Si tu quieres, podrás quedarte en casa toda tu vida...". El matrimonio formado por Paul y Edith Guetz nunca imaginaron hasta que punto esta declaración de amor a su retoño recien llegado al mundo tendría carácter profético. 28 años más tarde, su hijo, Tanguy, todavía vive en la casa paterna. Buen estudiante , con varios diplomas, es muy sociable y agrada a las chicas, a las cuales invita con regularidad a casa de sus padres.
Tanguy se encuentra a sus anchas viviendo en casa de sus padres y con sus estudios eternos. Su padre le llama irónicamente "el gran bebé" pero eso no parece alterar la armonía en casa de los Guetz. Aparentemente, al menos... Pues en efecto, Edith no soporta ya a Tanguy. Inquieta por estos sentimientos de "odio" hacia su hijo, ella incluso consulta a un psiquiatra. Gracias a Dios, tras su tesis de chino, Tanguy se irá a vivir a Pékin. Edith cuenta los días esperanzada por librarse finalmente de su omnipresente vástago. Mientras tanto, se comporta como una madre amantísima para no exteriorizar su deseo de perder de vista a Tanguy.
Sin embargo, Tanguy anuncia que va a prolongar un año más el final de su tesis. Edith estalla ante su marido enloquecida por la terrorífica perspectiva: ¡su hijo se quedará con ellos para siempre!. Paul le sugiere un astuto plan: si Tanguy se halla a disgusto en casa, acabará marchándose. Así, comienzan a hacer que su vida en casa sea cada vez más incómoda. Sin embargo, la pachorra de Tanguy es superior a cualquier cosa que ellos pudieran esperar. "Convencer" a su hijo de que, fuera del hogar paterno, su vida sería mucho mejor comenzará a resultar una tarea casi imposible.