Finbar McBride sólo quiere estar solo y que le dejen tranquilo, pero para él, nacido con enanismo, pasar inadvertido es una tarea casi imposible. La forma en que Fin se ha defendido siempre de la curiosidad que despierta es llevar una vida aislada presidida por una única pasión: los trenes.
Tras la muerte de su único amigo y compañero de trabajo, Fin se instala en una estación de tren abandonada en el campo, en Nueva Jersey, para vivir como un ermitaño.
Pero, al igual que les pasó a los jefes de estación que vivieron allí antes que él, Fin no tarda en verse involucrado en las vidas de algunos de sus vecinos: Olivia Harris, una artista que intenta superar una tragedia familiar, y Joe Oramas, un vendedor de perritos y hamburguesas de origen cubano con talento culinario y una sed insaciable de conversación.
En la olvidada estación de ferrocarril, este trío tan dispar empieza a forjar unos lazos singulares, que en última instancia revelan que incluso el aislamiento es mejor compartido.