Es la historia real de Burt Munro, un neozelandés que nunca dejó que se desvanecieran sus sueños de juventud. Después de pasarse toda la vida perfeccionando su moto 1920 Indian, Burt Munro se desplazó desde Nueva Zelanda hasta Bonneville Salt Flats, en Utah, Estados Unidos, donde batió el récord mundial de velocidad en 1967. Nadie ha superado todavía ese récord y su leyenda sigue viva.