Estreno en versión original subtitulado en español.
Selección Oficial Festival de Cine de Cannes 2004.
Festival Internacional de San Sebastian 2004-Zabaltegui: Perlas de Otos Festivales.
Premio Fipresci 2004 a la Mejor película.
Presentación de Juan Goytisolo
Mi admiración por Jean-Luc Godard data del día en que vi su primer film, À bout de souffle. Se le incluía entonces entre los creadores bastante dispares de la "nouvelle vague", pero advertí enseguida que su andadura cinematográfica era única, y no podía ser catalogada en términos generacionales. Godard no sólo había revolucionado el Séptimo Arte de la segunda mitad del siglo veinte sino que ejemplarizaba una ruptura radical, intransigente, con el cine comercial difundido por Hollywood. Ello nos llevó a Susan Sontag y a mí a luchar contra viento y marea para que se le adjudicara el León de Oro del Festival de Venecia del que fuimos jurado, a su extraordinaria película La chinoise, decisión, recuerdo, que fue acogida con silbidos por el público exquisito de la gran sala del Lido en razón de su ruptura estética y política con el canon dominante. Desde entonces, he procurado seguir sus films, siempre exigentes, siempre innovadores, aunque desde que dejé de vivir en París para instalarme en Marrakech, me he perdido alguna de sus últimas obras.
Por eso, mi sorpresa fue total el día en que recibí allí una llamada telefónica de Suiza y el propio Jean-Luc Godard solicitó entrevistarse conmigo y me propuso que participara en el proyecto de Notre musique. Acepté enseguida, no para comenzar a mi edad una muy improbable carrera de actor, sino para ver a Godard en acción y asistir en la medida de lo posible al rodaje de su película, a su minuciosa preparación de cada plano. El resultado de su nueva aventura creadora es espléndido y me enorgullezco de mi minúscula participación en él.
Sólo una conversación (extracto)
- ¿Usted es uno de los personajes que se ve en la película?
-Sí, yo fui tres veces a Sarajevo, he dado allí conferencias invitado por Francis Bueb. Sin el Centro André Malraux, que él creó durante el asedio y que ha mantenido después, nunca se habría hecho esta película. Que esté bajo la advocación de Malraux, por quien ya se sabe que tengo una admiración afectuosa es un signo suplementario... Cuando Francis Bueb me llamó para los Encuentros del Libro hablé ante los estudiantes de la Academia de las artes del espectáculo y de lo audiovisual. En la película soy como los demás que estaban allí, Goytisolo, Darwich.... La secuencia en la que se me ve ha sido difícil de hacer, quería estar en pie de igualdad con los demás. Y, sin embargo, en esta película soy a la vez persona y personaje, a medio camino entre los que son personas (los escritores invitados a los Encuentros) y los personajes de mi película.
Entre las personas, algunas están allí a petición mía, como Jean-Paul Curnier, por un texto suyo de la revista Signes que me había interesado. Goytisolo había ido a Sarajevo durante el asedio, ha escrito un hermoso libro, Estado de sitio, mi amigo Elias Sanbar me ha presentado a Darwich, que entre otros textos ha escrito Palestina como metáfora, que cito en la película. El texto de los indios también es un fragmento de un poema de Darwich. La idea de los indios procede de Elias Sanbar, que había conocido en Estrasburgo, en un encuentro de excluidos, como él, a los Amerindios, como se dice hoy, y se había sentido con ellos como en casa. El verdadero contracampo de los palestinos son los indios, no Israel.
-Para usted, como cineasta, lo que ocurre en Palestina tiene una importancia especial.
-Sin duda debido a este sentimiento de exclusión respecto al cine. Antes de la Nouvelle Vague estaban proscritos, después lograron entrar un poco, y después, en lo que respecta a la profesión, excluidos de nuevo. Hoy en día, frente a la dominación del cine llamado "americano" uno se siente expulsado y forzosamente eso inspira una simpatía por los que están en situación parecida. Además está mi amistad con Anne-Marie Mieville, que ha sido gerente de la Librería Palestina de Paría, lo que valió que nos fichara la policía, conocer a amigos palestinos que eran asesinados uno tras otro... Vendían libros... Se puede decir que soy un judío o un palestino del cine.
- ¿Por qué "americano", entre comillas?
-Yo esperaba que Elogio del amor llamara la atención sobre el abuso que supone esa palabra, sobre el hecho de que los habitantes de Estados Unidos no tienen nombre. Por eso han ido a hacer la guerra a Irak. Si el petróleo paga los gastos de viaje es todo beneficio, pero la razón principal es que tratar de llenar un vacío, porque no tienen raíces, no vienen de ningún sitio y eso les da miedo. Necesitan ir allí donde se dice que la historia comenzó. Al mismo tiempo Hollywood produce Troya. Es lo mismo, buscan un origen, aunque no haya origen.
El origen se relaciona con el deseo de ser único, de no tener contracampo. Hay un fantasma, una psicosis del origen. Pero es difícil mostrarla, compartir lo que se muestra. Por ejemplo, yo relaciono dos situaciones y dicen: Godard afirma que la Shoah sufrida por los judíos y la Nakba sufrida por los palestinos es igual. ¡Por supuesto que no! Es una idiotez. El campo y el contracampo no son equivalentes, no son iguales, pero plantean una cuestión.
- ¿Todos los campo contracampo son fecundos?
- ¡No lo sé! Sólo planteo la cuestión. La retórica oficial, académica, del cine, ha impuesto ese bloqueo mental: es necesario que una mirada siga una orientación impuesta en relación a un paisaje que desfila en el plano siguiente. Todo lo demás está prohibido. De repente, ya no se puede reflexionar.
-De ahí la dificultad de tener lo que llama, en la película "sólo una conversación".
-En el principio de la película estaba el proyecto de una adaptación contemporánea de Le Silence de la mer, con un oficial israelí alojado en casa de una joven palestina y su tío. Quería rodarlo en casa, en Suiza. El oficial sería lo que se llama un militar correcto, intelectualmente próximo a Hannah Arendt y Martin Buber, harto de su propia situación. Después el proyecto evolucionó y traté de saber qué es ser judío. Los que hoy se llaman judíos, ¿qué quieren decir con eso? No encontré respuestas satisfactorias, y tuve la idea de proponer una conversación a otro cineasta que aprecio y del que me gustan mucho algunas películas, como Hotel Terminus, Marcel Ophuls. Le propuse una conversación entre nosotros dos, filmándola, en la que reflexionaríamos libremente juntos. Pero, en un momento dado, Marcel se volvió desconfiado, procedural, yo le decía que le dejaba decidir cómo filmar, eso le inquietaba aún más y finalmente el proyecto resultó imposible. No lo entiendo. Me parecía, dada su trayectoria, su padre, el lugar retirado en el que habita, incluso su amargura, que podría decir cosas no dichas. Pero no lo logramos...
Jean-Luc Godard, entrevista de Jean-Michel Frodon, 19 de abril de 2004, París. Cahiers du cinéma, nº 590, mayo 2004