La buhardilla de un colegio construido a finales del siglo XIX en Sant Julià de Vilatorta aloja un viejo proyector cinematográfico que vuelve a funcionar para proyectar una película rodada allí mismo en 1937: Imitando al faquir. Los protagonistas eran los alumnos de aquella institución, entonces huérfanos y ahora venerables espectadores de su propia infancia atrapada en las imágenes rodadas por Felip Sagués, un cineasta amateur refugiado durante la guerra civil en este pueblo próximo a Vic.
Carmina Sagués evoca la figura de su padre mientras cinco de los protagonistas de Imitando al faquir rememoran el rodaje y la vida cotidiana en aquella escuela gestionada por curas. A estos testimonios se añade el de María Teresa Pascual, hija de un marqués que veraneaba en Sant Julià y protagonista femenina del film. Ella y Artur Pous, el chico que interpretaba al valiente explorador que se disfraza de faquir para liberar a su hermana de ficción de las garras de un perverso sultán, no han vuelto a verse desde que compartieron aquella aventura adolescente y ahora rememoran la experiencia.
Un grupo de alumnos de ahora y de la misma escuela asisten a una proyección de la película protagonizada por sus viejos condiscípulos. La escena final que contemplan, una batalla campal de intención cómica, remite a una guerra mucho más sangrienta que se luchaba cada vez más cerca de las puertas del colegio.
Los recuerdos del final de la Guerra dejan paso a una nueva aventura cinematográfica protagonizada por algunos de los alumnos que hoy acuden al colegio. Los niños se vuelven a disfrazar de sultanes delante de un espejo que borra la frontera entre el pasado y el presente y un nuevo faquir, interpretado por el cineasta Joaquin Jordá, les propone otro juego de magia, un hechizo derivado de un azar que, a la vez, ilumina las paradojas de la memoria histórica.
Los personajes:
FELIP SAGUÉS (1907 - 1997)
Como muchos otros empresarios que no se sentían seguros, al estallar la guerra civil abandonó la Barcelona republicana para refugiarse en un pueblo de veraneo. Unas largas vacaciones que amenizó con la magia y el cine. El rodaje de Imitando al faquir fue el debut de una larga y reconocida trayectoria como cineasta amateur.
CARMINA SAGUÉS
Hija de Felip Sagués, ha conservado y divulgado su legado. Ella vivió de cerca la afición que su padre sentía por el cine y es quien mejor puede hablarnos de ello. Tenía ocho años cuando se rodó Imitando al faquir y hace memoria tanto del rodaje como de la estancia de la familia en Sant Julià durante la guerra civil.
ARTUR POUS
Entró en el orfanato al perder a su padre para "aligerar la economía familiar", como la mayoría de sus compañeros. Fue el niño escogido por Felip Sagués para protagonizar Imitando al faquir, un niño sereno y responsable a quien los maestros habían confiado el encargo de dar cuerda al reloj del colegio. Hasta su jubilación ha trabajado de mecánico, por mucho que sus compañeros aún lo llamen "Clark Gable".
JOAN ALTIMIRAS
Vive en Calldetenes y desde el balcón de su casa casi se puede ver el colegio de Sant Julià de Vilatorta, donde pasó su infancia. Entonces era un orfanato para familias humildes, pero él recuerda que, para entrar, se necesitaba un buen padrino que lo pusiese fácil. Entusiasta juez de paz del pueblo, ha celebrado más de una boda en el Castillo de Santa Margarita, donde viven las actrices de Imitando al faquir, tres de las hijas del Marqués de Villota.
RAMON CLÈRIES
El rodaje de nuestra película lo ha pillado ocupado aún en las declaraciones de renta que supervisa como asesor fiscal, pero se ha vuelto a poner delante de la cámara como lo hizo en 1937. En el orfanato fue ayudante del profesor que se encargaba del observatorio meteorológico porque ya entonces se le daban bien los números. El estallido de la Guerra, como la mayoría de sus compañeros, lo vivió tras las paredes del colegio.
LLUÍS ROS
No hace mucho perdió a su mujer y su hija vive al otro lado del Atlántico pero buena parte de sus recuerdos de infancia siguen ligados al Col·legi del Roser. En Imitando al faquir interpreta al sultán que reclama una pipa sin imaginar que, un par de años después, recibiría tabaco de los miembros de la Guardia Mora de Franco. Acabada la Guerra decidió abandonar el colegio y el azar le permitió reencontrar a su madre en medio de la Barceloneta.
JORDI BERTRAN
Llegó al orfanato justo después de que se rodara Imitando al faquir y es un entusiasta, tanto de la película como del colegio donde pasó buena parte de su infancia. Una pasión que ha demostrado durante años desde la asociación de ex-alumnos. Para nosotros ha sido un guía insustituible en el descubrimiento del tesoro del faquir.
MARIA TERESA PASCUAL
Hija del Marqués de Villota, propietario del Castillo de Santa Margarita, situado en Sant Julià de Vilatorta a pocos metros del Col·legi del Roser, fue escogida para protagonizar la improvisada aventura oriental que Felip Sagués recreó el verano del 37. La Guerra y el rodaje de Imitando al faquir rompieron una rutina de institutrices y comodidades. Aún ríe al pensar que no sabía cómo hacer para bailar la muerte del Cisne en una escena de la película y recuerda con afecto las horas compartidas con los chicos del orfanato. Actualmente, vive en una masía de la Garrotxa rodeada de libros.
JOAQUIN JORDÀ
Guionista, director y traductor, codirigió, con Jacinto Esteva, Dante no es únicamente severo (1966) en el contexto de la Escuela de Barcelona, de la que fue el principal ideólogo y que años más tarde revisaría críticamente con el documental El encargo del cazador (1990). Después de dirigir el mediometraje Maria Aurèlia Capmany parla d'"Un lloc entre els morts" (1968) se exilió voluntariamente a Italia, donde rodó varios films militantes. De regreso a España, intensificó su actividad como guionista. A partir de 1996 volvió a la dirección con Un cuerpo en el bosque, y los documentales Monos como Becky (2000) y De niños (2004). Ha hecho de todo, pero hasta ahora no se había disfrazado de faquir.
COL·LEGI DEL ROSER
Una estructura imponente, museo, observatorio meteorológico, capilla, huertos, aulas de techos altos, pasillos donde no se acaba la vista... el Col·legi del Roser llamaba la atención cuando se fundó, a finales del siglo XIX y lo continúa haciendo ahora. Construido gracias al mecenazgo de un industrial que no lo llegó a ver abierto, fue orfanato para niños pobres regido por religiosos, que siguieron haciéndolo durante la Guerra a cambio de guardar las sotanas en el armario. Hoy es un colegio concertado.