Thriller original que explora el oscuro mundo del crimen y de la venganza donde nada es lo que parece. Paul McGuigan dirige el guión de Jason Smilovic. Y los productores son Christopher Eberts, Chris Roberts y Kia Jam - de Ascendant Pictures - y Tyler Mitchell, Robert Kravis y Anthony Rhulen de Film Engine
Comenzó en la imaginación del guionista Jason Smilovic como una historia "acerca de un tío con una suerte increíblemente mala" y a lo largo de los años evolucionó hasta convertirse en un thriller inteligente repleto de giros y personajes fuertes. Tyler Mitchell, uno de los productores de Film Engine, explica que le pareció un guión extraordinariamente bien escrito y lleno de dinamismo: "El escritor tiene un estilo único, crea personajes muy complejos y además mezcla géneros de un modo que nunca he visto antes".
Film Engine es una empresa fundada por un grupo de jóvenes productores - todos amigos (entre ellos el protagonista, Josh Hartnett) - que enseñaron el guión a los productores de Ascendant Pictures, Chris Roberts, Christopher Eberts y Kia Jam. Su opinión del guión coincidió plenamente con la de Film Engine y Eberts explica que el lunes siguiente entraron todos en la oficina citando sus diálogos. "Sabíamos que un material de esta clase atraería a muchos grandes actores así que nos apresuramos a concretar el acuerdo de producción".
Al director escocés Paul McGuigan también le encantó el guión e inmediatamente aceptó dirigirlo. Ya había establecido una excelente relación profesional con Josh Hartnett durante la exitosa Obsesión. El productor Tyler Mitchell señala que supo que McGuigan era el director ideal para SLEVIN cuando vio su filme Gangster Number One: "Llevaba unos diez minutos viendo la película cuando llamé a Jason Smilovic para decirle que ya teníamos el director que buscábamos y le envié la cinta por mensajero. Al día siguiente Jason me llamó y me dijo, 'Dios mío, este tipo es increíble'. Trabajar con Paul ha sido estupendo. A través de su estilo visual eleva aún más el guión y además da a los actores mucha libertad. A menudo una escena salía mejor que en el guión simplemente porque dejaba a los actores hacer lo que quisieran".
Con respecto al personaje de Slevin, Hartnett se sintió atraído hacia el papel porque "es un tipo sencillo y un poco tontorrón del que nadie espera nada". El productor Tyler Mitchell explica que para este personaje querían un actor carismático pero al que a la vez se pudiera creer envuelto por casualidad en el mundo del crimen organizado y que, además, al final se transforma: "Sabía que Josh también tenía un lado oscuro debido a una película que rodó para nosotros titulada Laberinto envenenado. Es el actor perfecto para el papel de Slevin".
El guionista reconoce que escribió el papel del Rabino específicamente para Sir Ben Kingsley, estableciendo así un gran nivel de exigencia con respecto al reparto. Smilovic estuvo presente durante el primer día de rodaje y señala que el talento de Kingsley superó con creces todo lo que había imaginado. "Me quedé pasmado cuando vi cómo cobraba vida el personaje. Me impactó muchísimo porque recordé cuánto lo había pensado y aquí estábamos, ocho años después, con mi personaje delante de mis propios ojos. Me produjo una gran nostalgia".
Por su parte, el guión le pareció a Kingsley "muy divertido. Era muy gracioso y me parecía el tipo de película que le encantaría a mi hijo de dieciséis años porque le intrigan las tramas laberínticas, las que tienes que seguir con atención. Es un guión que provoca al público y estimula su inteligencia. Tiene también un gran ritmo y precisa que los espectadores estén dispuestos a dar grandes saltos de imaginación con respecto al lenguaje y al comportamiento de los personajes".
Cuando Lucy Liu aceptó el papel de Lindsey los cineastas decidieron adaptarlo a las cualidades particulares de la actriz. Chris Roberts, de Ascendant Pictures, dice que en realidad reescribieron el papel para ella, para tener en cuenta su gran energía: "La convertimos en un personaje más rápido, más hablador y más precoz".
Liu se divirtió mucho con su interpretación de Lindsey: "Es una magistrada que investiga muertes súbitas así que analiza mucho y es capaz de encajar las piezas para descubrir lo que ocurrió. Es muy curiosa y no se asusta fácilmente. No es nada aburrida y le gusta meterse en el pasado de la gente y en su vida personal".
En opinión de Morgan Freeman, Willis y él comparten la misma alegría a la hora de trabajar: "Es evidente que Bruce disfruta trabajando pero también es capaz de ser muy intenso y eso gusta mucho. Transmite cierta sensación de peligro y es muy creíble cuando mata a la gente. Queda muy claro de lo que es capaz".
En lo que concierne a su papel del Jefe, Freeman comenta que "siempre es más divertido interpretar al malo y además tenemos un gran reparto. No hay más que verlo: está Bruce, Ben Kingsley, Josh Hartnett... También es una gran alegría trabajar con compañeros a los que tienes mucho aprecio. Pero lo que realmente me hace aceptar un trabajo es el guión, que tiene que ser interesante. Y este guión es enrevesado pero totalmente fascinante. Y otra cosa de este negocio es que a muchos de nosotros nos encantan las estrellas. Ves a alguien como Ben Kingsley trabajar y cuando tienes la oportunidad de colaborar con ellos lo primero que haces es compararte con ellos. Y te preguntas cómo has llegado hasta allí".
Una de las escenas más memorables de la película es en la que participan Freeman y Kingsley, un enfrentamiento largamente esperado en el que el Rabino y el Jefe están atados juntos a una silla. Al productor Roberts esta imagen le produce escalofríos: "Tenemos a dos actores ganadores del Oscar, dos de los mejores actores del panorama actual, que comparten pantalla por primera vez en una escena de nueve minutos en la que ninguno de los dos quiere rendirse. Han creado una de las mejores escenas que he visto en el cine en muchísimo tiempo. Y el guionista lo escribió de tal manera que están atados, dándose la espalda, y sólo pueden actuar de cuello para arriba".