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  Por todo lo alto  (En Fanfare)
  Dirigida por Emmanuel Courcol
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Tras el éxito de 'El Triunfo' (2020), Mejor Comedia en los Premios del Cine Europeo (EFA), Emmanuel Courcol regresa al Festival de Cannes con su comedia 'EN FANFARE' ('THE MARCHING BAND'), que celebra su presentación internacional en Cannes Première.

Se trata del tercer largometraje de Courcol, que con 'EN FANFARE' ('THE MARCHING BAND') regresa al festival tras la participación de su última película, la taquillera e inspiradora comedia humanista, de los barrotes a los escenarios, sobre el teatro y reinserción 'El Triunfo' (2020), Mejor Comedia Europea en los Premios del Cine Europeo (EFA Awards 2020).

'EN FANFARE' ('THE MARCHING BAND') está protagonizada por Benjamin Lavernhe ('Jeanne du Barry', 'La crónica francesa', 'Delicioso'), Pierre Lottin ('La noche del 12', 'El triunfo', la serie 'Lupin') y Sarah Suco ('El brindis', 'Las invisibles', '50 primaveras'; y directora de 'The Dazzled').

Una historia de descubrimiento y superación alrededor de una tardía e inesperada conexión a través de la pasión por la música. Una gran aventura fraternal, social y musical.

Emmanuel Courcol firma el guion de 'EN FANFARE' ('THE MARCHING BAND') junto a Irène Muscari, con quien ya colaboró en 'El triunfo'.


Entrevista con Emmanuel Courcol
P: Su película aborda varios temas. ¿Cuál es la idea original?

R: Abordo temas que me son muy queridos y que ya he tratado en mis películas anteriores, como los lazos fraternales, el azar y el determinismo social, y los reúno en una sola historia.

Mi punto de partida fue una idea que tuve hace mucho tiempo, durante una consulta sobre una película que nunca vio la luz, ambientada en Tourcoing, en el mundo de las majorettes. Fui allí para conocer a una banda de música y a su grupo de majorettes, las "Cht'is lutins". Nadie sabía leer música, ni siquiera el director. Todo el repertorio de la banda estaba compuesto por piezas que él adaptaba de oído. El director desglosaba las piezas por secciones y los demás reproducían lo que habían oído. Después del ensayo, fuimos todos a tomar algo a su casa y cuando vi a esas personas de todas las edades disfrutando de estar juntas, me di cuenta de la importancia de la música y de las bandas de música como vínculo social y emocional: son una familia y una forma de vida, un remedio contra el aislamiento, la omnipresencia de las pantallas y nuestro mundo tan desmaterializado. Mientras observaba a su director, me preguntaba cuál habría sido su destino de haber nacido en un entorno más privilegiado. Fue entonces cuando me vino a la mente la imagen de un gran director de orquesta que descubre la existencia de un hermano que toca en una banda de música: un choque cultural, emocional, social y musical.

P: Usted colaboró con Irène Muscari en la escritura del guion.

R: Quise escribir con un guionista desde el principio. Conocí a Irène cuando trabajaba en El triunfo, mi anterior película. Trabajaba como coordinadora cultural en las cárceles del centro penitenciario de Meaux y me dio muy buenos consejos sobre el guion y la realización de la película. Cuando empezamos a hablar de mi próximo proyecto, fue a ella a quien se le ocurrió la maravillosa idea del trasplante de médula. Nunca había escrito un guion, pero su punto de vista femenino me pareció indispensable, así que nos pusimos manos a la obra.

Me sorprendió porque aprendió muy rápido y descubrí a una auténtica guionista. Tiene muy buen ojo para los detalles, las ideas fluyen entre nosotros y nos complementamos muy bien. Yo tengo el bagaje técnico, el sentido de la estructura general y del diálogo, mientras que ella tiene un enfoque muy afinado de la psicología de los personajes y de la interacción humana. Somos muy parecidos en cuanto a gustos y cinefilia. Al final, lo que empezó como un contrapunto se convirtió rápidamente en una escritura a cuatro manos.

P: El tono que adopta está constantemente en el límite entre la comedia, la comedia social y el drama…

R: Lo que más me gusta es conciliar los opuestos y encontrar una forma de compromiso o equilibrio. Esto es cierto tanto en mi vida como en el cine: ¿drama o comedia? ¿Película de autor o cine popular? ¿Música clásica o canciones populares? ¿Por qué elegir? Es un camino exigente al borde de un desfiladero. No siempre es fácil, pero es lo que me apasiona. Es lo que impulsa mis ganas de escribir.

Se juega con cosas muy delicadas y hay que saber evitar el patetismo en cuanto aparece. Hay que moverse evitando cualquier complacencia y saber salirse por la tangente en el momento oportuno, para encontrar ese pequeño detalle que desactiva la situación y haga aflorar la emoción por sorpresa.

