La tensión iba en aumento según los Oilers de Richmond High se preparaban para enfrentarse al inminente campeonato de baloncesto. La ciudad bullía de excitación en torno a su invicto equipo local y en cada partido las gradas se llenaban de fans vociferantes. Nadie podía imaginar que el día 4 de enero de 1999 la comunidad iba a dividirse de una forma tan violenta, alterando para siempre el destino de muchas vidas, a causa de una decisión del entrenador Ken Carter, que selló el gimnasio y se negó a permitir que entraran en él los jugadores por haber suspendido éstos sus exámenes.
Basada en una historia real, COACH CARTER es un inspirado retrato del polémico entrenador de baloncesto Ken Carter (Samuel L. Jackson), un hombre que recibió tanto críticas airadas como elogios exaltados y apareció en los medios de comunicación nacionales cuando decidió suspender a todo su equipo, que permanecía invicto hasta entonces, debido a sus pobres resultados académicos. La acción tiene lugar en Richmond, Virginia, y se constituye en un exultante drama humano sobre el coraje, los principios y la capacidad para superar obstáculos. Lo que está en juego es nada menos que mostrar a los jóvenes un futuro que vaya más allá de las pandillas, las drogas, la cárcel y... sí, incluso más allá del baloncesto.
El protagonista
Ken Carter se define como un "un chico de Macomb, Mississippi" que se crió con siete hermanas y un hermano. Cuando su familia se mudó a Richmond, California, Carter jugó al baloncesto entre 1973 y 1977 para el mismo equipo escolar que en 1999 le hizo saltar a los titulares de prensa. Carter recuerda: "No habíamos perdido un solo partido en ninguno de los diversos niveles del deporte escolar y la ciudad estaba pletórica de excitación. Así que cuando castigué a los chicos, todos se me pusieron en contra. Algunos chicos habían roto el contrato que habían firmado ellos y sus padres y, como eran un equipo, el castigo fue colectivo".
El contrato exigía asistir a clase de forma regular, sentarse en la primera fila y llevar camisa y corbata los días que había partido; además era obligatorio que todos los jugadores tuvieran una determinada nota media. Según Carter, el contrato servía para evitar que los chicos de Richmond se descontrolaran y además les ayudaba a sentirse responsables de su futuro y a respetarse a sí mismos y a sus compañeros de equipo: "Richmond es una población obrera con una tasa de desempleo muy alta, hay mucha pobreza y tensión. Además, muchos chicos de la zona se han criado en familias monoparentales: de los 45 chicos de mi programa de baloncesto, sólo cuatro de ellos tenían un padre que viviera en casa con ellos. Yo era su entrenador pero debía ser también un psicólogo e incluso en ocasiones una figura paterna sustitutoria".
Carter piensa que los chicos difíciles sólo necesitan alguien que crea en ellos: "Sólo necesitan un guía y un mapa de ruta. Eso es lo que era mi contrato: un mapa pensado para ayudarles a cambiar sus vidas. Pienso que el cambio no se produce de un día para otro, sino que es algo gradual que exige perseverancia. Si mejoras un uno por ciento al día, en cien días... habrás mejorado un cien por cien. No hay que ser un genio para entenderlo. Todo es cuestión de impulso: una buena decisión conduce a otra y en poco tiempo se pueden comprobar los cambios que se han producido en tu vida".