Luis Sepúlveda
El chileno Luis Sepúlveda, publicó su primer libro de poesía con apenas 17 años. Ha trabajado en Brasil, Uruguay, Paraguay y Perú, y vivido en Ecuador entre los indios shuar en el marco de un proyecto de la Unesco. Más tarde se traslada a Alemania, donde comienza a gozar de prestigio. Su consagración definitiva llega en 1992, a partir de la publicación del libro El viejo que leía novelas de amor, uno de los títulos más vendidos y traducidos del año, y que ha sido llevado a la gran pantalla bajo la dirección de Rolf de Heer. Le siguieron otros éxitos, como Mundo del fin del mundo, Nombre de torero, Patagonia Express, Historia de la gaviota y el gato que la enseñó a volar, trasladada al cine como largometraje de animación; y, más recientemente, Diario de un killer sentimental y Yacaré.
Sepúlveda, que reside actualmente en España, fue también guionista del largometraje Tierra del fuego, dirigida por Miguel Littin. Ahora afronta con Nowhere su debut como director.
Notas del director: ¿Por qué hacer esta película?
Porque me gusta contar historias optimistas, porque veo las historias que cuento y eso me permite asegurar que los optimistas no estamos equivocados y que el optimismo es posible.
Porque creo que la gran muralla China se construyó piedra a piedra, que las pirámides de Egipto se edificaron con granos de arena, que en el Golden Gate hay millones de pequeños tornillos, es decir, porque creo en la poesía de las pequeñas cosas.
Porque más que Napoleón me interesa el nombre del soldado que cuidaba su caballo, de Cleopatra y Marco Antonio me interesa el cocinero que preparaba sus banquetes, de Bolivar me interesa el nombre del zapatero que cuidaba sus botas, es decir, porque sostengo que los seres anónimos también tienen un lugar en la historia.
Porque la magnitud de los grandes espacios naturales sólo se explica confrontándola con la fragilidad de la existencia humana, porque la pasión es tan necesaria como el aire, porque el verdadero valor de la belleza escapa a las leyes del mercado.
Porque creo que la imagen asociada a la palabra ofrece posibilidades multidimensionales para redescubrir los aspectos más importantes de la vida, porque creo que palabra e imagen son enemigas del olvido, porque soy hijo de este siglo que a veces parece una película escrita por un guionista demente, y quiero contar las partes dignas que todavía no aparecen en la pantalla.
Porque creo que valores como la fraternidad, solidaridad, coherencia ética y coraje civil, son también personajes de la historia del mundo.