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  Asteroid City  Dirigida por Wes Anderson
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ACERCA DE ASTEROID CITY
1955, el gran suroeste estadounidense. Asteroid City - Población, 87: una cafetería con doce taburetes, una gasolinera con una sola manguera, un motel con diez cabañas, una cabina telefónica y, un poco a las afueras del pueblo, un enorme cráter y un observatorio astronómico. Aquí es donde conocemos a Augie Steenbeck (Jason Schwartzman), Midge Campbell (Scarlett Johansson) y Stanley Zak (Tom Hanks).

No tardaremos en volver a encontrarlos, pero esta vez entre los bastidores de un teatro con los nombres de Jones Hall (Jason Schwartzman) y Mercedes Ford (Scarlett Johansson) junto a otros actores preparando la obra “Asteroid City”. Vemos una obra dentro de una obra que, además, nunca ha sido representada. “En realidad, se ve a una actriz interpretando a una actriz interpretando a una actriz”, dice Wes Anderson. Dos mundos diferentes concebidos por el director y entretejidos para formar uno solo, y llevarnos a las vidas de los personajes y de su creador.

Augie, un fotógrafo de guerra que ha enviudado recientemente, llega con sus tres hijas pequeñas y con Woodrow, su hijo adolescente (Jake Ryan), uno de los premiados jóvenes astrónomos. Este fin de semana se celebra “Asteroid Day” (el Día del Asteroide) para conmemorar el 27 de septiembre de 3007 antes de Cristo, día en que el meteorito de Arid Plains impactó contra la Tierra. También han llegado a Asteroid City Midge Campbell (Scarlett Johansson), estrella de cine, y su hija Dinah (Grace Edwards), una astrónoma junior, con otros tres premiados cadetes del espacio, acompañados por sus padres y sus descubrimientos. Les espera, para darles la bienvenida, el anfitrión de la celebración, Grif Gibson (Jeffrey Wright), general de cinco estrellas nada menos, y la Dra. Hickenlooper (Tilda Swinton).

Pero volvamos atrás durante unos momentos para empezar por el principio, cuando el Presentador (Bryan Cranston), en un estudio de televisión de los años cincuenta, dice: “El programa de esta noche nos llevará entre bambalinas para darnos la oportunidad de ser testigos de primera mano de la creación, de principio a fin, de la nueva obra que se estrenará en los escenarios americanos”. En el Teatro Tarkington, situado en una zona muy similar al famoso Broadway, conocemos al dramaturgo Conrad Earp (Edward Norton) y al reparto, entre el que figuran los protagonistas Jones Hall (Jason Schwartzman) y Mercedes Ford (Scarlett Johansson).

A medida que la pequeña pantalla en blanco y negro cambia a panorámica a todo color, estamos preparados para lanzarnos a toda máquina sentados encima de un tren de mercancías hacia Asteroid City, pero sin olvidar las palabras del Presentador: “Asteroid City no existe. Es un drama imaginario creado expresamente para un programa. Los personajes son inventados, el texto es una mera hipótesis, los acontecimientos una fabricación apócrifa, pero en su conjunto representan de forma fidedigna el funcionamiento interno de una producción teatral moderna”.

ASTEROID CITY, más que cualquier otra película de Wes Anderson, está impregnada de la historia y mitos de dos de los polos de la cultura americana de los cincuenta: el Lejano Oeste y Broadway, cada uno con sus héroes y leyendas. Todavía no ha acabado la época de la expansión hacia el Oeste y la especulación inmobiliaria está en pleno auge adentrándose cada vez más en el desierto. Con un telón de fondo de paranoia de posguerra, secretos nucleares de los que nadie habla y grandes inventos, Estados Unidos empieza a mirar al cielo. Tal vez alguna contribución a la NASA por parte de uno de estos jóvenes astrónomos 15 años después hiciera que el hombre pisara la Luna. En 1955, el mundo de la ingeniería y de la ciencia estaba muy convencido de que cualquier cosa era posible.

Ese sentimiento, el deseo de construir nuevos mundos, también estaba presente en el mundo de las artes. La revolución que había arrancado en los teatros en los años treinta y crecido en los cuarenta, estaba floreciendo en los cincuenta con las obras de Tennessee Williams y actores como James Dean y Marlon Brando. Durante este periodo, estrellas icónicas interpretaron los papeles en famosas obras de teatro y películas basadas en las vidas de personas reales, y por eso cuentan la historia de la América de medidos del siglo pasado. Conocemos a esas personas mientras interpretan la obra “Asteroid City”. Puede que el pueblo esté en medio de la nada, pero es en ASTEROID CITY, la película, donde nos colamos entre bastidores y vemos a los actores interpretando o viviendo, y donde Broadway conoce el Lejano Oeste.

Los personajes nostálgicos pueblan a menudo las películas de Wes Anderson: Richie, Margot y Chas Tenenbaum, que tanto desean conectar con su padre, o los hermanos en busca de su madre en Viaje a Darjeeling. En ASTEROID CITY, Augie Steenbeck debe seguir siendo padre sin la ayuda de su adorada compañera, hacer las paces con su suegro, formar una nueva unidad familiar y, cuando reúna el valor suficiente, decir a sus hijos que su madre ha muerto y que llevan días viajando con sus cenizas metidas en un tupperware.

