Seleccionada para el Festival de Berlín 2004, es una película sobre las atrocidades cometidas durante el Apartheid protagonizada por Samuel L. Jackson, Juliette Binoche y Brendan Gleeson, y dirigida por John Boorman (El sastre de Panamá).
Country of my skull es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de la poetisa sudafricana Antjie Krog. Esta narra el encuentro romántico entre dos periodistas -un americano y una sudafricana- con el trasfondo de los juicios contra los crímenes cometidos en este período.
Jonh Boorman ha obtenido dos veces el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes (The General, Excalibur), al que asiste asiduamente a presentar películas.
Declaraciones del director
En la época más dura del Apartheid viajé por toda Sudáfrica. Visité townships (distritos segregados) como Soweto. Me alojé en una finca del Estado Libre de Orange y visité las universidades de Durban, Ciudad del Cabo y Johannesburgo, y viajé a Port Elizabeth para ver a Athol Fugard.
Aprendí a admirar el valor de aquellas personas, blancas y negras, que luchaban contra el sistema. Van Zyl Slabbert, por ejemplo, un afrikaner que encabezaba entonces la oposición parlamentaria. Vi cómo a su mujer le escupía en la calle un afrikaner que pensaba que su marido había traicionado a su raza.
Me entusiasmó, como a todo el mundo, el triunfo de Mandela, su victoria moral y su generosidad. Me conmovió profundamente el libro de Antjie Krog y su crónica de la cobertura de las sesiones de la Verdad y la Reconciliación, un valiente intento de erradicar las profundas divisiones y heridas que dejó el Apartheid, y aproveché la ocasión para hacer una película con todo ello.
Como observador ajeno, pero solidario y más o menos informado, me preocupaba la idea de contar una historia tan importante para el pueblo sudafricano. Sin embargo, mis amigos sudafricanos me convencieron de que sólo un extranjero objetivo sería capaz de abrirse paso entre los matices del problema y con ayuda de un fantástico equipo de técnicos sudafricanos decidí hacer mi película de la forma más realista posible. Elegí un estilo sencillo y austero.
Emocionalmente ha sido la experiencia más apabullante de mi carrera, enfrentarse día a día al dolor y la agonía de todas las historias que dejó el Apartheid.
Cuando preparaba la película, pensé que la decisión más importante era quizás la elección de la actriz que debía encarnar a Anna. La mitad de las actrices famosas de Hollywood y Europa estaban haciendo cola para conseguir el papel. Elegí a Juliette Binoche por su riqueza emocional y por su capacidad para mostrarse absolutamente vulnerable en la expresión de su dolor, sin el menor atisbo de autocomplacencia o autocompasión. Para mí, trabajar con ella ha sido una revelación. ¿Cómo puede una persona ser tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo?
Sam Jackson, en cambio, es un actor hábil, ingenioso e irónico que es capaz de darlo todo en la primera toma. O sea, que cada uno de ellos necesitaba cosas distintas de mí en el proceso de guiarles hasta un punto que les permitiera hacer la escena juntos.
Para compenetrarse con Juliette, Sam exploró sus emociones más íntimas, las que normalmente oculta a la cámara, y Juliette reaccionó a la capacidad de improvisación de Sam. La historia de amor de Anna y Langston, blanca y negro, es el espejo del conflicto entre las dos sociedades sudafricanas, y en su relación resuenan las historias que escuchamos en la Comisión para la Verdad y la Reconciliación.
La experiencia me ha abierto los ojos a la posibilidad de mejorar el mundo. Qué maravilla que Sudáfrica, que tanto ha sufrido a causa del racismo, pueda dar al mundo ahora una lección sobre cómo cicatrizar una herida. Deseo con todas mis fuerzas que la película, que está dedicada a Nelson Mandela y al pueblo oprimido de Sudáfrica, haya conseguido reflejar una parte de este espíritu.