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  Mala uva  Dirigida por Javier Domingo
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César es un viudo, de unos 60 años, que vive en el campo con su hija menor, Luz. Su mujer, Lucía, murió precisamente durante su parto. Es un hombre duro, pero de buen corazón. A pesar de tener dos hijas más, todas casadas y con hijos, Luz es su ojito derecho.

Haría cualquier cosa por ella.

César se gana la vida distribuyendo el vino que produce en su pequeña, pero bellísima explotación. Le costó muchos años de dedicación, sacrificio y dificultades levantar su "pequeño imperio". Sus viñedos son su vida. Su orgullo.

Pero César guarda un terrible secreto. Un secreto que sólo conocía su difunta esposa. Antes de ser viticultor, tenía otra profesión: asesino a sueldo. Con un rifle de francotirador, era capaz de matar a un hombre a un kilómetro de distancia. Era el mejor.

En el lecho de muerte, hace ya 25 años, Lucía, le hizo prometer que dejaría para siempre el mundo del crimen y se convertiría en un honrado ciudadano y un padre ejemplar.

César ha cumplido la promesa durante todos estos años...

La última cosecha ha sido nefasta. La sequía, las heladas, las inundaciones y sobre todo, la letal intervención del "Gusanus gallis" de la uva, han acabado con las expectativas de nuestro protagonista. No podrá vender el vino de esta temporada. Ni siquiera para hacer vinagre.

César se ha arruinado. No tiene liquidez para afrontar esta hecatombe. Lo había invertido todo en un nuevo tipo de uva francesa, uva que traía consigo su propio gusano. Para colmo, además, está la inminente boda de Luz. Como con sus otras hijas, César pretende correr con todos los gastos y regalarle un piso en la ciudad. Siempre lo ha hecho así y para él sería una decepción fallar a su "ojito derecho", en el momento más feliz de su vida. En el transcurso del cumpleaños de Luz y por lo tanto el aniversario de la muerte de Lucía, César está punto de comunicar al resto de su familia, su difícil situación. Pero su orgullo se lo impide.

A parte de la situación económica, hay otra cosa que le quita el sueño: Julián, su futuro yerno. Tiene quince años más que Luz y aunque parece que es un gran empresario y es educado, simpático y con don de gentes, César desconfía de él. Luz, de sonrisa resplandeciente y un poco ingenua, está completamente enamorada de él, y César como buen padre, respetará la felicidad y la elección de su hija.

Pero en el aniversario, sucede otro hecho que cambiará su destino. Nuestro protagonista recibe una llamada telefónica de su antiguo jefe, Reyes. César se incomoda, hace veinticinco años que no hablan. Reyes quiere quedar con él para recordar "viejos tiempos". César acepta a regañadientes, ya que no le gusta recordar el pasado.

La cita se desarrolla en una playa. Ha acudido con sus nietos, que se divierten en la zona de juegos. César y Reyes se escrutan con la mirada antes de mediar palabra. Ambos sonríen. Tras unos rodeos, Reyes, revela sus verdaderas intenciones: quiere que César haga un último "trabajo". César se niega en rotundo y se va. Reyes no le pierde de vista y observa como dos hombres "invitan" a entrar en un Audi negro de cristales tintados, donde un yuppie engominado, le insta a que acepte el "encargo" de Reyes.

El "trabajo" consiste en vigilar a un contable, Cándido, que va a declarar en un macroproceso, que investiga la financiación ilegal de partidos políticos, y "liquidarlo", en el caso que recibiera la orden de los clientes: un Banco y un Partido político. César es chantajeado con un dossier que muestra todas sus actividades en el pasado. O acepta el trabajo, cobrando una suculenta suma de dinero que le permitiría afrontar sus problemas económicos, o corre el serio riesgo de acabar en la cárcel. No tiene opción. Volverá a trabajar...

Con la excusa de que sus conocimientos enológicos se están quedando obsoletos, César se despide de su hija, contándole que se va a hacer un curso a Sudáfrica, pero que llegará a tiempo para la boda. Luz no ve claro el motivo de este repentino viaje, pero confía en la palabra de su padre.

Con todo su pesar, César, haciéndose pasar por pintor, llega a la ciudad para cumplir su "misión". Para ello, Vicente, le ha alquilado un piso, situado justo enfrente del edificio donde vive Cándido, un gordito cuarentón y solitario, de aspecto inofensivo...