Florecerá un joven amor, una científica se convertirá en la mentor de un alumno muy aventajado, un viudo y una divorciada conectarán durante unas noches, y la trayectoria de la futura vida de cada uno se realineará ligeramente. Como siempre en sus trabajos, surgirá la empatía entre el cineasta y el público, y ASTEROID CITY se quedará en los corazones.


ACERCA DE LA PRODUCCIÓN
ASTEROID CITY es un nuevo tipo de creación para Wes Anderson, pero sigue siendo muy familiar en cuanto a la sensación y la ambientación. Es un lugar onírico desde el que puede contemplarse el universo: el amor y la soledad, el dolor y la esperanza, el significado de la vida (y de la muerte). Wes Anderson siempre nos conduce a lugares donde nunca hemos estado, y lo hace con una sorprendente cantidad de detalles, pero la esencia de estos mundos nace de los individuos que los habitan. Wes Anderson nos lleva de viaje por el desierto, pero las carreteras que van hasta nuestro destino conectan dos vertientes de la cultura americana de los años cincuenta del siglo pasado: el teatro y el Lejano Oeste.

“Para mí, una película no se limita a una sola idea”, comenta el director. “Son como dos cosas separadas que acaban por unirse y empiezan a construir una película”. El primer concepto que vino a la mente de Wes Anderson y Roman Coppola fue la metrópoli de la Costa Este, pero no tardó en tomar otra dirección. “Creía que iba a hacer una película en torno al teatro. Pensaba en Paul Newman y Joanne Woodward… Se nos ocurrió realizar una especie de making of de una obra que preparan… La titulamos ‘Autómata’ e iba a transcurrir íntegramente en un restaurante automático. Pero también hablábamos de hacer algo tipo Sam Shepard… y acabamos saliendo del restaurante automático para ir hacia el desierto”.

En la época, los mundos del escenario y del cine estaban – literal y figuradamente – bajo las nubes de la Guerra Fría. La exagerada ansiedad política encajaba con el miedo a la posible caída de un misil y con la explosión popular de la fascinación por los alienígenas y visitantes interplanetarios. Desde las bombas nucleares a las invasiones marcianas, todos, niños y adultos, miraban hacia el cielo. En palabras del cineasta: “Hay algo que conecta estas cosas, algo procedente de la era Eisenhower y su xenofobia”.

Varios artistas – sobre todo actores y directores – empezaron sus carreras, como Elia Kazan, inspirándose en los métodos de interpretación rusos, mezclando política y arte en el colectivo Group Theatre.

ASTEROID CITY es la historia de unas cuantas personas en un momento de la historia, y Wes Anderson se hace una pregunta: “¿Qué corriente emocional subyacía en el Actors Studio? ¿Qué les pasaba? Cuando se situaba una película en esa época, ¿qué América se quería retratar?”


CONTEMPLANDO LAS ESTRELLAS
Como si fuera un sueño, la película es una mezcla de ideas y de lugares. Arranca en blanco y negro en un estudio de televisión que recuerda a los programas de la edad dorada de la pequeña pantalla como “Playhouse 90”, en otras palabras, Broadway en televisión, con obras dirigidas por John Frankenheimer y Sidney Lumet retransmitidas en directo, con estrellas de la talla de Lee Cobb y James Dean. En la época no había una escuela de teatro más famosa que el Actors Studio, donde estudiaban futuras leyendas como James Dean, Marlon Brando, Julie Harris, Sidney Poitier y Rod Steiger con profesores de la talla de Elia Kazan y Lee Strasberg. Para muchos de los actores de esa generación, y también para futuros directores y guionistas, el salto de los escenarios a la gran pantalla incluía una parada en los dramas televisados.

“Cuando empecé a querer hacer cine, este periodo era el corazón de todo”, explica Wes Anderson. “Veíamos El padrino, Taxi Driver, a Brian De Palma. Y quizá más a Marlon Brando y James Dean, Montgomery Clift y Elia Kazan. Eran películas que tenían una relación con los escenarios. Este grupo de películas a las que me refiero probablemente se forjó con Un tranvía llamado deseo. Tennessee Williams es una de las voces importantes de ese periodo y la herida abierta de esos personajes”.

El teatro está incrustado en la narrativa de Wes Anderson. El trabajo en común, los decorados, la coreografía visual, todo forma parte del escenario donde debe resolverse lo irresoluble. Eso ya se ve en la primera película de Wes Anderson, Bottle Rocket (Ladrón que roba a ladrón), en torno a un par de incipientes ladrones con una fuerte inclinación por los golpes teatrales, o también en Max Fischer de Academia Rushmore, y Margot Tenenbaum de Los Tenembaums, una familia de genios. El teatro es un aparato que sirve para procesar dramas interiores. Antes de sumirnos en Life Aquatic, la historia arranca en un escenario.

El cineasta empezó a escribir obras para un solo actor a los 9 años; conoció a Owen Wilson años después en un seminario de escritores de teatro y le dio un papel en una obra universitaria llena de humor sobre Sam Shepard titulada “A Night in Tunisia”. “Me encanta Sam Shepard, siempre he adorado a Sam Shepard”, reconoce. “Owen y yo teníamos una auténtica fijación por Shepard antes de rodar nuestra primera película juntos. En la época, formaba parte de nuestra vida. Recuerdo leer algo donde hablaba de los soldados que regresaron de la II Guerra Mundial y que nunca volvieron a ser los mismos, sino que se convirtieron en padres violentos y perturbados. Él creció con esto”.

