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  Spanglish  Dirigida por James L. Brooks
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En sentido literal, "Spanglish" es un híbrido entre español e inglés, un dialecto que hablan casi 40 millones de latinos que viven en los Estados Unidos. Se refiere al cruce de estas culturas dispares cuando terminan conviviendo juntas bajo el mismo techo. Según Brooks, "Hay tantas cosas que son tan diferentes en estas dos culturas, y esta película tiene mucho que ver con donde coinciden, y donde no podrán coincidir nunca. Uno de los lugares donde pueden coincidir, y donde los personajes de Flor y John encuentran un campo común, es su forma de criar a los niños. Los dos se sienten cómodos siendo los directores de las vidas de sus hijos".

Al principio de la película, Flor, madre soltera mejicana, es abandonada con poco dinero y pocas oportunidades con su querida hija de seis años, Cristina. Como explica Brooks, "Flor se siente muy culpable por haberse casado con un hombre que no era un buen padre y esconde todas sus necesidades de mujer joven entregándose a su hija. Esta devoción no es ni un sacrificio ni un martirio para ella, sino la cosa más natural en el mundo".

Buscando una vida mejor para su hija, Flor sale de México y se instala en una comunidad latina de Los Ángeles, de la que nunca sale. Efectivamente, sigue anclada en un mundo y en una lengua que le resulta familiar, separada de la cultura norteamericana hasta el día que es contratada como ama de llaves de los Clasky. Como apunta el narrador (Cristina, seis años después del final de la película), "después de tanto tiempo en Estados Unidos, finalmente penetra en tierra extranjera".

John y Deborah Clasky (Adam Sandler y Téa Leoni) están pasando una mala época en su matrimonio. John es un padre y marido amante, paciente y dedicado, además de chef y propietario de un próspero restaurante. Deborah ha perdido su trabajo recientemente en una compañía de diseño comercial y ahora está al borde de una crisis de identidad. Su carrera le había permitido canalizar gran parte de su nerviosa energía. Sin ese escape, sus inseguridades amenazan la estabilidad de la familia. Como apunta Brooks, "Deborah está atravesando una gran crisis de principios de la madurez (Está en los treinta y muchos) que afecta a todo el mundo a su alrededor".

Con buenas intenciones, pero hipertensa e inconscientemente algo chiflada, Deborah siempre se esfuerza por valorarse y constantemente se alude a sí misma. Sus dos hijos, Bernice y Georgie (Sarah Steele e Ian Hyland), son víctimas de la visión idealizada de Deborah de cómo deberían ser. La madre de Deborah, Evelyn (Cloris Leachman), está al tanto del caos interno de su hija y de sus consecuencias, y le duelen, pero sus consejos caen en saco roto. Evelyn es una ex-cantante de jazz de éxito moderado que ahora lidia con su situación actual, viviendo en la casa con la desaprobación constante de su hija por ser una dedicada y amable borracha. "Hasta cierto punto, Evelyn es la única que ve las cosas venir", dice Brooks. "Percibe lo que va a pasar antes de que lo hagan los interesados. Hay una línea donde le dice a Flor: 'Te quiero. Os quiero a todos vosotros. Eso es lo que me está matando'".

Deborah encuentra el comportamiento egoísta, y frenético de Deborah extraño y amenazador. Cobijada en su incapacidad para hablar inglés, observa en silencio el comportamiento de su jefa desde una distancia segura. "La privacidad y la dignidad son lo mismo, en lo que respecta a Flor", explica Brooks. "Ella mantiene su vida privada separada de los Clasky. Ni siquiera les cuenta que tiene una hija hasta que se ve obligada".

Sin embargo, inevitablemente Flor se ve envuelta en las vidas de los miembros de la familia. En un intento, no demasiado sutil, para animar a Bernice a perder peso, Deborah compra a su hija ropa de una talla demasiado pequeña. Bernice está desolada. Flor se olvida de su aislamiento y se acerca para ayudar a Bernice. Reconfecciona la ropa para que le valga, y al hacerlo, pierde su última línea de defensa.

Al mismo tiempo, un importantísimo periódico da al restaurante de John una condecoración de cuatro estrellas, nombrándole "el mejor chef de Estados Unidos". Su reacción tiene dos caras porque trabajar en un restaurante en Nueva York que recibe cuatro estrellas, "Es lo más propicio para acabar convirtiéndose en un idiota. El acento de la gente cambia". Él está convencido que tres estrellas y un cuarto hubieran sido perfectos: "Tienes respeto suficiente para tener buenos trabajadores contigo. El negocio va bien, no es una locura. Estás ahí, bajo el radar, donde puedes pensar en tu propio negocio. Es una vida sólida".

Los Clasky alquilan en verano una casa en la playa en Malibu que es inaccesible en autobús. Deborah asume que Flor se mudará con ellos en verano. Pero Flor se niega, y violando su propia privacidad, le cuenta por primera vez a la familia que tiene una hija. Deborah les dice que ambas pueden ir. Si no se muda con ellos perderá su trabajo. Está entre la espada y la pared y Flor se va con ellos.

Deborah se conmueve inmediatamente con Cristina y toma bajo su protección a la impresionable niña. Como anota Brooks, "Cristina es una niña de oro. Es brillante, bonita y está impresionada por Deborah. Entre las dos mujeres se desarrolla una competición por el carácter y el alma de la niña".

Además, mientras el comportamiento de Deborah se hace más y más inapropiado, Flor y John se van uniendo poco a poco y se ven síntomas de una atracción mutua. "Lo que Flor y John tienen en común es el amor por sus hijos", dice Sandler. "Siempre intentan que todo el mundo sea feliz".

Brooks añade, "John es un padre devoto como Flor. Demuestra una enorme voluntad y optimismo mientras trata de ser al mismo tiempo madre y padre para su hija cuando Deborah se involucra peligrosamente. Aunque separados por el idioma (a veces, cómicamente, Cristina sirve de intérprete entre los dos), Flor y John encuentran un gran punto en común: la desprendida y sincera preocupación por sus hijos". "La decencia puede ser sexy", dice Brooks. "Y eso es exactamente lo que pasa entre estos dos personajes. Su carácter abierto y su decencia les atraen del mismo modo que normalmente atraen en las películas un vestido corto o un aspecto despampanante. Están literalmente impresionados por su bondad".

Las dificultades de comunicación inherentes y las carencias del lenguaje impregnan todas las relaciones en Spanglish. La productora ejecutiva Christy Haubegger afirma, "Hay dificultades lingüísticas por toda la película, entre John y Deborah, Deborah y Flor, Flor y Cristina, John y Flor, etc. La palabra 'Spanglish' es una metáfora sobre la colisión de culturas dentro de esta casa. También es una metáfora sobre las limitaciones generales del lenguaje. Hasta cierto punto, tanto si hablamos o no la misma lengua, siempre estamos interpretando el comportamiento del otro".

Mientras John y Flor tienen problemas para comunicarse mediante el lenguaje, muestran una comprensión instintiva hacia el comportamiento del otro y una auténtica empatía y compasión por los sentimientos del otro. "Las diferencias culturales en nuestra sociedad heterogénea pueden ser profundas", dice Brooks. "Pero con Flor y John, lo que son profundas son las similitudes".

Leoni se hace eco de ese sentimiento y añade, "Las culturas que se juntan, que chocan entre ellas, son, ciertamente, unas de las cuestiones de las que trata esta película. Pero creo que con lo que juega Jim es con incapacidad para comunicarse, comprender o incluso escuchar a la gente que más próxima tenemos en nuestras vidas".