Para su primer guión producido desde Truly, Madly, Deeply en 1991, Anthony Minghella eligió un drama, tanto íntimo como social, al involucrar las vidas dispares de los habitantes contemporáneos de Londres. Sus personajes representan una porción mixta de residentes, desde jóvenes profesionales establecidos hasta los recién llegados a la ciudad, los inmigrantes con un pasado de guerra y penurias económicas. A medida que los barrios pobres vuelven a ser desarrollados y los que tienen avanzan sobre los terrenos de los que no tienen, los límites de clase, cultura y privilegios se tornan difusos. Los sujetos son reunidos por una serie de robos reales y metafóricos que los obligan a conectarse, a separarse y a volver a reunirse de maneras diferentes y mejores.
"Hace mucho tiempo, intenté escribir una pieza teatral llamada Breaking and Entering", cuenta Minghella. "La idea era que una pareja llegara a casa de una fiesta y descubriera que habían entrado en la casa. Al hacer un inventario de lo robado, descubren que algunas cosas habían sido agregadas, y que indicaban que había problemas en el matrimonio. Me gustaba la idea pero nunca llegué a escribirla".
"Luego, hace dos años, compramos una vieja capilla al norte de Londres para convertirla en nuestro estudio. Recuerdo que mi hijo Max, cuya escuela estaba cerca, dijo en ese momento y lo incluí en el film- : Mal lugar para una oficina. Pero a mí me encantaba el lugar, su emplazamiento. Durante la reforma, que fue importante, yo estuve en Rumania realizando las búsquedas para Cold Mountain y recibía llamadas desde la oficina que me decían: Hola, nos han entrado. Hola, de nuevo entraron ladrones
. Supongo que la oficina se había convertido en una especie de foco para las propiedades de su alrededor y era divertido causarnos problemas. En un lapso de ocho semanas, nos entraron 13 veces".
"Esta especie de bautismo de robos me recordó la idea que había tenido hacía 15 años y empecé a pensar que había una manera diferente de decir lo mismo: un delito puede significar una reparación; una intromisión en tu casa puede arreglar algo. Yo pienso que una vez que el daño está hecho, su reparación nos hace más fuertes. También está la idea de que hay diferentes formas de robar, toda clase de hurtos. En parte, el film se trata de eso".
Jude Law, quien interpreta el papel crucial de Will Frances, dice: "Es una historia acerca de los mundos que vivimos aquí en Londres, que colisionan o no, que se entrecruzan. Mundos a los que a veces no les prestamos atención porque los damos por sentados o peor aún los respetamos pero de una manera paternalista. Pensamos: Yo dono dinero para caridad, dono mi ropa vieja a Humana, hago lo que me corresponde, cuando en realidad, no hacemos nada para ayudar a nadie. Casi nunca nos preguntamos quién limpia nuestra casa, quién lava nuestro automóvil, quién cocina nuestra comida o si ellos están mejor educados que nosotros".
"De todas maneras, este no es un tema vendible, el de los inmigrantes", afirma Juliette Binoche, quien interpreta a Amira, refugiada de Bosnia y madre de Miro, el chico cuya entrada para robar la casa dispara una serie de singulares encuentros. "Es como que los ponemos en un rincón y no deseamos pensar ni hablar de ellos. Me encantó que Anthony deseara referirse a lo que significa ser inmigrante, cómo una vida puede cambiar absolutamente a causa de una guerra, una decisión que toman otras personas. ¿Cómo sobrevivir como inmigrante si en tu país eras pianista, científico, profesor, y de pronto en otro país te conviertes en sastre o en mucama?".
"Es fácil juzgar cuando no se conoce a la gente ni sus situaciones, ¿verdad?", dice Martin Freeman, quien interpreta al socio de Will, Sandy Hoffman. "Todos lo hacemos; yo, todo el tiempo. A veces nos olvidamos de que todos tienen una historia, una vida. Es difícil ver todo blanco o negro cuando sabes las cosas complicadas que se ponen en riesgo en las vidas de otras personas".
"Yo quería hacer un film en mi lugar, en Londres, y acerca de Londres", expresa Anthony Minghella. "Y una de las cosas que amo de Londres, lo que todos los que aquí vivimos celebramos, es que está llena de gente de diferentes nacionalidades. Culturalmente es diversa, un verdadero crisol. Pero diría que este es el análisis positivo. El análisis no tan positivo es que, dado que las marcas distintivas de clase se alteraron o difuminaron, todos han migrado hacia una clase media que en cierta forma ha desplazado a los trabajadores de cuello azul. Ha emergido una clase invisible de trabajadores que no son ingleses sino que provienen de distintos países. Aunque somos extremadamente quisquillosos con la inmigración y utilizamos estos temas como gestos políticos en las elecciones, lo cierto es que estamos apoyados en los inmigrantes".
"Mi abuela era inmigrante polaca, hablaba francés con acento polaco y era sastre. Cuando leí el guión me sorprendió, porque no esperaba que me resultara tan cercano", cuenta Binoche, "tan lejos y tan cerca al mismo tiempo. Una de las razones por las que deseaba hacer el film era que se lo quería dedicar a ella, a mis raíces. Me pareció una gran oportunidad para agradecerle porque todavía es verdad que hay generaciones que deben atravesar tiempos difíciles para que sus descendientes tengan una vida mejor, con mejores opciones. Ha sido maravilloso hablar de esas personas".
"Hoy en Londes, nosotros nos sostenemos en un grupo invisible de kosovos, eslovenos, bosnios, brasileños, mejicanos, nigerianos, ghanatas: gente que viene para hacer los trabajos que odiamos hacer", dice Minghella. "Son invisibles para el estado de bienestar y también culturalmente, pero conforman un alto porcentaje de esta gran ciudad. Y pensé que si uno hace una película sobre Londres, será mejor que esa película contemple este tema, los grados de privilegio o no que pueden obtenerse en Londres. Quería hacer un film que de alguna manera se ocupara de esto sin hacer que nadie se sintiera reconvenido".
"La cuestión es: ¿es peor robarle a alguien la computadora o robarle el corazón?", se pregunta Jude Law.
Cuando los responsables del robo verdadero a las oficinas del norte de Londres fueron atrapados, Anthony Minghella no se sorprendió al enterarse de que los delincuentes eran jóvenes carenciados y que sus vidas eran considerablemente más complejas que la suya. Al incluir estos elementos de la vida real en una historia, Minghella expandió la idea de realzar estos factores atenuantes: "Me gustó la idea de un delito en el cual, en cierta manera, el menos culpable es el que lo perpetró y el más culpable es la víctima. Me interesaban las implicancias del delito: por qué la gente necesita robar, qué se roba. Cuando éramos niños había un lema marxista muy popular; recuerdo pancartas en la universidad que decían: Toda Propiedad es Robada. Existía la noción de que ser dueño de algo era malo en sí mismo. Yo me aparté de esta noción, pero sin embargo puedo ver que es una ecología compleja: propiedad, robo, clamar por cosas, por el mundo, por el aire, por el espacio...".
"La reacción de Sandy a los robos es bastante conservadora", dice Martin Freeman, "o quizás sea la normal. Está enojado porque le robaron y quiere que alguien pague por ello. No es tan abiertamente comprensivo como el personaje de Jude, pero Will solo tiene que perdonar una vez; luego tendrá otros motivos para perdonar".