La fascinación por Sam Shepard fue la inspiración para el personaje de Augie Steenbeck. Augie también ha estado en el campo de batalla, aunque no como soldado, sino como fotógrafo. Stanley, el suegro de Augie, a pesar de ser un hombre ocioso, lleva un arma, la culata siempre sobresale por encima de su cinturón. En una entrevista con el periodista Matt Zoller Seitz, el cineasta sugiere que a Stanley, como a muchos hombres de su generación, la costumbre le viene de la II Guerra Mundial y al reintegrarse a la vida civil, la conservó. Estos son los detalles que Wes Anderson incluye siempre en sus trabajos. Aunque no llamen la atención ni se ofrezca explicación alguna, nos lo dicen todo de un personaje en un segundo sin necesidad de elaborar una larga explicación.

En 1995, la guerra sigue estando muy presente entre los veteranos, sus familias e hijos. En palabras de Wes Anderson: “Algo ocurre, la América media ha salido del país y conocido el mundo, han vuelto dañados. Heridos, desesperados, perdidos, no encajan con la superficie estilo club de campo que el país desea tener y proteger. Son las dos caras de la moneda”. Aunque sin cargas explosivas, e interpretada con delicadeza por los actores Tom Hanks y Jason Schwartzman, esta sensación es palpable entre Augie y Stanley, que nunca pensó que su yerno fuera lo bastante bueno para su hija. Sin embargo, y como muchos melodramas hollywoodianos de la época, no hay una gran tragedia, y debido a su entrega a los cuatro niños, siguen siendo una familia.

Wes Anderson y Roman Coppola sabían desde el principio que Jason Schwartzman, un colaborador habitual, debía ser el centro de la película. “Escribimos el guion para Jason”, corrobora el cineasta. “Es un personaje que Jason no había interpretado antes, pero sabíamos qué facetas podíamos pedirle a Jason y lo que sería capaz de hacer; construimos la película a partir de eso”. En ocasiones, el actor participó en el proceso de escritura, y recuerda el momento en que Wes Anderson se lo propuso por primera vez: “Vino a decirme que tenía una idea, pero que quería trabajar con Roman porque me veía en esa idea y sería mejor que los dos la escribiesen y la preparasen para que yo pudiera leerla cuando ya estuviera más construida”.

El actor no dudó en apuntarse al proyecto. “Era el principio de la pandemia, un momento de caos, incertidumbre y confusión”, dice. “Pero tener la posibilidad de hacer algo con Wes era como una especie de faro en medio de la niebla. No tenía ni idea de qué iba, pero era mi faro. No sé más. Me ayudó mucho y le estoy muy agradecido”.

Los personajes de Augie Steenbeck y de Jonas Hall, el actor que le interpreta en la película, ambos encarnados por Jason Schwartzman, empezaron a cobrar forma. Según reveló el actor en una entrevista reciente, escuchó numerosas grabaciones de Stanley Kubrick en su intento de lograr hablar entre dientes y hasta se hizo instalar una sala de proyecciones en su casa. Algunas referencias visuales saltan a la vista, como cuando se ve a Jones con el suéter tapándole la barbilla, un guiño a la legendaria serie de fotografías que Roy Schatt le hizo a James Dean titulada “Torn Sweater” (Suéter desgarrado).


PADRES E HIJOS
Un malestar planea por encima de Augie Steenbeck, igual que por encima de Jones Hall. Augie – tal como lo encarna Hall – se siente abrumado por la pérdida de su mujer, y quizá esté más cómodo en el frente haciendo fotos que hablando con Stanley acerca de cómo y cuándo decir a sus cuatro hijos que su madre ha muerto y que sus cenizas están ahora mismo en un tupperware.

AUGIE - Nunca es buen momento.
STANLEY - Siempre es mal momento.

¿Cómo se enfrenta uno al dolor? Este es uno de los numerosos temas que Wes Anderson explora en ASTEROID CITY. Estudiar la vida emocional de los personajes para que los espectadores se vean reflejados es un trabajo que requiere habilidad y en el que el cineasta brilla, sobre todo tratándose de experiencias delicadas y, en muchos casos, devastadoras. “Supongo que la muerte”, dice Wes Anderson, “las muertes que encontramos en nuestro camino son los mayores jalones. Las pérdidas. De eso trata la película, me parece. De la fuerza cósmica de las personas que perdemos”.

Jones Hall, el actor, jugando con la pipa y el encendedor, tocándose la barba, “cosas de actores”, según dice Wes Anderson, es la figura del intérprete intentando saber cómo interpretar su papel. Cuando se le ve por primera vez entre bastidores, con los pies en alto con unas zapatillas Converse, el joven actor rezuma seguridad, pero está medio escondido. Es una imagen que hemos visto antes y es imposible no pensar en James Dean.

Al igual que Jones Hall, la actriz Midge Campbell y el dramaturgo Conrad Earp también evocan caras de la época. En cuanto a Campbell (y a Mercedes Ford, la actriz que la encarna, ambas interpretadas por Scarlett Johansson), surge la imagen de Marilyn Monroe, una estrella que se sintió atraída por el Actors Studio en sus últimos años. “Era una estrella de cine que aspiraba a parecerse a los grandes actores de teatro, y su relación con el Actors Studio se convirtió en parte del mismo Actors Studio”, explica Wes Anderson. “Hay toda una leyenda alrededor de eso”.