Por ejemplo, tuvimos cuidado de no dejarnos arrastrar por una película sobre la enfermedad. En este caso es un detonante que se olvida rápidamente, dejando espacio a la relación entre los dos hermanos. Lo mismo ocurre con el aspecto social de la fábrica. Es una realidad económica que queríamos evocar, pero sin embarcarnos en una película totalmente diferente.

Porque aquí, el tema es por encima de todo el encuentro musical y fraternal de dos mundos.

Por otra parte, desconfío del famoso "feel good movie", de algo demasiado meloso. Si la película es tan conmovedora como espero, se debe a la emoción y a la humanidad de los personajes con los que nos identificamos nosotros mismos. Es ver a personas generosas que pasan a la acción a pesar de la crueldad de la vida, personas que intentan hacerse un lugar en el mundo cargando grandes maletas. Eso es lo que la hace tan buena.

Este equilibrio se consigue escribiendo, actuando y montando. A este respecto, Guerric Catala, mi montador jefe, y yo pensamos de la misma manera. Cuanto más avanzo, más mi experiencia en el montaje alimenta un estilo contenido y preciso a la hora de escribir el siguiente proyecto.

P: ¿Tenía algún mantra para no distanciarse del espíritu de lo que quería conseguir?

R: No, no tenía ningún mantra, sólo un baño musical que reflejaba la abundancia de la película. Abordamos registros musicales muy diferentes, pero intenté mantenerme fiel a mis gustos ofreciendo al mismo tiempo un paisaje musical variado. Ya sea la música clásica que dirige Thibaut y que Jimmy descubre a través de él, o el jazz que comparten los dos hermanos, o melodías más inesperadas como la canción de Aznavour… Escucho mucha música, e Irène también es una gran melómana. Aun así, contamos con la ayuda del compositor Michel Pétrossian.

P: Normalmente, la música se utiliza para perfeccionar la puesta en escena. Pero, en este caso, es uno de los temas de la película… ¿Cómo se rodó?

R: Para la parte orquestal, la idea era huir de rodar un concierto y llegar al corazón de la orquesta. Tenía que conseguir tomas que no se ven cuando se asiste a un concierto. Quería que estuviéramos inmersos como lo está Thibaut, quería filmar sus manos y sus expresiones. Para la banda de música, era más sencillo porque las cosas son menos formales, es un espectáculo en sí mismo, más caótico y más vivo también.

P: Los silencios son también muy importantes…

R: Sí, pero poner en escena los silencios es algo muy intuitivo porque siguen los movimientos. De hecho, he seguido la dramaturgia de una partitura: allegretto, andante, adagio, etc., todos esos movimientos que conozco. Me siento, muy modestamente, como un director de orquesta.

P: ¿No hay música original?

R: Michel Pétrossian y yo intentamos incluir música original, pero era demasiado. Sobre todo porque necesitábamos silencio. Y ya había muchas pistas musicales.

P: Hablemos del reparto. ¿Los actores son también músicos?

R: Benjamin Lavernhe tiene buen oído, tiene mucho talento, es muy musical y toca la batería y la guitarra. Tiene un piano en casa, y se limitó a trabajar las piezas para crear la ilusión perfecta. En cuanto a la dirección, recibió clases durante varios meses y luego en el plató de Antoine Dutaillis, un joven y brillante director de orquesta. Benjamin es muy trabajador, y se esforzó para resultar perfectamente creíble trabajando las partituras y los gestos con extrema precisión. Dirigir una orquesta es como conducir un Fórmula 1: no hay margen para el error. En el plató, durante los extractos de las piezas sinfónicas, dirige de verdad. De hecho, si comete un error, la orquesta se estrella. Algunos músicos llegaron a decirle: "Hemos tenido directores que no eran tan buenos como usted".

Pierre Lottin, en cambio, es un músico autodidacta. Nunca estudió en el Conservatorio, pero compone y toca el piano a un nivel muy alto. Eso se aprecia sobre todo en la jam session con Benjamin en el restaurante, donde se divierten como locos. Para la película, tomó clases de trombón durante varios meses con Estelle Wolf, una trombonista que toca tanto en una orquesta clásica como en su banda de música. Durante la película, toca a un nivel amateur perfectamente aceptable.

Sarah Suco, también músico -acordeonista-, ha ido a clases de trompeta con Estelle, y maneja el instrumento lo suficientemente bien como para seguir el ritmo de la banda de música. De hecho, hicimos un making of de todo el aspecto musical de la película. Es fascinante, muy divertido y conmovedor.

P: ¿Cómo fue el proceso del casting?

R: Elegí a Pierre Lottin muy pronto, ya que trabajó en El triunfo. El papel de Jimmy estaba escrito para él. En cambio, no había pensado en Benjamin Lavernhe desde el principio, porque las edades estaban invertidas. El hijo adoptivo era el más joven. Cuando pensamos en el intercambio, pudimos ampliar el abanico de actores, y enseguida pensé en Benjamin.

P: Para los actores secundarios. ¿Buscaba actores o músicos?

R: Buscaba actores, pero que supieran tocar música. Como se mezclaban actores profesionales con músicos reales de bandas de música, no debían diferenciarse unos de otros. No es un juego de palabras, pero a mí me gusta mucho la armonía en un plató.

