Entrevista con Lauren Cantet (Extracto)
HAITÍ, DANY LAFERRIÈRE
Primero está el descubrimiento accidental de Haití en enero de 2002. Fui para ver a alguien; en ningún momento imaginé que rodaría una película allí. No conocía el Caribe. Me quedé una semana y, cuando me fui, estaba seguro de que volvería. Solo me dio tiempo a que me invadieran una multitud de sentimientos extremos, desde la fascinación a la rebelión, pasando por una extraña inquietud y por el desaliento más total frente a tanta miseria. A pesar de ver a gente viviendo en situaciones muy duras, no pude evitar sentir la sensualidad que destila el país, la indolencia. Esa paradoja no tarda en convertir el estatuto de extranjero en algo molesto: a pesar de la dureza de lo que se ve, a menudo se tiene la impresión de estar en un paraíso perdido, tan perdido que incluso da vergüenza frente a la realidad de la isla.
En el avión de regreso, leí el libro de Dany Laferrière, La chair du maître. Aunque los relatos transcurren en los años setenta, al leerlos me volvieron las sensaciones que había sentido estando allí: la cercanía de algo maravilloso e inaceptable, de la despreocupación y de la tragedia, de una gran simpatía y de una violencia siempre a punto de estallar. Sin duda, el hecho de que a menudo se hable del forastero que descubre el país me ayudó a que los relatos fueran más accesibles.
DEL RELATO AL GUIÓN
Entre la veintena de relatos que conforman en libro, Vers le Sud me enganchó por la forma. Está construido a partir de los relatos autónomos de diferentes personajes. Relatos contados en primera persona que parecen confesiones más que una historia dramática. Haber escogido este relato es paradójico ya que el proceso está muy alejado del método cinematográfico. Sin embargo, también me permitía construir un auténtico guión alrededor de la trama. La película podía nacer a partir de la historia sin por eso ser una copia. También me inspiré en otros dos relatos del mismo libro, La maîtresse du colonel y Laprès-midi dun faune.
Siempre tuve muy claro que quería conservar los monólogos. En primer lugar, por respeto al relato y también para que cada una de las mujeres tuviera la posibilidad de hablar con sus propias palabras y sin rodeos de sus relaciones con los hombres. Me conmueve escuchar a Brenda hablar de cuando conoció a Legba. Se nota que le cuesta encontrar ciertas palabras, pronunciarlas. Pero también se nota el placer que siente al hacerlo. Y el placer de contarlo la lleva - y a nosotros de paso - a lo que sintió aquella crucial tarde. Turba más oír hablar de ese momento que ver las imágenes.
Los relatos de Dany Laferrière se responden entre sí. Los personajes reaparecen, las historias siguen y se cruzan. Así pues, a la hora de escribir el guión utilizamos un método bastante parecido al suyo al asociar varios relatos y convertirlos en una sola historia. De hecho, hace poco que ha reescrito La chair du maître para volver a publicar la colección de relatos bajo el título Vers le Sud, seleccionando las historias que se refieren a cómo los extranjeros ven Haití y añadiendo algunos relatos inéditos. Conocer a un escritor que tiene una relación tan dinámica con su obra me liberó para hacer la adaptación, algo totalmente nuevo para mí. Me sentí más libre.
RIMAS Y TRAYECTORIAS
Cuando Legba interrumpe el baile de Eddy con Brenda, el niño le dice: No eres mi padre. Y cuando Ellen le propone que la acompañe a Boston, Legba le dice: No eres mi madre. Inmediatamente después, va a ver a su verdadera madre.
Este sistema de remisión también es válido para los personajes. Se crea un lazo entre la joven del aeropuerto al principio de la película, a la que su madre quiere entregar a Albert, el encargado del comedor del hotel, y la joven de la limusina. También coinciden las trayectorias de Brenda y de Ellen, como si Brenda, al final de la película, empezase el recorrido que Ellen abandona al decidir volver a casa.