A su vez, Marilyn Monroe hace pensar en su marido, el dramaturgo Arthur Miller. “Nuestro escritor es una mezcla de varios dramaturgos de la época, William Inge y Arthur Miller”, dice el director. “Pero emocionalmente hablando, siempre subyacente, creo que nos conmueve sobre todo Tennessee Williams, aunque la obra tenga poco que ver con las grandes creaciones de Tennessee Williams. Acabamos haciéndole vivir en una casa como la de Truman Capote en Montauk. Todo se mezcla”.

El último papel de Marilyn Monroe fue en Vidas Rebeldes, con guion de Arthur Miller. “Eso nos lleva al Oeste, pero es el vínculo con Nueva York. Es una habitación en un edificio de Grammery Park, pero también una manada de caballos salvajes… Y asimismo, el personaje se basa en Kim Stanley, una actriz que trabajó sobre todo en los escenarios. Jane Russell es otra. Una mezcla de personajes con una fuerte dosis de Marilyn Monroe”, añade Wes Anderson.

La interpretación de Scarlett Johansson dejó boquiabierto al director. “Es asombrosa”, reconoce Jason Schwartzman. “No puedo hablar por ella, pero un ejemplo sería que el proceso de creación me llevó unos nueve meses de ensayo y error, con muchos errores. Ni siquiera estoy seguro de haber atinado. Pero tengo la impresión de que cuando llegó se había preparado, ensayamos unas cuantas veces. Wes le decía algo como ‘Lo quiero más así o asá’, y ahí mismo, delante de mis ojos, creó el personaje. En ese momento me pregunté cómo podía llegar yo a esto. ¿Cómo puedo conseguir no pasar nueve meses para hacer lo que ella hace en nueve minutos?”

El actor sigue diciendo que ver a actores con experiencia es una cosa, “pero creo que lo más asombroso fue que los chicos pudieran hacerlo. Chicos de 14 años, de 17 años… ¿Cómo se meten en la mentalidad de la época? Alucinante”.

Grace Edwards, que da vida a Dinah, “es muy interesante”, dice Wes Anderson. “Por su aspecto, es la perfecta adolescente de los años cincuenta a la que conoces tomando un refresco. A veces le comentaba algo, me miraba y decía: ‘Vaaale’. Y yo: ‘¿Qué pasa, no te parece una buena idea? Oye, tienes 15 años’. Luego me daba cuenta de que se acordaba perfectamente de lo que le había dicho unos días antes y que acababa de contradecirme”.

Jake Ryan, que había trabajado en Moonrise Kingdom, recuerda cuando le llegó el guion: “Wes me dijo que era una de las historias más extrañas que se le habían ocurrido y, desde luego, no se equivocaba.” Antes de empezar a rodar, varias videoconferencias entre Wes Anderson y Jason Schwartzman ayudaron a desarrollar la relación entre padre e hijo. “Wes tenía una visión, pero no le asusta la colaboración y pedir opiniones”, dice el actor.

Además de Jake Ryan, Grace Edwards y Ethan Josh también tenían experiencia como actores, y Sophie Lillis llamó la atención del director en IT. Pero Wes Anderson encuentra a su elenco en lugares inesperados, y a veces la conexión con los jóvenes sabios es sorprendente. Por ejemplo, en el caso de Aristou Meehan, que da vida a Clifford, el director le encontró en Internet. “Le descubrimos porque había subido un vídeo en YouTube enseñando los brazos robóticos que había inventado. Se presentó a las pruebas, pero para mí lo mejor era su vídeo construyendo unos brazos robóticos parecidos a un pulpo. Debíamos enterarnos de quién era”.

El enfrentamiento con lo desconocido – el dolor de la muerte, el terror a los alienígenas, a nuevas experiencias, el arte y los inventos – es lo que ocurre en Asteroid City.

Si Jason Schwartzman pensó en Kubrick para el tono de su voz, nos viene a la cabeza otra mediación cósmica del siglo pasado. En 2001, una odisea del espacio, Kubrick “nos cuenta una historia y nos ofrece una experiencia que quizá no llegamos a entender del todo”, explica Wes Anderson. “Nos coloca en un sitio donde nunca hemos estado”. Pero las referencias a Encuentros en la tercera fase no son nada oblicuas, de hecho son guiños directos. Desde la formación rocosa que se parece mucho a La Torre del Diablo, o el encuentro con un alienígena que cambiará la vida de los personajes, así como la falsa historia inventada por el ejército para mantener a los habitantes de Asteroid City en cuarentena. También hay algo muy al estilo Spielberg en el hecho de que los adolescentes son capaces de engañar a la autoridad y hacer saber al mundo que un alienígena anda suelto.

ASTEROID CITY es más que un viaje, y así lo considera Wes Anderson: “Espero que los espectadores vean esta película como una experiencia llena de interesantes mezclas e informaciones. Pero también espero, y es lo que sentimos mientras la hacíamos, que sea algo más parecido a un poema. Es nuestra meta. Que se vea como una meditación poética en torno a algo. Desde luego, no existe el género que pueda describirla”.


