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  Cuando cae el otoño  (Quand vient l'automne)
  Dirigida por François Ozon
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Protagonizada por Hélène Vincent, Josiane Balasko, Ludivine Sagnier y Pierre Lottin, cuenta la historia de una mujer jubilada cuya vida cambia cuando, estresada por la visita de su hija, le cocina unas setas silvestres tóxicas. Todo lo que acontece después parece fruto del infortunio, pero la sombra de la duda crece cuando conoce al hijo de su mejor amiga, que acaba de salir de prisión.

Cuando cae el otoño (Quand vient l'automne), el film de François Ozon forma parte de la Sección Oficial de la 72 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, correspondiente al año 2024. Supondrá la sexta participación en la que el realizador galo opta a la Concha de Oro, que ya ganó, junto con el Premio del Jurado al mejor guion, con En la casa (Dans la maison, 2012). También logró el Premio Especial del Jurado con Mi refugio (Le refuge, 2009), además de presentar Bajo la arena (Sous le sable, 2000), Una nueva amiga (Une nouvelle amie, 2014) y Verano del 85 (Été 85, 2020). Otras tantas películas de Ozon han participado en Perlak, como 8 mujeres (8 femmes, 2002), Joven y bonita (Jeune et jolie, 2013), Frantz (2016) y Peter von Kant (2022).


Entrevista con François Ozon

P: Con CUANDO CAE EL OTOÑO vuelve a una película más intimista.

R: Después de Mi crimen, una comedia basada en la ironía y en el engaño, me apetecía escribir un guion original, hacer una película más anclada en la realidad, más sobria.

Vuelvo a tocar el tema de la culpabilidad y el asesinato, pero con otro tono, en un ambiente más al estilo de Simenon, un autor que siempre me ha gustado. He querido que la puesta en escena fuese sencilla y amable a la vez, pero que la atravesara una corriente de tensión y de suspense por lo mucho que hay en juego para cada uno de los personajes, que se enfrentan a casos de conciencia complejos, más allá del bien y del mal.

Pero lo que realmente me apetecía era filmar a actrices entradas en años, enseñar la belleza de las arrugas en sus rostros, producto del paso del tiempo y de su experiencia vital. Me asusta ver hasta qué punto es algo que desaparece en nuestra sociedad y en las pantallas de cine y televisión. Tenía ganas de filmar a actrices de 70 y 80 años que aparentan su edad y la asumen sin trucos.

Volví a pensar en Bajo la arena, con Charlotte Rampling - entonces solo tenía 50 años -, y todos me decían: "Es demasiado vieja, no interesará a nadie".

P: ¿Cuál fue el punto de partida de la película?

R: Mi historia personal. Cuando era niño, una de mis tías organizó una comida familiar para la que preparó setas recogidas por ella. Durante la noche nos pusimos todos enfermos, excepto ella, que no las había probado. El incidente me fascinó y sospeché que mi tía, tan amable y generosa, había querido envenenar a toda la familia (un poco lo que yo deseaba muy dentro de mí).

Luego, al descubrir "Le roman d'un tricheur", la novela de Sacha Guitry, volví a pensar en mi tía.

Cuando se preparan setas silvestres, ¿no será que tenemos ganas - más o menos conscientemente - de deshacernos de alguien? Esta pregunta fue el punto de partida para crear un personaje que, en apariencia, es la abuelita perfecta, pero que podría ser más turbia que la imagen que cultiva.

P: CUANDO CAE EL OTOÑO gira en torno a un agujero negro, el de nuestros actos fallidos.

R: Quería fundir en la narración la dificultad que representa envejecer con un aspecto de thriller. Decidí dejar numerosos elementos fuera del encuadre y dejar muchas cosas sin explicar, lo que permite al espectador construir su propia película y su propia interpretación en cuanto al comportamiento de Michelle o de Vincent, el hijo de Marie-Claude, y del que solo sabemos que "hizo tonterías".

La vida nos ofrece a menudo e inesperadamente el cumplimiento de algún deseo de lo más secreto.

Tendemos a santificar e idealizar a las personas mayores, a olvidarnos de que han vivido un pasado más complejo de lo que parece, que tienen una sexualidad y un inconsciente... Quería plasmar la ambigüedad del deseo de Michelle por volver a ver a su nieto. Nada de lo que hace es totalmente claro ni proviene de su propia voluntad. Están las circunstancias, la casualidad, la inmanencia.

