DJ Walters, de doce años, está atrapado en ese incómodo momento entre la niñez y el comienzo de la pubertad. Tiene mucho tiempo libre y se le ha metido entre ceja y ceja que hay algo extraño en la casa del viejo Nebbercracker al otro lado de la calle. Las cosas siguen desapareciendo en el desvencijado edificio: Balones de baloncesto, triciclos, juguetes y mascotas. Y pensando en ello, ¿qué le ha pasado a la señora Nebbercracker?
Estamos en el día siguiente a Halloween y DJ y su cándido amigo Chowder tienen un roce con el señor Nebbercracker después de que el balón de baloncesto cayera en su césped y fuera barrido misteriosamente hacia la casa. Ésta intenta tragarse a su nueva amiga Jenny y nadie les cree cuando claman asustados que en la casa pasan cosas extrañas. Es el momento de investigar.
Piden consejo a la única persona del mundo que podría entender remotamente lo que está pasando, el sabio al que llaman Skull, un pizzero vago de veintitantos años, maestro de la máquina de videojuegos que una vez estuvo jugando a uno durante cuatro días seguidos con solo 25 centavos, una chocolatina y un pañal para adultos. "He oído hablar de estructuras humanoides que se poseen por un alma humana", les cuenta Skull.
¿Queréis decir que la casa está viva? ¡Guau!
Skull les dice que la única forma de evitar que la casa engulla todo lo que hay a la vista es golpearle en el corazón, que los niños creen que debe ser la caldera, siempre llena de combustible, del sótano. Idean un plan que parece hecho a prueba de tontos una aspiradora disfrazada de muñeco humanoide relleno de medicina fría. Los niños le ofrecen su cebo a la casa, pensando que una vez que se quede dormida podrán colarse dentro y acabar con la caldera con sus pistolas de agua.
Sin embargo, su pequeño plan se tuerce, y cuando la casa empieza a perseguirlos por la calle sí, eso es, ¡a perseguirlos por la calle! deben unir sus fuerzas para salvar de nuevo al vecindario de los chicos de truco o trato.