ENCUENTROS CERCANOS
En ASTEROID CITY, el encuentro con el alienígena es un momento tan maravilloso como confuso, no tan distante, en cierto modo, de la pérdida de un compañero o un familiar muy cercano. Augie puede hacer una foto y demostrar que es real, aunque una foto no explica ni ayuda a entender. Pero sus vidas cambian, y lo único que se le ocurre a Augie es: “Creo que el alienígena ha robado el asteroide”.

El aspecto físico del alienígena – tal como era de esperar – causa un grave revuelo en Asteroid City. Los científicos deliberan, el ejército se moviliza, empieza la cuarentena. Pero ninguna de estas medidas es comparable en importancia al cambio que sufren las personas que le han visto, dejando a todos entre perplejos, encantados y con una nueva conciencia de sí mismos. Para la Dra. Hickenlooper, el alienígena representa un hito científico, el descubrimiento de una vida; para el General es una nueva finalidad. Y para todos los demás, sobre todo los más jóvenes, nuevas posibilidades en el universo también revelan nuevas posibilidades en la Tierra.

En el verano de 1947, una misteriosa nave plateada se estrelló en el desierto cerca de Roswell, Nuevo México. El ejército se limitó a dar un breve informe y el incidente no tardó en aparecer en la portada de los periódicos, dando pie a un misterio cósmico que sigue presente en la imaginación de los estadounidenses. En 1955, año en que visitamos ASTEROID CITY, la obsesión de Estados Unidos con los platillos volantes había llegado a la literatura, el cine y la televisión, acentuada por los sueños de la era atómica y de la carrera espacial, a lo que debe añadirse las pesadillas de la creciente histeria provocada por la Guerra Fría, donde cualquier cosa foránea se consideraba una amenaza. En 1955, una familia afincada en el campo de Kentucky juró haberse defendido del ataque de pequeños alienígenas verdes, manteniéndoles a raya con sus armas de fuego “durante cuatro horas”. El caso sigue sin aclararse del todo, aunque los escépticos lo atribuyen a fenómenos naturales, como meteoritos, búhos o una intoxicación. En muchos aspectos, los platillos volantes eran una sublimación de muchos miedos, y no solo del comunismo, de una invasión soviética o de la aniquilación nuclear, sino también del creciente desempleo y la inflación.

Para entonces, el misterio alienígena era investigado por el gobierno estadounidense, y ese mismo gobierno también lo avivaba: los OVNI se convirtieron en la excusa perfecta para programas militares secretos. Por cierto, el OVNI que se estrelló en Roswell era un globo aéreo ultrasecreto desarrollado para espiar el programa nuclear soviético. Más recientemente, unos vídeos granulosos de la Marina estadounidenses y otros informes sugieren que se trataría de aparatos de potencias extranjeras, pero algunos detalles y el secretismo habitual dejan entrever otras posibilidades: los platillos volantes podrían ser naves estadounidenses o alienígenas. El misterio persiste.

El Alienígena siempre estuvo en el centro de la historia, un misterio que obliga al pueblo a proceder a un examen de conciencia. Al acercarse al primer encuentro, Wes Anderson y Roman Coppola empezaron a pisar terreno desconocido. “Seguíamos escribiendo, pero los detalles aparecían en el momento”, recuerda el director. “La sensación era que se revelaba según avanzábamos. Y viendo la película se siente un poco lo mismo, como si el espectador lo fuera inventando a medida que transcurre”.

La creación del Alienígena quizá no ocurriera a nivel intergaláctico, pero sí fue internacional. Primero se fabricaron modelos en miniatura de la nave y del cráter; no se utilizó el proceso de grafismo por ordenador. Originalmente, el Alienígena medía 2,20 metros, más que Jeff Goldblum, que mide 1,95 metros. Mark Coultier, ganador de un Oscar por su trabajo como maquillador en La dama de hierro y El gran hotel Budapest, diseñó un traje que permitía a Goldblum llevar zancos, con los que antes había practicado.

El Alienígena que aparece en pantalla es un muñeco fotografiado en stop-motion, pero en vez de moverse delante de una pantalla verde, Jeff Goldblum se puso el traje y reprodujo los movimientos del visitante astral. A continuación, Andy Gent, que se había encargado de crear las criaturas de Fantástico Sr. Fox e Isla de perros, construyó un alienígena de casi un metro, una miniatura de un tamaño poco habitual para la técnica de animación stop-motion. Después de probarla en Londres, Kim Keukelerie, que también había colaborado previamente con el cineasta y conocida por su trabajo con Tim Burton y los estudios Aardman, animó al visitante interestelar en Francia.

En Asteroid City, todos los que ven al Alienígena salen un poco de su órbita cuando descubren el infinito. Puede que ya “no estén solos” en el cosmos, pero también han cesado de estar solos como individuos.


BIENVENIDOS, JÓVENES ASTRÓNOMOS Y CADETES DEL ESPACIO
Ricky Cho – Cinta del éxito Estrella de Neutrones
Clifford Kellogg – Medalla del triunfo Agujero Negro
Dinah Campbell – Faja de honor Gigante Roja
Shelly Borden – Corona de laureles Nebulosa Distante
Woodrow Steenbeck – Medalla del logro Enana Blanca

La vida e imaginación de los jóvenes son un tema recurrente en las películas de Wes Anderson. Independientes a más no poder, en ocasiones frágiles ante las dificultades de la madurez, fantasiosos pero ingeniosos, nos ofrecen una experiencia reconocible de la infancia o adolescencia por la que pasamos o hemos pasado todos. En ASTEROID CITY, como en Academia Rushmore y Moonrise Kingdom, todo se pone en movimiento gracias a un grupo de adolescentes. Los cinco “jóvenes astrónomos” hacen lo que mejor se les da a los jóvenes, enorgullecer a sus progenitores y preocuparles muchísimo mientras descubren el amor y se abren camino entre la incertidumbre hacia nuevas posibilidades.

