Diane tiene casi treinta años. Trabaja en una multinacional dirigida por Henri-Pierre Volf. La empresa está diversificando sus actividades - ya abarca desde el negocio inmobiliario hasta el diseño de ropa - y actualmente negocia la adquisición de TokyoAnime, una empresa japonesa que produce un nuevo tipo de manga con una versión pornográfica en 3D que va a destrozar a la competencia en un mercado extraordinariamente lucrativo.
Dos compañías luchan por obtener los derechos exclusivos de distribuir en la red las nuevas imágenes de Volf: Mangatronics y Demonlover. Mangatronics ha contratado a Diane para que trabaje como espía industrial y haga todo lo posible desde dentro para torpedear las opciones de Demonlover. La conexión de Demonlover con varias web violentas y pornográficas son un punto débil en su relación con el Grupo Volf, que no sabe nada de su existencia. Pero Diane descubre que Demonlover también tiene su propia estrategia y espías en la forma de sus colegas, aparentemente inocentes. Al final acabará sabiendo demasiado y se convertirá en un peligro para Demonlover.
No hay salida.
La única solución es ceder a la ciberrealidad de la que forma parte, quizás desde el principio.