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  Vivancos 3  Dirigida por Albert Saguer
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El punto de partida del film es un doble asesinato. Dos cuerpos aparecen muertos delante de un club nocturno. El inspector Vivancos acude al lugar del crimen y allí coincide con Pozo, un capitán de policía con el que no mantiene muy buenas relaciones. Los métodos del inspector no dan una buena imagen pública del Cuerpo y sus superiores prefieren mantenerlo al margen de Homicidios.

Los muertos resultan ser policías, a partir de ahí se inician dos investigaciones paralelas: una, la oficial, la lleva a cabo Pozo; la otra, Vivancos, a espaldas de Pozo, quien quiere apartarle del caso. Mientras, el jefe de ambos, el comisario Pajarda, vive inmerso en su mundo, ajeno a la mayoría de cosas que suceden a su alrededor.

Vivancos sigue su trabajo rutinario junto con su nuevo compañero, Tino, un policía novato que siente una gran admiración por Vivancos. La investigación en la sombra de los policías asesinados le coloca en una situación comprometida. Los conflictos se van suceder, ya que Pozo le va a poner todas las trabas posibles para mantenerle al margen. Sin embargo, los retos son un estímulo para Vivancos.

Tras la visita a la viuda de uno de los policías asesinados, Vivancos descubre que su lujosa forma de vida forma es muy superior a sus posibilidades. La viuda, Amanda, es una mujer escultural, adicta al sexo, que rápidamente se siente atraída por el inspector. Vivancos aprovechará esa situación para sacarle información y no tarda en descubrir que hay una red de corrupción dentro de la comisaría.

La banda criminal en la que participan los policías corruptos está encabezada por un viejo conocido de Vivancos: Tomasso, un capo mafioso a quien ha perseguido otra veces y que está obsesionado por su calvicie. Esta paranoia le lleva a trazar un plan maquiavélico que supone una seria amenaza colectiva: esparcir por la ciudad una substancia que convierta a toda la población en calva, malévola acción para lo que cuenta con el apoyo de un grupo de policías que sacan su tajada.

Vivancos descubre todo lo entramado y acude el día previsto para la catástrofe a un punto de encuentro, donde coinciden todos: Pozo, Tomasso, los sicarios, Amanda...

Como todos los héroes, Vivancos tiene tres deberes que cumplir para ser fiel a su condición: liberar a la chica, detener al malo y salvar al mundo. Y eso es lo que intentará hacer.

Los personajes:
VIVANCOS. Su fama le precede, como su enorme pistolón. Demasiado grande para cualquier cuerpo, incluso para el de policía. Los delincuentes le respetan. Sus compañeros, en cambio, le temen. Cuando llega a la escena del crimen dice las palabras mágicas: "Vivancos, homicidios". Entonces sólo el muerto está a salvo. Sus métodos son considerados poco ortodoxos tanto por sus superiores como por los delincuentes. Pero hay un motivo para todo ello. Vivancos es un hombre desencantado. Un solitario. Un tipo de los que ya no quedan. No queda con sus amigos. No queda para ir al cine. No queda con nadie. Es un hombre herido. Bajo su dura apariencia se esconde otra persona. Otra persona que conoció su ternura. Sus ayudantes le duran poco. Cuatro o cinco tiros a lo sumo. Tal vez por ello la mayoría de polis se muestran algo ariscos a patrullar con él. Pero Vivancos es un hombre recto. Su moral es rígida. Sus valores, inamovibles. Su pistola, rápida. Si tuviera que disparar a su madre, no lo dudaría,. Incluso si no tuviera que hacerlo es posible que también disparase. ¿Por qué este carácter? ¿Es necesaria tanta dureza? El sabe que sí. Hace mucho tiempo se enfrentó a un hombre. Aquello le destrozaría la vida. Hace mucho tiempo. Y no quiere olvidarlo. Sabe que aquellos que olvidan la historia están condenados a repetirla. Lo aprendió en los exámenes de junio de 5º de EGB.

AMANDA. ¿Existe una mujer capaz de combinar hábilmente conceptos como ternura y látigo de siete puntas? La respuesta tiene nombre de mujer: Amanda. Una viuda reciente. Desde que murió su marido, un policía, en extrañas circunstancias. Hay otros policías que no dejan de ir a consolarla. Pero, ¿quién consuela quién? ¿Es normal estar de duelo esposada a los barrotes de la cama? ¿Qué hay en su mirada que resulta tan destructivo para los hombres? ¿Es realmente su mirada o hay más razones? ¿Y esas razones? ¿De qué talla son? Cuando Vivancos investigue la muerte del marido de Amanda descubrirá el sabor del peligro, como otros muchos hombres antes que él. Millonaria, elegante, voluptuosa. Así es Amanda. Si no existiera la tridimensionalidad habría que inventarla para ella.

PAJARDA. Dentro del departamento de homicidios él es quien manda. Pajarda es el jefazo. El número uno. Su única pasión es el cuerpo. Especialmente si está bien trabajado. Su mundo se reduce a su despacho de policía. En pocas palabras: Pajarda vive en su mundo. Quizá por eso sus subordinados lo tratan con condescendencia. Detectan en él un cierto vacío interior. Dentro del cráneo, concretamente. Vivancos le cae simpático a Pajarda, en el fondo. Le gusta su rudeza y, por qué no decirlo, su hombría. Se siente a gusto rodeado de hombres uniformados. No trata a sus muchachos como un padre sino, más bien, como un buen amigo, un amigo especial. A menudo se encierra en la sala de interrogatorios con los detenidos y no duda en analizarlos minuciosamente. Esa es precisamente una de sus aficiones: analizar a todo aquel que se le pone a tiro. Desconfía de las pruebas. Se guía por el olfato, por el instinto. O mejor dicho: por los olores y por los instintos. Su método deductivo no deja de sorprender a Vivancos y a Pozo, y ambos se preguntan atónitos cómo puede ser que el teniente Pajarda no dé en el clavo jamás.