Para que encontrasen su sitio en el estrellado y arrebatado plató, Wes Anderson les animó a que estuvieran muy unidos delante y detrás de las cámaras. “Wes se aseguró de que los cinco estuvieran siempre juntos”, explica el productor Jeremy Dawson. “Comían, veían películas, lo hacían todo juntos para convertirse en una pequeña banda”.

Wes Anderson se inspiró en el extenso panorama de Nashville, de Robert Altman, una epopeya donde se entremezclan múltiples historias y personajes. Su objetivo, además de la habitual camaradería, era conseguir una creatividad colectiva. “Lo que siempre me ha gustado de Altman”, dice, “es su enfoque en cuanto a los ingredientes; ve lo que pasa aquí, añade un toque allí, empuja para allá a ver qué ocurre y qué puede hacer esa persona… Me sentí un poco así mientras rodábamos porque el reparto era muy grande y, a veces, se les ocurrían ideas… La forma en que trabajaron los chicos era muy parecida a eso y me gustó. Lo maduraron juntos”.

Antes de desplazarse a España, Wes Anderson enseñó storyboards animados a los actores, además de indicarles ciertas lecturas. A Grace Edwards, que da vida a Dinah, le recomendó que leyera una serie de biografías de cineastas de la Edad Dorada de Hollywood, en parte para ayudarla a encontrar a su personaje, pero también para su disfrute personal. “Imaginé que Midge llevaba a Dinah a los rodajes y la presentaba a sus compañeros de plató. Estamos a mediados de los años cincuenta, cuando las grandes estrellas estaban en pleno auge en Hollywood”, dice la joven actriz. “Pero creo que me recomendó esos títulos no tanto para prepararme como para que lo pasara bien”.

Quizá de la misma forma que François Truffaut y sus jóvenes actores en La piel dura (una de las películas favoritas de Wes Anderson) se introdujeron con gran ternura en la infancia, el director animó a los jóvenes actores a que se divirtieran. Los cinco pasaron mucho tiempo juntos, durmiendo en habitaciones cercanas y compartiendo actividades. “Cuando llegamos a España, también vimos El gran carnaval, de Billy Wilder, para que comprendiéramos cómo un pueblo perdido en el desierto se convierte en una atracción turística”.

“Vivían en una burbuja privada”, dice Jason Schwartzman. “Bajaba desde el primer piso y los encontraba sentados en el suelo, muriéndose de la risa. Así que me limitaba a decirles hola y pasar de largo, estaba claro que yo no tenía nada que ver”.

Algunos de los jóvenes actores ya habían trabajado antes; por ejemplo, Ethan Lee, que encarna a Ricky Cho. “Ethan había interpretado al hijo de Steven Park en una película de Miranda July, pero le cortaron en la sala de montaje”, recuerda el cineasta. “Cuando le seleccioné, lo primero que me dijo fue que ya había trabajado en una película como el hijo de Steve Park”.

Grace Edwards aprendió muchas cosas durante el rodaje gracias a Truman, segundo ayudante de cámara. “Me enseñó a cargar la cámara Arri en una tienda de cuarto oscuro, marcar las cajas de acuerdo con el tipo de película y su duración, y me dejó escribir los códigos de emulsión en las cajas de película rodada antes de mandarla al laboratorio de París para revelarla”.

Woodrow Steenbeck es muy consciente de las extrañas señales procedentes del espacio exterior, pero también de las que emiten su padre y su abuelo. Aunque Augie Steenbeck no acaba de decir a su hijo e hijas que su madre ha muerto, Woodrow lo presiente. No hay estallidos emocionales, no hay lágrimas, sino la sensación de que nada volverá a ser lo mismo. Y si no es ahora, pronto se enfrentará a su dolor.

“Por suerte, no he pasado por mucho sufrimiento en mi vida hasta ahora”, explica Jake Ryan. “Pero he visto a gente pasarlo mal, y desde mi perspectiva me parece que recuerdan momentos del pasado y lo que sentían entonces. A veces son cosas ínfimas, como mirar por la ventana y recordar algo casi olvidado. En otras ocasiones, el dolor es un motivo muy fuerte, puede inspirarte a cambiar o crear”.

Tal vez los jóvenes sean más listos que los adultos, pero también saben que se necesitan para apoyarse y guiarse mutuamente. En algunos momentos, los adultos se dan cuenta. La Dra. Hickenlooper se ofrece como mentora de Woodrow porque ha visto en él un alma gemela. “Todo vale la pena durante la vida. La curiosidad es tu mejor baza. Confía en ella. Confía en tu curiosidad”.

Los chicos se convierten en detectives, periodistas, exploradores y experimentadores, pero sobre todo en curiosos expertos. Enseguida se llevan bien. Quién sabe si, dentro de unos cuantos años recordarán estos momentos del mismo modo que Jason Schwartzman recuerda la época en que era un joven actor.

