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Destacado: Paul Mescal es Lucio en 'Gladiator II' de Ridley Scott
  Click  Dirigida por Frank Coraci
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Michael Newman (Adam Sandler) está casado con la bella Donna (Kate Beckinsale) y tienen dos hijos fantásticos, Ben (Joseph Castanon) y Samantha (Tatum McCann). Pero no puede verlos mucho porque dedica muchas duras y largas horas a su empresa arquitectónica con la débil esperanza de que su desagradecido jefe (David Hasselhoff) reconozca algún día su inestimable contribución y le convierta en socio.

Cuando las cosas se pongan más fáciles, podrá dedicar su atención a su mujer y a sus hijos. Al menos, eso es lo que se dice a si mismo.

Michael, después de pasarse toda la noche trabajando, se siente cansado y frustrado porque no puede ni imaginarse cuál de los mandos encenderá el televisor. Michael sale a encontrar el aparato perfecto para manejar todo su equipo electrónico y acaba en la parte trasera de unos grandes almacenes de decoración Bed, Bath & Beyond, donde un excéntrico empleado, Morty (Christopher Walken) le da un aparato trucado único y garantizado para cambiar su vida.

Morty no bromeaba. Pronto Michael es un maestro de su dominio, y enciende todos los aparatos con el clic de un botón.

Pero el dispositivo tiene otras funciones más asombrosas. De algún modo, puede amortiguar el ladrido de Sundance, el perro de la familia —y más sorprendente, pasar rápidamente una molesta riña con su mujer.

Michael está fascinado con su nuevo juguete y también un poco alucinado. Decide volver a visitar a Morty, el hombre que le vendió el misterioso aparato. Morty le dice a Michael que le había dado exactamente lo que había pedido —un mando a distancia universal que le permite controlar su universo. Frente a los sorprendidos ojos de Michael, Morty le demuestra las inconcebibles funciones avanzadas del aparato, incluida una función que permite a Michael viajar atrás y adelante en su vida a distintas velocidades.

Rápidamente, Michael se vuelve adicto a este torrente de poder, que, literalmente, le permite tener el pastel y también comerlo.

Pero antes de que se de cuenta, el mando a distancia lo está programando a él, más que al contrario. Michael, presa del pánico, no puede, por más que lo intenta, hacer que el dispositivo pare de decidir qué acontecimientos de su vida experimentará y cuáles se perderá. Sólo entonces empieza a apreciar y a aceptar plenamente su vida —lo bueno, lo malo y lo feo.