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  Bonnard, el pintor y su musa  (Bonnard, Pierre et Marthe)
  Dirigida por Martin Provost
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Contexto de la trama
BONNARD, se sitúa a finales del siglo XIX y principios del XX, un periodo crucial para el arte moderno. Pierre Bonnard, miembro del grupo postimpresionista "Les Nabis", desarrolla su estilo distintivo durante esta época de cambio artístico. La película refleja el espíritu de innovación y desafío a las convenciones tradicionales que caracteriza a Bonnard y sus contemporáneos.

En el plano emocional y psicológico, la película profundiza en la relación compleja entre Pierre y su esposa Marthe. Su personalidad enigmática y su salud mental juegan un papel crucial en la vida y obra de Bonnard. La intimidad y tensión de su relación proporcionan un contexto rico para entender cómo sus luchas personales influenciaron profundamente su arte.


Nota del director (Martin Provost)
Cuando era niño, mi madre me trajo de una exposición en París un cartel que representaba a Marthe pintada por Bonnard, sentada a la mesa de La Roulotte frente a un paisaje exuberante, vibrante de luz y color. Lo fijé en la pared de mi dormitorio para verlo mientras me quedaba dormido. Aunque era demasiado joven para entenderlo, algo en esa imagen me fascinaba: su sensualidad y la extrañeza que desprendía, como una ventana a otro mundo.

Más tarde supe que La Roulotte era la pequeña casa a orillas del Sena, en Normandía, donde la pareja vivió en simbiosis y reclusión durante muchos años. Allí, Bonnard alcanzó su realización como artista. Con el tiempo, olvidé este cartel y la fascinación que sentía por él, pero este recuerdo volvió a atormentarme mucho después. Por casualidad, me instalé en Vexin, cerca de La Roulotte, un lugar donde aún vivo hoy en los mismos paisajes magnificados por la mirada de Bonnard.

Un día, Pierrette Vernon, la sobrina nieta de Marthe, me contactó. Ella quería que hiciera una película sobre su tía abuela, porque sentía que su papel fundamental en la obra de su marido no era suficientemente valorado. Podríamos decir que Marthe se convirtió en el emblema y fetiche de su obra, apareciendo en más de un tercio de sus pinturas. Sin embargo, ante la opinión pública, Marthe era vista como una mujer perturbada y manipuladora, mientras que Pierrette la veía como alguien que se sacrificaba por el trabajo de Pierre.

Hay un misterio en torno a Bonnard, ilustrado en la representación obsesiva del cuerpo de Marthe, su compañera y musa. Desde el principio, Marthe se muestra omnipresente, enigmática y descarada. Y luego, lentamente, mientras enfermaba, empezó a recluirse, a menudo en su bañera, eternamente joven y esquiva. La obra de Bonnard está totalmente ligada a su presencia; no sería lo mismo sin ella. Este vínculo indisoluble despertó en mí la necesidad de una comprensión más profunda. Desde mi infancia, Marthe, clavada en la pared de mi habitación, también formó parte de mi vida.

Al trabajar en el guion, me di cuenta de que se trataba de una desgarradora historia de amor, oculta tras la leyenda de su relación íntima y aparentemente aislada. Con Pierre y Marthe, nada era sencillo: ni la dulzura y egoísmo de Pierre, ni la mitomanía de Marthe, ni el papel decisivo que ella parecía haber jugado a su lado, ni siquiera los cuadros de Pierre, donde cada detalle sirve para desorientar aún más al espectador.

Estaban unidos por un pacto faustiano, una extraña alquimia, que hacía que todos se preguntaran quién estaba vampirizando al otro. Bajo el esplendor de los paisajes se adivina una tragedia subyacente. Entre sus parientes más cercanos, Bonnard fue considerado prisionero de Marthe hasta el final, aislado del mundo. Pero muchos afirmaron lo contrario después de la muerte del artista: que Marthe era la "víctima" voluntaria de Pierre, su prisionera, destrozada por su relación.

Reducir a Marthe al papel de musa sería un error, así como degradarla a una víctima impotente devorada por un genio depredador, objetivada por una mirada masculina en una sociedad patriarcal. Marthe tenía una personalidad fuerte, ocultó a Pierre partes importantes de su vida pasada y se construyó un nombre y carácter propios. Vivía en una mentira, pero al mismo tiempo huía de las falsas pretensiones: una inquietante combinación de sinceridad y mitomanía. Al retirarse del juego social, llevó a Pierre consigo, revelándolo a sí mismo y compartiendo su amor por la soledad y la naturaleza.

Marthe podría haber sido pintora. Al lado de Pierre, su deseo de pintar creció y lo hizo bajo una tercera identidad, Marthe Solange. Pero fue demasiado tarde. Después de su primera exposición, Marthe dejó de pintar y cayó en la locura. De ella solo quedan unas cincuenta pinturas, dignas de un estudiante de Bellas Artes. Marthe, nacida pobre, no tuvo tiempo de revelar plenamente al artista que llevaba dentro.

A pesar de su locura, Pierre nunca la abandonó. Hasta el final, mostró su absoluta dedicación hacia ella. Inicialmente fuerte y dura como un diamante, el tiempo la hizo frágil como el cristal. Pierre participó plenamente en el burbujeo artístico de su época al inicio de su relación, llena de libertad y experimentos amorosos. Pero cuando se aisló con ella para dedicarse por completo a su trabajo, pareció atormentado por una fiebre creativa alimentada por la culpa y los impulsos violentos. Es en este espacio no anecdótico que elegí ubicar la película, lejos de la típica biografía o reconstrucción histórica, en la transformación secreta de una pareja.