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  Volando voy  Dirigida por Miguel Albadalejo
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Cuenta la historia real de Juan Carlos Delgado, conocido como El Pera. Este joven vivía en Getafe, dónde se convirtió en uno de los más precoces delincuentes de los años 70. El papel está interpretado por el niño Borja Navas, a quien acompañan Álex Casanovas, Mar Regueras, José Luis García Pérez y Fernando Tejero. Además, este film supone una nueva colaboración entre Miguel Albadalejo y la actriz Mariola Fuentes, tras La primera noche de mi vida y El cielo abierto.

La película empieza a convertirse en papel durante los rigores del verano de 2003. Hicieron falta un buen número de entrevistas, regadas con algún que otro chapuzón en la piscina, para que Miguel Albaladejo y Juan Carlos Delgado, co-autores del texto, dieran la forma definitiva al guión de la película basada en las experiencias de el Pera.

"Es un retrato muy fiel de aquellos años", afirma Juan Carlos. "En torno al 95% es real, lo demás responde a necesidades narrativas, y en ningún caso se han inventado historias para ella. Al contrario, hemos tenido que eliminar muchas que ocurrieron, porque esto se hubiera convertido en una película de siete u ocho horas, con la misma intensidad que tiene en hora y pico, pero, claro, con una duración imposible para su proyección en el cine".

Nota del director
Hace unos años empezaron a aparecer en prensa algunas noticias y pequeños perfiles biográficos sobre Juan Carlos Delgado. A finales de los 70 ya se habían publicado cosas sobre él, pero entonces era sólo un niño y se le conocía por su nombre de guerra, el Pera. Lideraba una banda de jovencísimos delincuentes y tenía en jaque a la policía y la guardia civil de la época por su capacidad para robar y conducir coches sin que pudiera atrapársele nunca.

Veinte años después, el Pera había sufrido una de las transformaciones más espectaculares y novelescas (o cinematográficas) de las que yo haya oído hablar. Gracias a su ingreso en la Ciudad Escuela de los Muchachos del Tío Alberto, una institución de marcado carácter progresista, el Pera dejó completamente el mundo de la delincuencia, aprendió a leer y escribir y canalizó su talento y su carácter hiperactivo hacia el mundo del automovilismo, llegando a obtener un importante palmarés de trofeos deportivos y a ser considerado un especialista en el mundo del motor, tanto en su faceta de periodista como en la de probador oficial de los nuevos modelos de todas las marcas de coches.

Como colofón paradójico a esta evolución, el mundo del deporte hizo que conociera a Santiago López Valdivielso, Director General de la Guardia Civil durante el gobierno de José Mª Aznar y también un apasionado del mundo del motor. Enseguida surgió entre ellos una gran amistad y Juan Carlos Delgado, el antiguo Pera, empezó a trabajar para la Guardia Civil como monitor de conducción de riesgo, enseñando a sus viejos perseguidores a ser más hábiles en su cometido.

O sea, una película. O dos, o tres.

Cuando por fin nos pusimos en contacto con Juan Carlos me encontré con un hombre de una edad parecida a la mía (aunque aclaro que él es más joven). Los dos nacimos en la segunda mitad de los años 60, así que éramos unos niños cuando murió Franco, por ejemplo. Ya teníamos una cosa en común, los años de la infancia. Empecé a hablar con él y acabé sometiéndole a un auténtico tercer grado durante el verano del año 2002. Creo que acabé conociendo la vida de Juan Carlos como no conozco la de algunos de mis mejores amigos. Y reconozco que disfruté como un enano.

El trabajo me daba una licencia para preguntar que nunca antes había tenido y la exprimí a fondo. El sueño de cualquier persona curiosa. Además, yo no tenía que contar absolutamente nada de mí a cambio. Sin embargo, tengo la sensación de que en "Volando voy", que es una película basada en la infancia de otra persona, voy a terminar hablando de mí (¿de todos nosotros?) mucho más de lo que podría parecer a primera vista.

A los once años, en un alarde de inteligencia, de sentido común, de llámese como se quiera, Juan Carlos supo ver la oportunidad que le brindaba el Tío Alberto desde su Ciudad Escuela de los Muchachos de Leganés y dio una prueba definitiva de su ausencia de miedo, demostrando que tampoco sentía uno de los más arraigados: el miedo al cambio. Ni aunque ese cambio (como casi todos, pero aquí más) conllevara una enorme cantidad de trabajo.

Creo que esto es lo más importante que quiero contar en "Volando voy".

Ya desde el título, la historia está pidiendo ser contada con velocidad, con movimiento. Son cinco años en la vida de un niño y de un país en los que está ocurriendo de todo, como un estallido de energía y vitalidad imposibles de controlar. Por eso hay acción, risas, momentos terriblemente dramáticos, persecuciones, palizas, disparos, borracheras, iniciación al sexo... y finalmente reflexión.

Las imágenes de la película tienen estos ingredientes, incluso dejando claro que muchas veces chocan entre sí, con grandes contrastes. La fotografía y la dirección artística no han tenido miedo a reflejar la pobreza de la época, y esa pobreza convive con una gran riqueza visual, entendida en términos de movimiento y audacia en el diseño de los planos y la espectacularidad de las acciones (secuencias con más de cien planos largos y cortos, muchos de ellos tratados digitalmente), todo ello junto a una gran pasión en el trabajo con los actores y una aún mayor "amplitud de mirada" (bloques rodados en largos planos-secuencia, con ópticas muy abiertas para "ver lo máximo").

Espero que todo haya salido a la altura de la gratitud que siento por Juan Carlos, por haberme dejado ser su amigo y por el Tío Alberto, por haber provocado uno de esos milagros que tanto necesitamos para seguir confiando en las personas y para tenerle un poco menos de miedo a las cosas.



La banda sonora
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