P: Usted fue actor antes de pasarse a la dirección…

R: Digamos que fue una vocación tardía. No pensaba en absoluto en dirigir cuando me aceptaron como joven actor en la Escuela Nacional de las Artes y Técnicas Teatrales. Sólo pensaba en ser actor de cine, pero hacía sobre todo teatro. Tenía una carrera bastante respetable y, poco a poco, mis deseos se fueron agudizando, necesitaba más. Empecé a escribir una obra de teatro, luego un guion, y por casualidad conocí a Philippe Lioret, que me pidió que colaborara en su siguiente película. Después de eso, coescribí varias películas con él y otros directores. Y entonces empezó a surgir una especie de insatisfacción y me decía mí mismo: "Bueno, yo no lo habría hecho como él…" y al final pensé: "¿Por qué yo no?" Y así es como empecé a dirigir.

P: ¿Qué cambia en el trabajo de dirigir actores el hecho de haber sido usted mismo actor?

R: Tiene un valor incalculable saber lo que significa estar delante de una cámara. Para mí, los actores son compañeros de estudios. Se produce una afinidad inmediata entre nosotros. En este sentido, a veces los actores no confían del todo en los realizadores. Así que cuando se encuentran con un director que conoce su oficio, habla su mismo idioma y empatiza con ellos, se sienten confiados. Y la confianza es crucial. Siempre les doy libertad. Pueden improvisar dentro de un marco preciso. Los diálogos están escritos, pero siempre estoy abierto a sorpresas agradables, sea cual sea la importancia del papel.

Benjamin, por ejemplo, es muy inventivo. Siempre se le ocurren cosas nuevas, intenta alimentar al personaje y las situaciones. Es un virtuoso, un perfeccionista. Y cuando es demasiado, lo reducimos en el montaje.

Pierre también inventa a su manera. Tiene ese lado instintivo, animal, y al mismo tiempo construye su papel de forma muy reflexiva. Es muy fino, muy preciso. Los dos tienen naturalezas muy diferentes, pero se complementan a la perfección. El trabajo de Sarah es sencillo y exigente a partes iguales. Ha sido un auténtico placer trabajar con artistas como ellos.

P: ¿Dónde rodó exactamente?

R: En Lallaing, cerca de Douai. Irène y yo habíamos explorado la zona. Antes de elegir Lallaing, había visto un documental muy bonito, La fanfare ne perd pas le nord, y le había preguntado al director, Frédéric Touchard, con qué banda de música debía contactar. Así que un día nos reunimos en casa, como Benjamin en la película. Después del ensayo, nos tomamos unas cervezas todos juntos, y la gente de allí se mostró enseguida muy acogedora y encantadora. Su personalidad, así como sus magníficos locales de ladrillo y la sala de ensayos que aparece en la película, encajaban perfectamente con lo que yo buscaba. Para mí, la elección era evidente: ¡había encontrado la banda de música de Walincourt! Y es esta banda la que vemos tocar en la película. El primer día de rodaje estaban un poco intimidados, pero enseguida se impuso su naturalidad, sobre todo con los miembros de apoyo de la banda que, como Jacques Bonnaffé, también son todos instrumentistas. Al tocar todos juntos, conseguimos crear un auténtico espíritu de grupo que se percibe en la película, ¡y ese es el poder unificador de la música!

P: La película tiene algo de comedia social británica pero al mismo tiempo es muy francesa, probablemente porque esta región del norte tiene una gran historia. Y mucha personalidad…

R: Sí, existe un rico tejido social cinematográfico en el norte de Francia. Con sus casas tan cinematográficas, sus calles de ladrillo y su ambiente auténtico y popular. Pero lo que más cuenta, sea cual sea la película, son los personajes y su humanidad. Y, sin embargo, todo ese material humano que me es tan querido y que se encuentra justo allí es particularmente conmovedor e inspirador. Porque me encantan las historias y sobre todo las personas que les dan vida: los personajes.


Biografía del director
Emmanuel Courcol es un actor, director y guionista francés.

Paralelamente a su carrera de actor, se dedicó poco a poco a escribir guiones en la década de 2000, antes de pasarse a la dirección en 2012 con su primer cortometraje Géraldine je t'aime, protagonizado por Grégory Gadebois y Julie-Marie Parmentier.

Después dirigió su primer largometraje, Alto el fuego, en 2015, con Romain Duris, Grégory Gadebois, Céline Sallette, y más tarde, en 2020 realizó El triunfo, con Kad Merad, Marina Hands, Laurent Stocker.

Recibió una nominación al Premio César al Mejor Guion Original en 2010 por Welcome, y el Premio Jacques-Prévert al Mejor Guion ese mismo año.

Seleccionada para el Festival de Cannes 2020, El triunfo obtuvo el Premio del Público en el Festival de Cine Francófono de Angulema y el Premio a la Mejor Comedia del Año en los 33 Premios del Cine Europeo.