También quería que la película nos enfrentase a nuestro comportamiento, a nuestra reacción cuando se sospecha que alguien cercano a nosotros ha cometido un acto que quizá no aprobaríamos, pero del que no hemos sido testigos. La duda se instala en nosotros, ¿Y hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para protegerle?

Me parece que esta pregunta tiene una particular importancia en la sociedad actual.

P: Juega con la ambigüedad, pero tengo la impresión de que hace más hincapié en el instinto de supervivencia de Michelle y no tanto en el peso eventual de su culpabilidad, sobre todo al rodarla en sus quehaceres cotidianos...

R: Era importante arrancar mostrando el ritmo de esta mujer de 80 años que vive en el campo, en una casa bonita. Cuida del huerto, va a misa, lleva a su amiga en coche, cena sola... Es un ritmo de vida totalmente diferente de cuando vivía en París. Es un día a día lleno de silencios. Hay momentos en que podría decir más, pero no lo hace. O quizá no se oye. Michelle se protege. No es maquiavélica, pero sí se ha creado una verdad. Es una forma de supervivencia.

P: En el centro de CUANDO CAE EL OTOÑO está la amistad entre Michelle y Marie-Claude, que aporta un ritmo a la película.

R: La idea de la amistad, de la sororidad, ya estaba presente en Mi crimen, con las dos chicas que se ayudan mutuamente. Aquí se trata de dos mujeres mayores, dos mujeres que han compartido un trabajo, un pasado... Me apetecía filmar cómo disfrutan estando juntas. Michelle y Marie-Claude son lo más parecido a dos hermanas, aunque es obvio que una lo pasó peor que la otra. Marie-Claude no tiene la fuerza de Michelle, ni su falta de moral. No sabe acomodarse a la realidad; para ella son auténticas bofetadas que duelen, y acaba enfermando. Se siente responsable por su hijo, que ha pasado un tiempo en la cárcel, se siente culpable y se pregunta qué hizo mal como madre. Pero Michelle se consuela con mayor facilidad: "Hicimos lo que pudimos".

P: ¿Por qué escogió a Hélène Vincent y a Josiane Balasko para encarnar a las dos amigas?

R: Trabajamos juntos en Gracias a Dios, donde interpretaban a dos madres. Eran papeles pequeños, pero memorables. Lo pasé muy bien con ellas y me apetecía ampliar nuestra colaboración. Hélène Vincent no ha tenido muchos papeles protagonistas en cine. Es una gran actriz, expresa dureza y ternura al mismo tiempo. Su belleza no sobresale, pero es fascinante contemplarla. Se metió de lleno en el personaje. Curiosa coincidencia, vive en Borgoña, no muy lejos de donde rodamos. En cuanto a Josiane Balasko, encarnó la culpabilidad que roe a Marie-Claude, así como un nivel de vida más modesto, a través de sus movimientos, de su forma de andar; tanto su rostro como su cuerpo comunican una profunda humanidad.

Luego está Pierre Lottin, que da vida a Vincent. También tenía un papel pequeño en Gracias a Dios. Es muy apuesto e inquietante, aporta ambigüedad, una especie de duplicidad. Me pareció perfecto para interpretar a un chico tan encantador como peligroso, un alma atormentada que puede explotar en cualquier momento.

P: Háblenos del reencuentro con Ludivine Sagnier y Malik Zidi.

R: Hacía más de veinte años que no trabajaba con Ludivine, desde Swimming Pool. Fue conmovedor, y también un verdadero placer volver a vernos y rodarla en un papel de una mujer de 40 años, frágil y agresiva a la vez, que lleva su dolor como una carga. Malik Zidi, gracias a su presencia, hace existir físicamente en muy poco tiempo a un personaje secundario. Ya había trabajado con Ludivine en Gotas de agua sobre piedras calientes. Este lejano vínculo solo existe para mí y algunos espectadores, pero puede ser real en nuestro imaginario.

Para el papel de la policía, creo que Sophie Guillemin es perfecta. Desprende belleza, luz, dulzura, una forma de mirar a los demás con intensidad. Siempre supe que el capitán de policía debía ser una mujer. Una mujer comprensiva, que decide correr un tupido velo sobre el asunto, quizá porque esa familia recompuesta tiene que ver con su vida, su parto reciente sin presencia paterna.

P: También está el profundo vínculo que une a Michelle con su nieto Lucas.

