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  La doble vida del Faquir  Dirigida por Esteve Riambau, Elisabet Cabeza
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Elisabet Cabeza (Sabadell, 1965)
Licenciada en Periodismo, trabaja desde 1990 en el periódico Avui, primero en la sección de política internacional, después como corresponsal en París y, desde 1996, en la sección de Cultura y Espectáculos donde se ha ocupado fundamentalmente de la información cinematográfica. La doble vida del faquir supone su primera incursión en el terreno de la realización cinematográfica.

Esteve Riambau (Barcelona, 1955)
Licenciado en Medicina, ha ejercido la especialidad de Nefrología hasta 1989. Crítico cinematográfico desde 1978, es autor de más de una treintena de libros sobre Historia del Cine y Profesor Titulado de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona. Coautor de los documentales televisivos La passió posible. L'Escola de Barcelona (BTV, 2000) y Orson Welles en el país de Don Quijote (Canal +, 2000), se adentra por primera vez en la realización cinematográfica con La doble vida del faquir.

Apuntes de los autores
El hallazgo de una vieja película fue el detonante de esta historia. El film, con el sugerente título de Imitando al faquir, daba pistas pero no desvelaba la sorpresa que contenía más allá de su argumento aparentemente naïf: un juego de disfraces con el convulso escenario de la guerra civil española de fondo.

Rodada en el verano del 37, fue la primera película amateur de Felip Sagués, un hombre de negocios aficionado a la magia y al cine: Sus protagonistas fueron los alumnos de un orfanato de Sant Julià de Vilatorta, donde él y su familia se habían refugiado durante la Guerra, huyendo de Barcelona. Sagués se inspiró en las películas americanas de aventuras exóticas de los años treinta, pero a pesar de la destreza cinematográfica que demuestra Imitando al faquir y de sus artesanales homenajes a Hollywood, lo que más nos fascinó fueron las historias personales que se intuían tras los ocasionales actores infantiles con los que trabajó Sagués y las excepcionales circunstancias en las que se rodó su película.

Las primeras charlas que mantuvimos con algunos de los alumnos que participaron en aquel rodaje, ahora octogenarios, nos conmovieron, como lo hizo María Teresa Pascual, la hija de un marqués convertida en actriz para la ocasión. Tampoco fue difícil convencer a Carmina Sagués de que, aunque Imitando al faquir fuese la obra menos galardonada de su padre a lo largo de su fructífera carrera como cineasta amateur, era la que nos interesaba como motor de nuestro proyecto. Y el majestuoso Co·legi del Roser de Sant Julià, donde se rodó la película, se ha ganado el rango de personaje en nuestra película. Desde la primera vez que lo visitamos, sus paredes empezaron a susurrar secretos de los que habían sido testigos y que esperamos que la cámara sea capaz de captar. Joaquín Jordá fue el primer interlocutor al que contamos nuestra historia y nos devolvió el favor con un regalo que, en forma de vuelta de tuerca, hemos incorporado a la película.

La confianza y los sabios consejos de Antonio Chavarrías, productor e inesperado foto-fija, han conducido el proyecto por un largo trayecto de preproducción que ahora desemboca en el rodaje. Son ya casi dos años los que llevamos trabajando en esta película a la que se ha ido incorporando un equipo entusiasta que constantemente aporta ideas enriquecedoras. Así ha nacido La doble vida del faquir, sin unos límites definidos entre el documental y la ficción para dar cabida a los diversos materiales que el cine y la historia ponían a nuestra disposición y teniendo siempre presente la máxima de Jean Renoir cuando afirmaba que la puerta del plató debe dejarse siempre abierta por si, de pronto, irrumpe la realidad.

Notas del productor
La doble vida del Faquir arranca de un suceso mágico. Hace casi 70 años, en medio de una guerra civil, un cineasta amateur rueda una película de aventuras en el pequeño pueblo en el que se esconde. Los protagonistas son niños de un orfanato y las pequeñas hijas de un marqués, que también se esconde de los rigores revolucionarios.

Durante unos días, los niños y las niñas viven sumergidos en el espacio irreal y fantástico de la historia que ruedan, convertidos en aventureros, magos, sultanes o princesas de un mundo en que todo es posible.

Al terminar el rodaje y más tarde la Guerra, todos volvieron a su realidad y condición, sus vidas siguieron los caminos previstos sin que huérfanos y futuras marquesas volvieran a verse nunca.

Esta historia ya tiene, para mí, suficiente entidad e interés como para justificar la existencia de este documental.
Pero lo que resulta más sugeridor y apasionante de la propuesta de Elisabet y de Esteve es el hecho de volver a reproducir la magia de aquellos días, volver a convertir en protagonistas a aquellos niños en una nueva película, en un juego de espejos en el que un nuevo rodaje aparece como un reflejo de lo que pasó hace tanto tiempo.

Un espejo que comunica el pasado con el presente, los protagonistas vuelven a los mismos escenarios, recorren los pasillos, los patios y los claustros del viejo orfanato. Entre aquellas imágenes y las de hoy habrá pasado toda una vida, los niños de entonces son los ancianos de ahora, la evocación se convierte en reflexión sobre el paso del tiempo, sobre los sueños cumplidos o perdidos, sobre el papel que juega la ilusión en nuestras vidas y también sobre el papel del cine como sublimación de la realidad y como espacio mítico e inalcanzable.