La historia comienza en La Habana, a finales de 1958. Martín, un español de alrededor de 40 años llega a la ciudad tras cumplir diez años de condena en una cárcel franquista, el motivo: asaltar un banco en Barcelona junto a tres compinches, uno de ellos murió en la acción, otro se dió a la fuga y al tercero, Martín, le tocó pagar los platos rotos. Después de dormir demasiadas noches en presidio desembarca en La Habana con las alforjas casi vacías y la cabeza cargada de pesadillas.
Se hospeda en una pensión de quinta categoría y mira desde una ventana muy grande la sucesión de edificios, almacenes, bares y rascacielos que se levantan en la capital de las antillas. Es precisamente aquí donde quedó en encontrase con su amigo Dalmau, el único sobreviviente del asalto. Pero han pasado los años y la única pista que tiene Martín es una foto donde aparecen los dos levantando en alto una botella de oporto, al dorso se lee una frase de Lorca: "Si me pierdo, que me busquen en La Habana".