana mayor. Andrea se enfrenta a una situación familiar complicada basada en el engaño y ella quiere ir en busca de la verdad y del cariño de su padre. Su verdadera familia son sus hermanos y su amigo Abel, mucho más que sus padres".

Para afrontar las temáticas que plantea "El amor de Andrea", Lupe afirma que "he tratado de entender sus problemas como si fueran míos, empatizando en todo momento con Andrea, hasta el extremo de que si ella ese día estaba triste, yo también lo estaba. O si a ella en el rodaje le pasaba algo alegre, yo también estaba más contenta. Eso es empatizar, vivir con los ojos de Andrea".

Con respecto a la experiencia de rodar con Manuel Martín Cuenca subraya que "Manuel me ha dado la mano en toda esta experiencia y ha estado en todo momento apoyándome. Siempre voy a recordar la oportunidad que me ha dado, que confiara en mí y que supiera ver en mí mucho más allá que una estudiante de 15 años que jamás había hecho nada de cine. Por su manera de ser, creo que es el director perfecto para llevar a gente que debuta en el cine. Creo que es una persona muy valiente por realizar proyectos como este en el que actores y actrices nos ponemos por primera vez delante de las cámaras".


VETUSTA MORLA sobre la BANDA SONORA ORIGINAL de "EL AMOR DE ANDREA"
"El amor de Andrea" ha sido nuestra segunda banda sonora junto a Manuel Martín Cuenca. Si bien "La Hija" fue un reto formal que nos llevó a construir música con elementos diegéticos, ambientes y diferentes procesos del sonido, con "El amor de Andrea", Manuel nos ha empujado hacia lo nuclear, la música que sale de los dedos y huele a calle.

La película, rodada en cuatro tercios y centrada fundamentalmente en Andrea y su entorno más personal, pedía a gritos huir de cualquier suerte de ornamento y buscar todo en la raíz de ese pequeño mundo adolescente. Ese viaje nos llevó a conocer a Andrea y también a su ciudad, Cádiz. Tras leer el guion, el equipo nos invitó al rodaje, en unas jornadas de inmersión en una ciudad que conocíamos más asociada a los meses veraniegos pero que nos sorprendió con su luz de invierno y sus cruces de caminos. El objetivo no era hacer música gaditana, para lo que, evidentemente, no estaríamos preparados, sino utilizar los ingredientes que acompañaban a Andrea en su lucha iniciática. El sobrecogimiento de la música de Semana Santa, la alegría y acidez de las chirigotas, comparsas y murgas. Tuvimos el privilegio de acompañar a agrupaciones que nos abrieron las puertas de sus ensayos para el Carnaval y vivir de primera mano el fervor y profesionalidad con el que trabajan durante meses. Pero además de lo que pudimos ver y escuchar, descubrimos que en Cádiz sobrevolaba algo que iba más allá de sus paredes y tenía que ver con sus historias, las de ida y vuelta al otro lado del Océano, con el imaginario de lo que está más allá de sus callejuelas y su Caleta. En ese terreno indefinido, donde manda la imaginación y la nostalgia dulce de un pasado de cuento de piratas mezclada con lo que está por llegar, es donde decidimos empezar a construir.

Tras este trabajo de campo decidimos que la banda sonora utilizaría instrumentos no amplificables, dejando el terreno de las cuerdas para instrumentos acústicos de poco tamaño y escala corta y el de la percusión para golpes y sonidos extraídos de la propia película: las horquillas de Semana Santa, percusión en ventanas y escaleras, tamboras, bombos verticales o panderetas. Después complementamos esa tímbrica esencialista con los sonidos de los vientos madera, instrumentos que tienen la inaudita capacidad de aunar en su carácter la procesión sacra y el desfile carnavalesco, la taberna y el altar. Para ello contamos con un músico que sabe cómo nadie caminar por esas cuerdas flojas, Miguel Malla, quien no sólo ha trabajado ya en películas de David Serrano, Juan Cavestany o Ángeles González-Sinde sino que, además ha sido parte de formaciones como Mastretta o Racalmuto.

Como una flor que se deshoja al revés, lo primero que compusimos fue la canción principal "El amor de Andrea", desde ahí fuimos desgranando los pasajes que iban a acompañar a Andrea en su relación con el mundo y descubrimos que la música debía estar presente solo en las escenas en las que la niña soñaba y construía las fronteras de su propio mundo. La mirada femenina tenía tanto peso en la película que nos parecía casi obligado invitar a una voz femenina a llevar las riendas de la canción. Y fue Valeria Castro nuestra mejor compañera posible. Ella supo entender el universo que pedía la película desde el primer momento y nos ayudó a terminar de darle forma a una canción que creció y fue volando tras su aportación.

Trabajar de nuevo con Manuel ha sido un regalo. Por invitarnos a seguir a Andrea en su alumbramiento y participar en ese proceso de convertir las palabras de un guion en lo físico de una película. Es un director tremendamente intuitivo que nos ha ido dirigiendo como si fuéramos un personaje más, con instinto y seguridad, desde el único faro que brinda la luz de la película y sus emociones. Es un maestro en esa faceta, quedarse con lo esencial y saber llegar a ello. Y ese ha sido nuestro reto, acompañarle a él y a Andrea y su familia en el camino. Ojalá lo hayamos conseguido.


MANUEL MARTÍN CUENCA sobre VETUSTA MORLA
Es la segunda vez que trabajo con Vetusta Morla. La primera fue porque creía que su sonido podía aportar a la película, "La Hija", la atmósfera que estaba buscando. La segunda porque había descubierto lo grandes compositores que son, más allá de sus canciones, y la versatilidad con la que pueden trabajar. Así que me propuse empujarlos, sin que se desvirtuara su creatividad, al universo que me pedía "El amor de Andrea". Una banda sonora orgánica, con recuerdos de la música de ida y vuelta; un sonido con aire andaluz pero abierto a influencias de la música de puerto del mediterráneo. Una banda sonora tierna y sencilla.

Empezamos tratando de identificar los sonidos que provenían del rodaje de la película: el viento, los pájaros, la percusión de los elementos orgánicos del decorado; y buscando referencias que nos marcaran un camino. El resto ha sido prueba y error, el único método del que me fío, alejado de las estratagemas intelectuales, y en el que uno nunca sabe a ciencia cierta con qué se va a encontrar. El descubrimiento como faro de navegación.

No imagino a nadie que pudiera haber hecho una música igual: profunda y epidérmica, sencilla y contundente. Un canto a la vida y a la valentía de la niña protagonista de la historia. Y una canción "El amor de Andrea", producto de la colaboración de Vetusta Morla con Valeria Castro, que es el corazón y la médula de la protagonista.

Para mí, trabajar con ellos, ha sido, sobre todo, un goce. Estoy orgulloso del resultado pero, más allá, lo estoy del camino que hemos recorrido juntos. Gracias Vetusta, por haberme acompañado en este viaje tan personal en el que trataba de despojarme de todo lo aprendido y hacer un punto de inflexión en mi carrera como cineasta.