HAITÍ
No me gustan las generalidades. No tenía ganas de crear un país imaginario, una entidad llamada sur, y otra simbolizada por las mujeres del norte. Es importante nombrar el país, definir el marco, el periodo. No quería hacer una parábola contemporánea.
El prólogo del aeropuerto con la madre y la hija introduce la dimensión de fábula, una tradición cultural muy arraigada en Haití, incluso cuando se intenta que todo parezca muy real. Esa mujer, al contar su historia, propone uno de los temas de la película: un cuerpo que ofrecer. Su rostro y su historia cristalizan la realidad de la isla y permiten descubrir la isla antes de la llegada de Brenda y del arranque de la ficción. El cristal separa el mundo de la anciana del de los turistas blancos que acaban de llegar.
En cuanto al decorado del hotel, preferí inclinarme hacia la postal, el anuncio publicitario porque, a pesar de los estereotipos, todos podemos simpatizar con las ganas de ver el paraíso. Cuanto más perfecto el lugar, más fuerte, más crudo es el contraste con los alrededores, aparte de que no se filma del mismo modo. En el hotel, el ritmo es más lento, son planos más estudiados. La puesta en escena está contaminada por la languidez tropical. Para que cada salida al exterior del recinto hotelero sea una auténtica sorpresa, se ha eliminado cualquier tipo de unión entre los dos espacios, algo que se impuso por sí solo nada más empezar el montaje.
LO ÍNTIMO Y LO SOCIAL
Siempre me han interesado los entrelazamientos entre lo íntimo y lo social. Es posible que se note más en esta película. Por una parte, la intimidad es aún más íntima dado que se habla de la pareja y de su relación con el cuerpo, con el deseo y la sexualidad. Por otra parte, la política es más global (la dictadura, la violencia social, las relaciones norte-sur). La película subraya la pobreza social de unos y la pobreza sexual de otros, mientras observa lo que puede ocurrir cuando ambos mundos se encuentran.
TURISMO DE AMOR
Lo que me interesaba del relato y de todo lo que escribe Dany Laferrière puede resumirse como sigue: no se trata de pobres víctimas de un lado y de cabrones manipuladores de otro. En el relato Vers le Sud, hace hincapié en que todos encuentran algo. Las estadounidenses van a pasar quince días a Haití para olvidar la realidad de una vida en la que no disfrutan. Pueden jugar a ser millonarias, algo fácil en un país con un nivel de vida tan bajo y, sobre todo, volver a encontrar el poder de seducción que ya no tienen en Estados Unidos. El hotel es una burbuja que las protege del resto del mundo y, a la vez, les permite cualquier descarrío. Legba va al hotel por lo mismo, para olvidar las preocupaciones de su vida diaria, para huir de los tontons macoutes (el apodo de la policía de Baby Doc), contra los que nada puede hacer, apartar de su vida la historia de su amiga a quien ve en la limusina, escapar de su madre... En una relación en la que entra la prostitución - Ellen mete dinero en el bolsillo del pantalón de Legba después de pasar la noche juntos - también cabe una enorme ternura. Para Legba, el hotel es el único sitio donde le escuchan, donde le miran como a un hombre, donde puede sentir su dimensión humana sistemáticamente negada en el exterior. Hay un auténtico intercambio entre él y las mujeres. Es posible que se hable de turismo sexual al comentar la película. No es que me asuste la expresión, pero me parece más seductora la de turismo de amor.
EL DESEO DE LAS MUJERES: ELLEN, BRENDA Y SUE
Después de Recursos humanos y de El empleo del tiempo, ambas centradas en personajes masculinos, me apetecía enfrentarme a personajes femeninos aunque fuera mediante un hombre, Legba, y a través de mi sensibilidad masculina y la de Dany. Me gustó mucho pensar en femenino, escribir diálogos en femenino.
Comentarios de Laurent Cantet recogidos por Charles Tesson el 18 de julio de 2005