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  Pintar o hacer el amor  Dirigida por Arnaud Larrieu, Jean-Marie Larrieu
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Comentario de los directores
¿Todavía hay vida después de treinta años de matrimonio? Los niños se han ido a estudiar al extranjero, la jubilación está a la vuelta de la esquina y el ocio consiste en ver a los amigos para tomar el aperitivo o jugar al golf un domingo... Sí, hay vida y puede ser de lo más sorprendente.

William y Madeleine vuelven a abrir los ojos y descubren un paisaje, una casa, un cuerpo, la noche...
De pronto, entran en una historia amorosa con la inocencia propia de la juventud. Han conocido a sus nuevos vecinos, Adán y Eva.

Queríamos rodar a personas con una vida muy normal viviendo experiencias sensuales extraordinarias. William y Madeleine consiguen turbarnos porque siempre mantienen un pie en la rutina cotidiana a pesar de haber sucumbido a emociones y deseos alocados. De hecho, lo realmente subversivo y provocador es su inocencia y la ligereza con la que pasan a la acción.

Hemos trabajado para que ocurriese lo mismo con los actores durante el rodaje. Nos producían la misma sensación que un músico de jazz puede sentir a la hora de tocar un "standard"; es a la vez simple, claro, conocido por todos, pero puede ser interpretado de mil maneras, incluso puede reinventarse.

Es lo mismo que sienten los personajes frente al paso del tiempo y de las estaciones: una increíble mezcla de recuerdos y de novedades.

Dado que William trabajaba en el servicio meteorológico francés, nos dio por llamarlo el suspense meteorológico de la película. En contra de lo esperado, a pesar de las previsiones para el otoño de sus vidas, los personajes se ven envueltos en corrientes inestables, primaverales, imprevisibles.

El reencuentro con la adolescencia de William y Madeleine es comparable a la emoción de las primeras veces. Una pareja que se enamora. Una pareja sin miedos ni reproches.



Unas preguntas a Daniel Auteuil
¿Cómo reaccionó cuando leyó el guión?
Me pareció muy hermoso. Me gustó ese universo tan particular que imaginaron los hermanos Larrieu. Más tarde, después de conocerles, de ver sus películas, lo entendí. Su trabajo, su punto de vista me hablaban. Me atraía su forma de filmar, diferente a la que estamos acostumbrados en Francia.

¿Hablaron mucho antes del rodaje?
La verdad es que no. Al principio, pensé que íbamos a rodar en los Pirineos y hablamos de eso. Pero de poco sirvió porque acabamos rodando en los Alpes. Nunca abordamos el tema de la historia, lo prefiero así. Tengo tendencia a confiar en la gente y me gusta descubrir las cosas. La fase de preparación de una película no me concierne. Mi trabajo consiste en dar en el clavo cuando hace falta.

¿Cómo definiría su personaje y cómo lo preparó?
Descubrí mi personaje cuando vi la película. Antes no sabía quién era. No he preparado nada. He actuado según el guión y a través del análisis de las situaciones, imaginando las reacciones naturales del personaje. Sólo interpreto. A fin de cuentas, mi personaje me cae bien, reacciona bien, controla sus miedos. Madeleine y él viven una auténtica aventura, pero saben dosificarla para no ir demasiado lejos. Es lo que me gustó de la película: a pesar de todo lo que les pasa, la pareja permanece imperturbable, parece indestructible. Uno es acción, el otro es reposo, ambos viven una metamorfosis física. Puede interpretarse como un regreso a la adolescencia, pero los actores no tienen por qué controlarlo. Quizá sea lo que Sabine y yo quisimos incorporar inconscientemente a la película, lo que se escapó de nuestro interior.

Unas preguntas a Sabine Azema
¿Cómo reaccionó cuando leyó el guión?
Reaccioné a la propuesta de los hermanos Larrieu antes de leer el guión. Tuve ganas de trabajar con ellos desde que leí un artículo en el que hablaban de un universo donde se mezclaban la ficción y el documental. Casi siempre ruedo en un plató. Me atraía la idea de rodar en decorados naturales, en medio de una naturaleza fuerte y violenta, con dos realizadores que la respetan y la aman. También me gustó la historia de Pintar o hacer el amor, un retrato de personas felices, un himno a la sensualidad alegre, total.

¿Hablaron mucho antes del rodaje?
Nos citamos en un bar. Yo estaba algo nerviosa y recuerdo que hablé mucho. Ellos poco, sobre todo Arnaud. Les conté la película que había visto en el guión, que no tenía por qué ser la que habían imaginado.

¿Cómo definiría su personaje y cómo lo preparó?
Madeleine es una mujer con el don de atrapar el tiempo que pasa. Podría ser banal, pero su sensualidad y su amor por la naturaleza hacen que cada nuevo día sea excepcional. La mayoría de la gente se hunde en la cotidianidad, las preocupaciones, les cuesta sentirse bien. Madeleine vive una revelación física. A través de ella, intenté decir que el cuerpo, cuando funciona bien, es una creación extraordinaria de la que no siempre somos conscientes. Trabajé la arquitectura del personaje yendo a los decorados. Descubrí la zona, visité museos regionales. Construí mi personaje sola. Luego estuve abierta a todo y los hermanos podían pedirme lo que quisieran, pero siempre fui yo misma. Era a la vez dócil y salvaje.

Unas preguntas a Sergi López
¿Cómo reaccionó cuando leyó el guión?
Con alegría, porque cada vez me cuesta más trabajo encontrar historias originales. Y Pintar o hacer el amor lo es realmente, aunque sin intentar serlo. Se nota la verdad por debajo, está llena de humor. Aunque nunca escojo las películas en función del personaje que interpreto, me gustó la perspectiva de encarnar a un ciego. No ver es un poco un regreso a la infancia. Todos hemos cerrado los ojos e imaginado.

¿Hablaron mucho antes del rodaje?
Cuando nos conocimos en el bar de un hotel, decidimos que mi personaje siempre llevaría gafas oscuras para realzar la parte imaginaria, la ambigüedad, la carga sexual y sensual. No se ven sus ojos; por lo tanto, el interior cobra importancia en oposición a la apariencia. Pensamos en un hombre púdico y misterioso que no necesitara una interpretación muy evidente. Las conversaciones fueron muy fructuosas. Los Larrieu son muy sensibles, muy dulces, con ideas precisas, pero dejan mucha libertad. No ocurre muy a menudo.

Unas preguntas a Amira Casar
¿Cómo reaccionó cuando leyó el guión?
El guión tenía un tono de libertad sorprendente. La historia hablaba de temas que llevo en el corazón, la naturaleza omnipresente, la montaña mágica. No lo dudé ni un momento.

¿Hablaron mucho antes del rodaje?
Bueno, hablamos de viajes, Italia, Nápoles, Inglaterra, ciudades, países que conocí durante la adolescencia. Países ideales para una pirata como yo. Por suerte para mí, su campo de visión va mucho más allá de la procedencia.