Londres, 1937. Laura Henderson, una mujer adinerada y con contactos, acaba de enterrar a su amado marido. Y ahora, de repente, se aburre. A sus 69 años, tiene demasiada energía y vitalidad para disiparse como una amable viuda. Lo que necesita, dice su amiga Lady Conway, es un hobby. ¿Coleccionar diamantes, hacer obras de caridad, quizás? Pero, para disgusto de sus amigos, en vez de esto decide comprar un teatro, el Windmill, en el corazón del Soho.
No tiene ni idea de cómo llevar un teatro, así que contrata a Vivian Van Damm, un experto del negocio del espectáculo que también se ve sorprendido por la señora Henderson y sus maneras excéntricas, provocativas y maleducadas también. Van Damm le prohíbe asistir a los ensayos por sus continuas interferencias, así que ella se disfraza varias veces para poder espiarle. Su relación de amor-odio producirá una renovación histórica en el Teatro británico.
La idea que tiene Van Damm de hacer funcionar todo el día el teatro hace que el Windmill se abarrote hasta que los demás teatros les copian. Entonces es el turno de Laura de maquinar otro plan, poner chicas desnudas (por primera vez) en el escenario.
Rindiéndose a su poder de persuasión, Lord Chambers, el censor, le otorga la licencia, con la condición de que las chicas desnudas no se muevan, como si fuera un cuadro. El espectáculo del Windmill se convierte en un éxito total inmediatamente.
Pero al comenzar los bombardeos de Londres, el gobierno amenaza con cerrar el teatro. El espíritu combativo de la señora Henderson sale a la luz, igual que el secreto que la empujó a comprar el Windmill en primer lugar.