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  El sonido del trueno  (A sound of thunder)
  Dirigida por Peter Hyams
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Protagonizada por Ed Burns y Ben Kingsley, esta película de ciencia-ficción cuenta la historia de un safari que organiza viajes en el tiempo para cazar dinosaurios en la prehistoria.

En uno de los viajes algo falla y provoca terribles y desastrosas consecuencias para la tierra y su existencia...

"El Sonido del Trueno es una película sobre la responsabilidad y las consecuencias de nuestros actos", afirma el director Peter Hyams, aficionado a la lectura y al género de la ciencia ficción. Hyams ha participado como director y guinista en películas del género de la ciencia-ficción tan notables como Atmósfera Cero, Capricornio Uno, 2010: Odisea dos, el thriller futurista Timecop, The Relic o El Fin de los Días. "No podemos predecir con exactitud lo que pasaría o cómo afectaría al presente si se operara algún cambio en el pasado. Pero esta película nos permite especular con una posibilidad aterradora".

Con ayuda de Tim McGovern, supervisor de efectos visuales ganador de un Oscar®, Hyams plasma en poderosas imágenes algunas de las más catastróficas posibilidades apuntadas por Ray Bradbury, una tarea que le obligó a supervisar casi novecientos trucajes en cada fase de la producción. "El planteamiento", explica el director, "es que si alguien altera algo del pasado, esto incidirá en el curso del tiempo en una serie de oleadas que alcanzarán efectos finalmente impredecibles".

El escritor Ray Bradbury publicó el provocador relato A Sound of Thunder en 1952. Desde su aparición, esta historia tan deliciosamente inquietante sobre la inminente aniquilación de la raza humana por el descuido de una sola persona, ha sido recogida en más de ochenta antologías de todo el mundo, es uno de los textos favoritos de los programas de estudios escolares y sigue siendo fuente de inspiración para escritores y cineastas.

Nada estimula la imaginación como la posibilidad de manipular el tiempo y las consecuencias que pueden surgir de esa descarada -aunque irresistible- acción. "Es un tema infinitamente intrigante y desafiante", dice Hyams. "Creo que sólo quedan dos fronteras para la exploración: el espacio y el tiempo. Hay una especie de voyeurismo conectado con los viajes en el tiempo, una oportunidad para ver de primera mano algo sobre lo que sólo has leído o has hecho conjeturas. El tiempo es ciertamente una localización tan exótica como cualquier otra en el mundo".

"Es la última dimensión de la exploración", dice el ganador del Oscar® Ben Kingsley, que interpreta al taimado y poderoso Director General de Time Safari, Charles Hatton. Él se hace eco de los sentimientos del reparto cuando elogia la sutileza de Hyams al guiar los diversos hilos argumentales para que los actores pudiesen centrarse en la acción del momento. "No puedes hacer una buena película de ciencia-ficción a menos que tengas una comprensión de los hechos que hay detrás de la ficción", dice. "Peter claramente la tiene, y por ello es un proceso intelectualmente estimulante trabajar con él. Estábamos tratando con líneas paralelas de evolución, interpretando escenas que nuestros personajes ignoran al final de la película. Con Peter ocupándose de las líneas temporales teníamos libertad para trabajar en las relaciones de los personajes".

"Es interesante cómo una historia escrita en los 50 se presta tan perfectamente a al mundo actual", añade Edward Burns, reconociendo la vigencia de la visión de Bradbury. Burns, que en la película interpreta al Dr. Travis Ryer, asegura que saltaría de cabeza si tuviera la posibilidad de hacer un viaje temporal. "Probablemente escogería Nueva York en el cambio de siglo", murmura. "Me gustaría pasear por mi barrio y ver lo que había allí".

Quizás el trabajo más desafiante a nivel creativo pero también el más divertido fue imaginar qué clase de criaturas podrían haberse desarrollado si la evolución hubiese tomado un camino divergente hace 65 millones de años -y darles vida. Esa tarea recayó en Peter Hyams, que sacó su inspiración de muchas fuentes, especialmente de aquellas que más le asustaban. "Me dan pánico las anguilas", proclama, "y si viese un dragón Komodo no tendría que preocuparme porque se lanzase sobre mí porque estaría muerto de un ataque al corazón en un segundo".