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  El Diablo viste de Prada  (The Devil Wears Prada)
  Dirigida por David Frankel
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En el vertiginoso mundo de la moda en Nueva York, donde la talla 0 es la próxima 2, la seis es la nueva 8 y un mal peinado puede acabar con tu carrera, la revista Runway es el Santo Grial. Dirigida con puño de hierro y elegante manicura por Miranda Priestly (Meryl Streep) – la mujer más poderosa en el mundo de la moda – Runway es un terrible reto para todo aquel que quiera triunfar en este mundo. Para convertir Runway en la biblia de la moda de Nueva York y por lo tanto de todo el mundo, Miranda no ha dejado que nada se interponga en su camino… incluyendo una larga lista de ayudantes que no han dado el nivel. Es un trabajo en el que una persona con autoestima no podría sobrevivir, aunque es una oportunidad por la que matarían un millón de chicas en Nueva York.

Trabajar como ayudante de Miranda podría abrir cualquier puerta a Andy Sachs (Anne Hathaway), recientemente graduada. Más que modelo de alta costura es una chica desaliñada, y destaca en el pequeño ejército de guapísimas periodistas de la moda del equipo de la revista Runway – superdelgadas divas de la moda que clavan sus zapatos de aguja en los pasillos de la oficina central de la publicación en Manhattan. Pero cuando entra Andy a trabajar, empieza a entender que para triunfar en este negocio va a necesitar algo más que iniciativa y determinación.

Y la prueba definitiva está delante de ella, vestida de pies a cabeza de Prada. Miranda puede hacer girar el mundo de la moda como una pelota de baloncesto, pero para ella es una pesadilla encontrar a una ayudante que le dure. Andy no es la persona idónea para el trabajo, pero tiene algo de lo que carece el resto de las aspirantes: se niega a fracasar.

Para convertirse en la asistente perfecta, Andy tendrá que cambiar la imagen que Miranda se ha hecho de ella. Pronto, para consternación de su novio (Adrian Grenier), aprende a utilizar la jerga del negocio al hablar y a comportarse como una auténtica experta de la moda (sobre unos inmaculados Manolos), no confundiendo nunca jamás a Dolce con Gabbana. Pero cuanto más ve la vida a través de los ojos de Miranda, más empieza a entender que el mundo de Miranda es fabuloso pero muy solitario – y que a veces para tener un gran éxito hay que hacer un enorme sacrificio… ¿pero a qué precio?