“Ya sé que esto es el mayor lugar común, pero siempre me veo como el más joven, sobre todo en este grupo, con Wes y los demás. Me conocen desde que tengo 17 años. Es extraño darse cuenta de que tienen la misma edad que yo cuando conocí a Wes y que el tiempo ha pasado”.

Pero es fácil imaginar que el joven quinteto no se despidió cuando se acabó el rodaje de ASTEROID CITY. Es más probable que se limitaran a un “hablamos pronto”, algo que tendrá lugar en algún aparato que inventarán.


POBLACIÓN, 87
ASTEROID CITY, a pesar de ser una película de lo más americana, se rodó en España, concretamente a las afueras de Chinchón. Se estudiaron otras localizaciones, tales como el Valle de la Muerte, en el desierto de Mojave, California, pero los alrededores de Chinchón eran un paisaje ideal, con vistas limpias de cientos de metros en cualquier dirección, una luz natural perfecta y el espacio suficiente para construir lo que acabaría siendo un mundo totalmente inmersivo.

No fue la primera experiencia de la villa de Chinchón con el cine; Orson Welles ya había rodado allí Una historia inmortal, exactamente en la plaza cercana al Parador, donde el equipo se alojó. Para ASTEROID CITY, el Parador sirvió de base de operaciones y de burbuja Covid, con la peluquería y el maquillaje en el hotel, y donde todos comían juntos en el jardín, mientras el desierto del suroeste de Estados Unidos les esperaba a un kilómetro. Wes Anderson siempre se ha inclinado por este método, encontrar un decorado principal y rodar el máximo allí. “Me parece una forma más agradable de trabajar. Podemos centrarnos en los personajes y formar una unidad”, dice el director.

El pueblo de Asteroid City, diseñado por Adam Stockhausen (ganador de un Oscar por El gran hotel Budapest), habitual colaborador de Wes Anderson, no se convirtió en funcional de la noche a la mañana. Lo primero fue encontrar la localización adecuada, estudiar y concebir el decorado antes de empezar a construirlo, una tarea nada fácil en plena pandemia cuando se tenía que trabajar a distancia. “Todo fue muy extraño”, reconoce Adam Stockhausen. “Al principio todo fue virtual, nos conectábamos y hablábamos con gente que estaba en la localización. Semanas después, un grupo muy reducido fuimos a verlo y en ese momento pensé: ‘Sí, creo que puede funcionar, todo me dice que funcionará’. Pero dependíamos de una especie de magia, mi mente creía lo que veía a través de una pantalla. Ahora bien, no siempre funciona”.

Se allanaron los campos, y en unas cuantas semanas, como por arte de magia y brujería, Asteroid City empezó a alzarse bajo el sol español. Se construyó la pequeña cafetería, el taller mecánico y el motel, ya era un minipueblo funcional. Alrededor del diminuto pueblo, se mirase donde se mirase, el desierto. “Nuestro objetivo era conseguir estar realmente en Asteroid City. El decorado permitía una panorámica en cualquier dirección”, explica el productor Jeremy Dawson. “La persecución en coche transcurre en la misma carretera durante casi un kilómetro. El decorado era inmenso. Nunca me había sentido tan sumergido en un decorado, y se debía a la escala”.

También se construyeron las colinas, las peñas y las rocas. Al ser una escala tan grande y el trabajo de construcción tan realista en un espacio enorme, es imposible no creer que el paisaje no sea real y que apenas se usaron pantallas verdes. Obviamente, el diseñador de producción hizo uso de la perspectiva forzada: el pueblo se convierte en desierto hacia un horizonte infinito en un espacio del tamaño de un campo de fútbol, pero no se nota nunca dónde acaba o empieza, consiguiendo un efecto hiperrealista. “Cuando se mira a lo lejos, se distingue la carretera y las colinas, pero son decorados que están a unos 300 metros de distancia. Algunas colinas alcanzan la altura de un edificio de cinco o seis plantas”, sigue diciendo.

Para la estética del paisaje y del pueblo en pleno desierto, Wes Anderson y Adam Stockhausen se inspiraron sobre todo en la película Conspiración de silencio, estrenada en 1955, dirigida por John Sturges, con Spencer Tracy. Rodada en el Valle de la Muerte y el desierto Mojave, la película les ofreció una auténtica topografía que el diseñador de producción duplicó con la ayuda de escultores y pintores. También se inspiraron en títulos como El gran carnaval, donde un montón de gente aparece de golpe en un pueblecito perdido, un poco como lo que ocurre en ASTEROID CITY después de la llegada del Alienígena. Otra película fue Bésame, tonto, de Billy Wilder, donde la acción se centra en una gasolinera auténtica rodeada de un decorado falso. Vieron Sucedió una noche, de Frank Capra, como referencia para el motel, e incluso se apropiaron del efecto de sombras del entramado del techo durante la escena del picnic.

En cuanto a las partes de la película que transcurren en Nueva York, tanto el laberinto de callejuelas detrás del teatro Tarkington, el aula muy al estilo Actors Studio o la casa en la playa del Dramaturgo – es decir, casi todas las escenas en blanco y negro –, todo se rodó en platós, ya que al contrario de los exteriores no requerían luz natural. Pero en España…

“En Chinchón y en el pueblo vecino, Colmenar de Oreja, hay un teatro”, explica Adam Stockhausen. “Los usamos como decorados para las escenas entre bambalinas, para la escena introductoria de los actores, todo se rodó allí. El escenario de presentación del programa corresponde a uno de estos teatros sin las butacas; la cabina de control en la que entra la cámara está pegada a los palcos”.

