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  La última puerta  (The Lazarus Child)
  Dirigida por Graham Theakston
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Prólogo
En un efímero instante, la vida de una familia puede cambiar para siempre.

Eso es lo que tarda una niña de siete años en abalanzarse a cruzar la calle para alcanzar a su hermano mayor. Justo delante de un coche incapaz de detenerse a tiempo. Ante la mirada impotente del hermano que sólo alcanza a echarse la culpa.

El tiempo lo cura todo. Pero ¿qué pasa si –tras varios meses– el tiempo no ha surtido efecto alguno en la niña de aspecto angelical que parece apenas dormida pero que nunca ha vuelto a despertar? ¿Cuándo comenzarán a curarse quienes mantienen una vigilia constante junto a su cama? ¿Qué sucede si el trauma del hermano sólo puede encontrar alivio cuando ella se despierte?

¿Qué pasa si no vuelve a despertar jamás?

¿Qué harías tú?

Sinopsis
A sus doce años, Ben Heywood (Harry Eden) lleva al colegio a su hermana menor Frankie (Daniella Byrne). No es habitual que vayan a pie, normalmente su padre les lleva en coche, pero esa mañana no está.

El panorama dista de ser idílico para la familia Heywood. En un momento de debilidad etílica y desesperada, que desearía que no hubiera tenido lugar nunca, Jack (Andy Garcia) tuvo un affaire con una de sus empleadas y ahora se encuentra a sí mismo durmiendo en el sofá de la oficina de su languideciente empresa de transporte aéreo.

Esa mañana, Jack se reúne en su oficina con un banquero y un abogado para intentar solucionar los problemas económicos que asfixian a su empresa. Mientras, Alison (Frances O’Connor), la mujer de Jack y madre de Ben y de Frankie, está en la cocina de su hogar inglés, hablando con su madre, Janet (Geraldine McEwan), quien pide a Alison que piense en lo mejor para los niños y que permita a Jack volver a casa.

Las cosas que una vez consideró importantes –si debía o no perdonar a un marido que tuvo un desliz o cómo resolver las tribulaciones económicas– se tornan de repente secundarias para Alison y Jack cuando reciben la noticia de que su hija Frankie ha sido atropellada por un 4 x 4 y se encuentra en el hospital.

De camino al colegio, Ben le pidió a su hermana de siete años que le esperara en la esquina mientras él cruzaba la calle para comprarle un tebeo. Cuando salió de la tienda, Frankie corrió hacia él en medio del tráfico y quedó inconsciente por el golpe.

Meses más tarde, Frankie se ha recuperado de sus lesiones físicas, pero permanece en un imperturbable estado vegetativo. Asistir al accidente ha traumatizado a Ben. Sus cabellos han perdido todo pigmento y son ahora blancos. Y se comporta de manera irracional, abrumado bajo el peso de la culpa, pues se siente enteramente responsable del estado de su hermana.

La relación de Jack y Alison, de por sí crispada, se enfrenta ahora a la tensión añadida de tener que sobrellevar el efecto que el coma de Frankie está teniendo sobre el bienestar de Ben. Si se recuperara, todo volvería a estar bien. Pero no muestra signos de mejorar y cada día que pasa Ben se sume más y más en su aislamiento emocional.

Su única esperanza se encuentra a más de cuatro mil millas de distancia.

En la ciudad de Banff, en la parte canadiense de las Montañas Rocosas, se encuentra el Instituto Perlman, dirigido por la Dra. Elizabeth Chase (Angela Bassett). Mujer apasionada e impulsiva, Lizzie Chase ha dedicado toda su vida adulta a recuperar a niños del coma. Con la ayuda de su personal, incluido su socio y director administrativo Lewis Kern (Justin Louis) y su técnico jefe Nathan Greenwater (Jaimz Woolvett), ha tenido un grandísimo éxito, despertando a treinta y siete de cuarenta y un jóvenes pacientes que se creían en un estado irreversible, más allá del alcance humano.

Por desgracia, uno de los cuatro niños que no regresó fue el hijo del senador Willis (Robert Joy), poderoso político que culpa a Lizzie de la muerte de su chico y que ha jurado hacérselo pagar.

En cuestión de días, el Fiscal Jefe Warner (Stephen McHattie) ha encargado a un fiscal de su oficina, John Boyd (Christopher Shyer), que investigue las acusaciones del senador, tomadas muy en serio y que amenazan con cerrar para siempre la clínica Perlman.

Lizzie sabe que se enfrenta al desafío de su vida. Y sabe que espera a una nueva paciente: una preciosa inglesita de siete años cuyo hermano tiene el pelo níveo. Lo que Lizzie no sabe es que Ben encierra en sí algo más que la clave para recuperar a su hermana: también tiene la clave para que Lizzie se reconcilie consigo misma y con aquella sombra de su pasado que la persigue desde siempre.

La última puerta es un testimonio inolvidable sobre el poder del amor, de la esperanza, de la fe… y la inexplicable magia de la familia.