Ivan Calbérac el director, habla sobre el origen de la película: "Quería hacer una película sobre lo que esperamos de la vida y lo que nos pasa en realidad... El desfase que a menudo hay entre las dos cosas... ¿Qué hacemos con ese desfase? Quería también hacer una comedia que no fuera solamente una comedia, o que no lo fuera todo el rato".
Continúa: "Conozco bien la vida del soltero, las veladas comiendo de lata, solo en un estudio de 18 metros cuadrados, conversando con todos los contestadores de París... La busca del alma gemela se impuso de manera natural como el hilo conductor de mi intriga. Mi objetivo era proponer un enfoque original y moderno de una historia eterna. En los años 90, el vivir solo, algo muy extendido en París, ha dado lugar poco a poco a un verdadero fenómeno social, lo que ha provocado la moda de las Ally McBeal y Bridget Jones. Pero, para mí, el tema de partida puede ser diferente: lo que me interesaba ante todo era mostrar a alguien que, mientras busca a otra persona acaba por encontrarse a sí mismo. Parecía más natural hacer que fuera la historia de una chica, más emotivo también, sin duda. Con razón o sin ella, la soledad en una mujer se vive a menudo de una forma más dramática. Para las que sueñan con formar una familia, el hecho de sólo poder tener niños hasta una determinada edad conduce por fuerza a tener prisa. De esta urgencia puede nacer una tensión propia de las situaciones cómicas".
Cécile de France habla de su personaje: "No sé si es una moda o una tendencia social, pero cada vez hay más mujeres que viven solas y, lógicamente, encuentran su representación en el cine, especialmente en las protagonistas en las que primero se piensa: Ally McBeal y Bridget Jones. Pero Irene se mueve en un universo diferente... No estamos en una serie americana ni en una película de Hollywood. Nuestro personaje es una niña de provincias algo perdida en París y vamos a vivir con ella un trayecto amoroso e iniciático que la convierte en una mujer adulta.
Es una comedia suave y amarga sobre lo que se puede esperar de la vida.
Irene tiene un enorme vacío sentimental. Está muy sola incluso cuando está acompañada por sus dos amigas. Una, Salomé, defiende la soltería; la otra, Sophie, vive el amor sólo a través del sexo. Las tres, a su manera, están encadenadas a su visión del amor. Irene está atrapada en sus modelos de príncipe azul y sus clichés románticos que le impiden aferrarse a las "perchas" que le ofrece la vida. En la historia conoce una auténtica decepción amorosa que la desequilibra pero que igualmente le permite evolucionar. Vive su engaño y sus emociones hasta el límite (escena del tutú) y una vez que comprende, deja atrás sus fantasmas, crece y se libera por fin.
Los dos personajes masculinos representan ese contraste, esa confrontación entre lo que la vida le ofrece a Irene y la prisión moral y física de sus fantasmas. François es un personaje concreto, mientras que Luca representa un mundo fantasmagórico que fascina a Irene. Más que vivir una relación, se la inventa. Él es una voz y una imagen en la pantalla del ordenador. A ella le resulta más complicada la relación con François porque es la confrontación con el "otro". Le obliga a enfrentarse a la vida de verdad".
Premios y menciones
Premio Ángel del Público-Festival de Cine Francés de Zaragoza 2003
Premio a la Mejor Actriz (Cécile de France) - Festival de Cine de Cataluña/Sitges 2003
Mención Especial (Ivan Calbérac) - Cabourg Romantic Film Festival 2003
Han dicho
"La comedia de solteros conoce en nuestros días sus mejores tiempos. Pero, al contrario que su equivalente anglosajón (El diario de Bridget Jones), que terminaba por ahogar el potencial de la historia y de sus personajes en la mediocridad hollywoodiense, la película de Ivan Calbérac reflexiona con agudeza sobre una determinada realidad social.
Lo que la distingue de las innumerables ediciones de la comedia romántica mal asumida es la distancia y la ironía de la puesta en escena. Cuando una película de estudio se ríe de las patologías sentimentales de sus personajes termina sistemáticamente cayendo en el final feliz forzado, como si tuviera que disculparse por presentar las cosas un poco demasiado como son en realidad (Bridget Jones es el ejemplo perfecto). Sintomáticamente, Ally McBeal simboliza toda esta generación de "solteras en pie de guerra", la evolución en los años noventa de las "chicas trabajadoras" de los ochenta, y lo hace en una serie televisiva semanal que aplaza indefinidamente el momento en el que el guionista debería "quebrar" a la heroína y así contradecir su punto de partida.
Esta tendencia se ejemplifica en el cine con la soltera recalcitrante que finalmente se deja fundir entre los brazos de un hombre de verdad: esas películas adoptan siempre al principio aires de celebración de la independencia femenina, de la evolución de las costumbres, para terminar poniendo las cosas en su lugar mediante una moral bastante conservadora que vuelve al esquema de la pareja, figura imprescindible y necesaria de todo producto comercial.
Irene (ella) no es especialmente simpática; a pesar del encanto de Cécile de France, el realizador sabe jugar con ello hasta el final, se coloca al lado de aquellas y aquellos que, hagan lo que hagan, terminan siempre chafados. No representa la soltería como un azar o un contrasentido, no la disculpa con un defecto físico, sino más bien como una patología, un círculo vicioso cuyas fuentes pueden encontrarse en el seno de la estructura familiar.
Subrayemos de paso la riqueza de los personajes secundarios y especialmente de la pareja de los padres, irresistible. Pero tampoco el punto de vista sobre ellos es complaciente, pues la ironía se hace notar en cada escena, mostrando con una mirada amarga el patetismo que se erige como forma de vida del personaje principal y de algunos otros. Nadie se libra aquí, especialmente a través del retrato agrio del mundo del trabajo en una empresa simbólica en la que la mujer, a fuerza de reivindicaciones, se encierra en un cinismo que ya no puede controlar. El joven y dinámico ejecutivo, colgado de las nuevas tecnologías hasta el punto de que éstas condicionan su sexualidad, o el patrón "arrasado" por treinta años de matrimonio mal digerido. Irene, en medio de todo esto, se convierte en una especie de Candide que busca su camino entre todos los vagabundeos sentimentales puestos en marcha por una sociedad que cada vez borra más pistas, a imagen de ese París representado por planos de conjunto feos y grises, alejados de la imagen romántica de la ciudad. Para resumir, el gran logro de la película radica en el hecho de que es imposible catalogarla, en que mantiene un equilibrio justo entre la ironía, la sinceridad y el humor y en su gran destreza". - Cyril Rota, Objectif Cinema, www.objectifcinema.fr
"Una comedia divertida y de diálogos ajustados en la que Cécile de France demuestra que ya es una gran actriz" - Bérangère Adda, Le Parisien