Al igual que en La crónica francesa, rodada en Angulema, Francia, el equipo acabó en lugares inesperados. “Uno de los decorados se construyó en un enorme almacén de ajos. Me gusta el olor a ajo, pero convivir con diez toneladas de ajo puede ser algo abrumador”, sigue diciendo.

“Sinceramente, nunca se sabe qué va a pasar”, añade Adam Stockhausen, refiriéndose a la delicada misión que representa la construcción de decorados en cada una de las películas de Wes Anderson. “Siempre nos agarramos a la esperanza de que funcione”.


ÚLTIMO TREN A SAN FERNANDO
La música de ASTEROID CITY abarca un Lejano Oeste imaginario situado en alguna parte entre los matorrales, los correcaminos y las nubes en forma de hongo, entre los mitos del vaquero americano y las historias fantásticas de visitantes venidos del espacio. La idea del espacio exterior y del desierto llevó al compositor Alexandre Desplat a crear el misterioso y chispeante motivo bitono que acompaña las imágenes. “No transcurre en el espacio exterior, pero está el meteorito, hay algo de otro mundo”, dice el músico.

“Cuando pienso en el desierto, intento situarme allí. Se oye el viento. Y si se está cerca de edificios y de cables, hay un extraño sonido tintineante”, sigue diciendo. “Fue la primera vez que compuse algo para Wes sin haber visto una sola imagen. Interpreté la pieza para él, le entusiasmó y me dijo: ‘Hazme un favor, escribe unas cuantas versiones, quiero ponerlas en el decorado’. Y así fue”.

Como ya es habitual, el músico y el cineasta empezaron a jugar con el motivo, hablando de la instrumentación – banjo, glockenspiel, celesta, violín, mandolina y, a veces, trompa o tuba – o también “que toquen todos los instrumentos juntos y creamos otro sonido”. Alexandre Desplat no se inspiró en referencias musicales concretas, sino en la historia y recorrido emocional de los personajes, en el dolor, la pérdida y la tristeza. “A primera vista todo parece genial, extravagante, divertido”, dice. “Pero el dolor de la familia, la pérdida de una compañera, de una madre, representa algo muy emocional, muy profundo, y es lo que intenté plasmar. Es verdad que la desaparición de la madre no es muy real para las niñas, nunca lo es para un niño”.

Al evocar lo desconocido y lo irreal, el tema también sirve de hilo conductor, explica Alexandre Desplat, y ayuda a los espectadores a penetrar en los mundos imaginarios de la película, desde el pueblo al teatro y de vuelta. “Es etéreo, como una bruma que flota a mi alrededor y me lleva al espacio”, añade. “Dos notas que pueden llevarte adonde quieras, un pequeño motivo hipnótico”.

Para complementar la partitura, el supervisor musical Randy Poster, colaborador habitual del director, lanzó sus redes. “Wes y yo intercambiamos pistas, temas, y busco todo lo que podría tener cabida en el mundo que construimos”.

En sus redes cayó “Last Train to Fernando” (Último tren a San Fernando), un inolvidable calipso grabado al estilo skiffle por Johnny Duncan y los Blue Grass Boys en 1957. El skiffle mezcla blues, folk, country, bluegrass y jazz utilizando a veces instrumentos caseros como tabla de lavar, jarra, bajo de palangana, violín de caja de puros, sierra musical, además de guitarra acústica y banjo. El tema evoca un estilo de vida de vagabundeo, en concordancia con el pitido de los trenes.

“Las canciones skiffle son temas de ferrocarril”, dijo el cantautor inglés Billy Bragg a The Paris Review. Los jóvenes defensores de la música folclórica en Estados Unidos no se inclinaron por este estilo, pero para una generación de adolescentes británicos, el skiffle fue el equivalente de la bomba atómica. (El mismo año que Duncan grabó el calipso, un adolescente de Liverpool llamado John Lennon fundó el grupo de skiffle The Quarrymen, al que Paul McCartney se unió en octubre y George Harrison unos meses después. Cuando Duncan tocó en Liverpool, todos estaban allí). “Pero ya no se oye mucho skiffle y menos aún en películas. Pasa lo mismo con una larga tradición de música vaquera, anterior al country”, dice Randy Poster. “Me lo paso muy bien con Wes porque exploramos zonas musicales bastante desconocidas. Siempre he considerado que mi misión era encontrar lo máximo posible para tenerlo en cuenta”.

El sonido del country western de mediados del siglo pasado, sobre todo los inolvidables lamentos del barítono Tennessee Ernie Ford y las serenatas corales de Roy Rogers, fue la inspiración para la canción original “Dear Alien” (Querido Alienígena), escrita por Jarvis Cocker y el mismo Wes Anderson. El grupo vaquero de la película, con Jarvis Cocker y el guitarrista Seu Jorge, grabaron la canción en directo. Para acompañar las partes rodadas entre bambalinas, Randy Poster se dedicó a otra sección de la cultura americana, los musicales, concretamente los de Betty Comden y Adolph Greene. Y así, entre la melancolía del desierto y la imaginación escénica, la música nos adentra en mundos que solo nos atrevemos a imaginar.