R: Quise plasmar el contraste entre la juventud y la vejez, filmar la mano del nieto en la de la abuela, esos vínculos tan carnales entre abuelos y nietos. Es muy probable que la vida de Michelle fuese muy movida, pero ahora descansa, le apetece disfrutar de la naturaleza, de su amiga y de su nieto. Se nota un sosiego, un bienestar, una soledad asumida hasta el momento en que le quitan la posibilidad de ver a su nieto. De pronto, todo le pesa. No consigue levantarse por la mañana, duerme todo el día, entra en un estado depresivo.

Michelle es una mujer cariñosa, pero no se lo transmitió todo a su hija, y compensa su necesidad de transmisión exacerbada con su nieto. Al final de la película, le da las llaves de la casa a su nieto; la misma casa que su hija, a la que siempre le faltaba dinero, que no encajaba en el pasado de su madre, quería arrebatarle. La hija exigía, pero el nieto lo recibe todo.

P: El pasado de Michelle permite hacer hincapié en el peso de la herencia, en la dificultad de la transmisión...

R: No se trata de un deus ex machina que todo lo explica - una hija también puede no llevarse bien con una madre sin que esta tenga semejante pasado -, pero sí permite esclarecer un poco mejor la tensión existente entre madre e hija.

El pasado de Michelle y de Marie-Claude es una china en el zapato de sus hijos. Me documenté en profundidad, y por lo que vi, hay dos reacciones: o bien el hijo opta por defender a su madre pensando que es una víctima, que debe ayudarla a tener una jubilación, etcétera... O bien rechaza a la madre porque lo que hizo le choca y le parece inmundo. Los comportamientos de Vincent y de Valérie representan un poco los arquetipos de las reacciones, aunque sean bastante más complejos.

P: ¿Por qué quiso materializar el fantasma de Valérie?

R: Siempre me ha gustado poner en escena a los fantasmas, como el de Bruno Cremer en Bajo la arena. Se vive con fantasmas, sobre todo cuando envejeces. Además, desde el momento en que la película se cuenta desde la perspectiva de Michelle, me pareció importante encarnar físicamente la duda que representa la senilidad y, por lo tanto, enseñar la culpabilidad que aflora a través de la presencia fantasmal de su hija. Quise crear un ambiente extraño un poco aterrador, una especie de tensión psicológica. ¿Conseguirá el fantasma que Michelle haga o diga algo?

Pero, al fin y al cabo, el fantasma la ayuda, tiene una función terapéutica. Valérie sigue viviendo dentro de Michelle, aunque probablemente en una versión más dulce. Para Michelle es más fácil hablar con ese fantasma que con su hija cuando estaba viva. Forma parte del proceso de reconstrucción y de supervivencia de Michelle, le permite reconocer que se siente aliviada por la marcha de Valérie. Al final palpamos que la madre y el fantasma de la hija se han reconciliado.

P: Háblenos de la música, ¿por qué Sacha y Evgueni Galperine?

R: Ya habíamos trabajado en Gracias a Dios, y me había gustado. Les entregué el guion antes de empezar a rodar y les pedí una música ambiental, bastante tenue, que creara una tensión soterrada, inconsciente. Sin ver una sola imagen compusieron un tema al piano que me pareció bellísimo al que añadieron el ruido de hojas cayendo. Esta pieza nos guió durante el montaje y para la creación de otros temas.

En cuanto a la escena de la inauguración del bar de Vincent, la canción "Aimons-nous vivants", de François Valéry, es emblemática del espíritu de la película porque, más allá de las circunstancias, muestra ante todo la fuerza de los vínculos y la capacidad de resiliencia y supervivencia de Michelle.

P: La naturaleza está muy presente en la película

R: Me pareció importante que esta historia intimista transcurriera en Borgoña, una región que me gusta y en la que pasé numerosos veranos siendo niño. Rodamos en Donzy, cerca de Cosne-sur-Loire, una zona donde se ha rodado en contadísimas ocasiones.

Después de tantas películas en ciudades, estuvo muy bien rodar la tranquilidad del campo, volver al origen de parte de mi infancia. El ritmo de las estaciones y la naturaleza están muy presentes en los colores, la luz, los sonidos, el ruido del agua en los canales.

La película empieza y acaba en otoño, en el bosque. Metafóricamente, Michelle se funde en la naturaleza, rodeada de helechos, y regresa como hace una seta. Es el ciclo de la vida.