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  Manderlay  Dirigida por Lars von Trier
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Ésta es la extraña e inquietante historia de la plantación de Manderlay.

Manderlay está situada en una llanura solitaria en alguna parte del sur de Estados Unidos. Grace y su padre dejaron Dogville en el año 1933. El padre de Grace y su pequeño ejército de maleantes habían pasado el invierno buscando en vano nuevos cotos de caza. Fue entonces cuando decidieron dirigirse hacia el sur. Era su último intento para encontrar un lugar adecuado en el que establecerse.

Por casualidad, en el Estado de Alabama, sus coches se detienen delante de una gran verja cerrada con una cadena y un candado. Al lado de la verja, un imponente roble muerto parece proteger una roca de granito de grandes dimensiones con la palabra "Manderlay" esculpida en letras enormes.

Después de comer y descansar un poco, Grace, su padre y sus hombres están a punto de irse cuando una joven negra corre hacia el coche y golpea con los nudillos la ventanilla de Grace. Muy pronto, la golpea con desesperación.

Sin hacer caso a su padre, que le dice que no hay que meter las narices en los asuntos de los demás, Grace baja de coche, sigue a la chica y entra en Manderlay donde descubre a un grupo de personas que vive en las mismas condiciones de hace setenta años, antes de la abolición de la esclavitud.

Grace decide intervenir a pesar de las palabras de Wilhelm, el viejo esclavo que se ocupa de la casa, que resume sus temores diciendo: "En Manderlay, los esclavos comen a las siete, ¿a qué hora comen las personas libres?"

La joven casi no puede creer lo que ve en la parte trasera de Manderlay. El capataz blanco, Stanley Mays, ha atado a Timothy, un joven negro, a dos postes y se prepara para azotarle. Grace le ordena que le deje pero aparece la dueña de la plantación, una anciana a la que llaman "Mam" (señora), que la apunta con una escopeta. Mam, al parecer, se está muriendo. En su alcoba, ruega a Grace, de mujer a mujer, que destruya un viejo cuaderno escondido debajo de la cama.

Pero Grace no le concede ese deseo. Mam muere y Grace descubre que la plantación se llevaba de acuerdo con el contenido del cuaderno, "La ley de Mam", un código de conducta y una crónica deshumanizada que describe detalladamente el comportamiento de generaciones de esclavos en Manderlay.

Grace siente que es su deber compensar a los esclavos por las injusticias que han soportado por parte de los blancos. "Nosotros les trajimos aquí, les usamos y les convertimos en lo que son", le dice a su padre. Decide, una vez liberada Manderlay, quedarse con ellos hasta después de la primera cosecha.

Su padre, muy a pesar suyo, la deja con cuatro secuaces y un abogado, no sin antes advertirle de que él no estará allí para recoger los trozos cuando el bonito plan que debe redimir a Manderlay se haga añicos.

No es tarea fácil ganarse la confianza de los ex esclavos. No le sorprende que la civilización tarde en llegar, pero le cuesta ser paciente y demostrar pasividad en vez de intervenir y usar la fuerza para sembrar las semillas de la democracia entre ellos. Poco a poco, consigue que la entiendan.

Después de unos cuantos contratiempos, labran y plantan los campos, reparan los tejados de las cabañas. Los herederos de Mam, la familia blanca, no están nada contentos de verse reducidos al mismo estado que sus ex esclavos. Entre los residentes negros, tan sólo el apuesto Timothy no parece invadido por el entusiasmo de Grace.

Frustrada, Grace sucumbe a fantasías eróticas protagonizadas por el guapo joven, descendiente de los orgullosos munsi.

Pero la madre naturaleza, como Grace, también tiene planes para Manderlay. Una tormenta de polvo pone en peligro la cosecha de algodón. Los gángsteres se aburren y a los ex esclavos les cuesta entender la democracia con el estómago vacío.

Todo empieza a ir mal y no les queda más remedio que comer barro para sobrevivir, algo que los esclavos llevan muchos años haciendo.

Para colmo de males, ocurre una terrible tragedia. Claire, que estaba hecha un saco de huesos, la hija de Jack y Rose, muere de inanición a pesar de que sus padres le daban toda su comida. La vieja Wilma, agotada por el hambre, no pudo resistir la tentación y robaba la comida de Claire por la ventana mientras todos dormían. "Ya soy vieja, tengo tanta hambre y he comido tanto barro durante mi vida", explica, sollozando.

La comunidad decidirá de qué modo será castigada Wilma. Ninguno de los residentes negros de Manderlay sabe lo que es un juicio, pero entienden que son los actores de una acción solemne y del todo legal, cuya conclusión es la vida o la muerte. La mayoría vota a favor de la muerte de la vieja Wilma, Grace se encarga de cumplir el veredicto.

Cada vez tiene menos control sobre Manderlay. Decide echar un vistazo a "La ley de Mam" en busca de respuestas; esto sellará el destino de todos, blancos y negros, así como el suyo. Una vez más, es Wilhelm quien se encarga de resumir los tristes resultados del idealismo de Grace, de sus charlas sobre la democracia y la libertad: "América no estaba preparada para recibir a los negros como iguales hace setenta años. Tal como van las cosas, tampoco lo estará dentro de cien años. Me temo que las humillaciones que este país reserva para los negros libres irá más allá de lo que cualquiera pueda imaginar. Por lo tanto, hemos votado. Y hemos decidido que queremos dar un paso atrás en Manderlay y reinstaurar la vieja ley".

Le explica a Grace que también la han elegido para ser la nueva "Mam". Saben que se negará, y cuando eso ocurra, harán lo que hizo ella: usarán la fuerza para persuadirla. Cuando Grace pregunta: "¿Soy vuestra prisionera?", Wilhelm le contesta con voz queda: "Hasta que lo entienda, como quería que lo entendiésemos. Las vallas están bien cuidadas, pero no son muy altas, o sea que habrá que vigilarla. ¿Nos toma por tontos, Srta. Grace? ¿Tan tontos que no habríamos construido una escalera si de verdad queríamos escaparnos? Por Dios, ¿de verdad creyó que después de 70 años, no éramos capaces de liberarnos solos? Lo habríamos hecho si hubiéramos creído que tenía sentido".

Así, para escapar, a Grace no le queda más remedio que usar los medios y las tácticas que más desprecia. El círculo se cierra.