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  Elsa & Fred  Dirigida por Marcos Carnevale
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El director, Marcos Carnevale (Almejas y Mejillones) autor de gran proyección en su país, Argentina, es además el guionista de este inteligente y bien construido guión en el que se auna amor, humor, intriga y emoción.

Una película llena de HUMOR, satírica y provocadora, también reflexiva, en el que las ganas de vivir son el asunto principal. Pero no es el único. El amor, las relaciones a una edad madura, la familia, son otros temas del film. Esta película planteada como una comedia sentimental habla de vivir lo no vivido, no importa la edad, de soñar, de inventar, de amar.

Marcos Carnevale (director y coguionista)
Biofilmografía
Comenzó en el campo de la publicidad en 1983 hasta fundar en 1991 su propia productora, Millecento Cinema. Desde entonces, ha realizado más de 300 trabajos publicitarios con los que ha conseguido diversos premios internacionales. Su extensa carrera como autor para series de televisión se ha visto recompensada con numerosos premios a títulos como Ilusiones, 22 el loco, 099 Central (ganadora de 8 Martín Fierro), Soy Gitano (nominada a 13 Martín Fierro) o su más reciente Padre Coraje. En el 2004 hizo su primera incursión en el teatro como autor y director artístico del espectáculo La Profecía.

Marcos Carnevale debutó en cine en 1996 como guionista, director y productor de Noche de ronda. Hasta su segundo largometraje, Almejas y mejillones (2000), continuó escribiendo guiones como Esa maldita costilla, Papá es un ídolo o el guión para el largo de dibujos animados Los Pitín al rescate. En 2003 firmó el guión de El día que me amen, y comenzó a trabajar en la que es su tercera película: ELSA & FRED.

Notas del director
La culpa de esta película la tiene Fellini.

Tenía más o menos catorce años cuando vi por primera vez La dolce vita. La vi en el cine de mi pequeño pueblo de la provincia de Córdoba, Inriville (Inri, como la inscripción de la cruz; Ville, como villa en francés). Yo, como el Totó de Cinema Paradiso, vivía en la cabina de proyección soñando que algún día iba a rodar una película, o al menos, una escena como la de la Anita y Marcello en la Fontana de Trevi.

Pasaron veintiocho años desde entonces y pude comprobar aquello de que si uno desea con suficiente fuerza que un sueño se cumpla, en algún momento se hace realidad. Y mi sueño se cumplió: estuve en la Fontana de Trevi con mi Anita y con mi Marcello rodando mi "dolce vita".

Pudo haber sido el destino. Pudo haber sido la pasión. Pudieron haber sido tantas cosas… La cuestión es que siempre tuve la certeza de que en algún momento esto iba a suceder. Dos años después de haber visto La dolce vita, llegó por casualidad a mis manos la dirección de Fellini en Roma. Intenté escribirle cientos de cartas que nunca envié, tal vez pensando que Fellini las iba a desestimar por tratarse de un fan más que lo admiraba y que quería ser director de cine. Entonces, me propuse no escribirle más y tocar directamente a su puerta el día que fuera a Roma. Y fui, allá por 1989. Y toqué a su puerta. Y nadie respondió. Fellini no estaba en Italia. Furioso con el destino y con Fellini, le escribí una carta contándole lo que me había pasado. Y, para mi sorpresa, al volver del viaje me encontré con la respuesta de Federico donde lamentaba el desencuentro. Y así comenzó una relación epistolar. Nunca lo pude conocer. O sí, tal vez lo conocí esa extraña noche de abril en la Fontana de Trevi, mientras yo rodaba mi escena de ELSA & FRED y mientras miles de feligreses de todo el mundo despedían a Juan Pablo II.

Esta película es mi sueño. Y también es el de Elsa, la protagonista, que toda su vida deseó ser la Anita Ekberg que se bañaba en las aguas frías de Trevi junto a su Marcello.

Sé que todo este relato puede parecer un fantástico e improbable mundo de ilusiones, pero no es así. Todos tenemos un sueño y, tarde o temprano, si nos lo proponemos podemos hacerlo realidad. "Solo se trata de vivir…", dice un poeta de mi tierra, "…ésa es la historia". Y ésa también es la historia de ELSA & FRED. La de una mujer de 82 años que nunca dejó de soñar y la de un hombre de 80 que nunca soñó, pero que un día despertó y decidió vivir.

Nunca es tarde para vivir, nunca es tarde para soñar. Eso sí: hay que darse cuenta de que estamos vivos y de que las ideas y los sueños no envejecen con los años. La vejez es un mero hecho biológico que queda registrado en el cuerpo, no en el alma. Lo dijo Picasso y tuvo mucha razón: "Lleva tiempo llegar a ser joven".