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  El prado de las estrellas  Dirigida por Mario Camus
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Memoria del director
"Para mí", dice el gran poeta Claudio Rodríguez, "la vida tiene aspecto de fábula; es algo legendario, no sólo historia y datos concretos". Así se nos presenta esta narración: Como una leyenda por donde circulan determinados personajes, gente que quiere vivir su propia vida sin entregarse al desánimo, ni a las brillantes apariencias que ofrece el presente, ni a la melancolía. Libran sus pequeñas batallas con humildad pero con resolución e inteligencia.

El prado de las estrellas toma el nombre de los recuerdos infantiles de un hombre llamado Alfonso que tiene un papel protagonista en la historia. Cincuenta y algunos años más tarde, con aquellos recuerdos casi olvidados, nuestro Alfonso vive jubilado en su casa de siempre, en un pueblo grande situado entre un mar violento y las últimas estribaciones de la cordillera que se adivina hacia el sur, por encima de las nubes.

Al final de una noche lluviosa, cuando empieza la amanecida, Alfonso sale a coger caracoles. En una de esas salidas, en lo alto del pueblo, en el mismo y legendario “prado de las estrellas” que él frecuentó de niño, se topa con un joven que aparece súbitamente, rompiendo la niebla, en su bicicleta. Este encuentro abre el cerrojo de las fantasías de un hombre tranquilo. A partir de ese amanecer lleva consigo la imagen del joven ciclista, fijada en su memoria, tratando de encajarla en su propia vida.

Alfonso visita a Nanda, una anciana que fue su vecina y un poco su madre cuando se quedó huérfano y solo. Ahora, ella pasa sus últimos años en una Residencia de Ancianos y, dos tardes a la semana, Alfonso le da alegría a su vivir silencioso y discreto. Allí, en el transcurso de una de estas visitas, Alfonso vuelve a ver al ciclista en compañía de la Asistente Social. Se entera de que son hermanos y proceden de un valle alejado de la costa, donde tienen su casa y sus tierras.

En esta Residencia coinciden los personajes de tres historias que se funden, se juntan y se hermanan para formar “El prado de las estrellas”. Sus determinados caracteres, sus aspiraciones compartidas, su posición firme frente a bruscos acontecimientos y una manera común y natural de manifestarse en la vida y de relacionarse con los demás.

Nanda echa en falta la atención de sus hijos que residen lejos, en Madrid y Barcelona. En lugar de recibir su visita, uno de ellos, le manda a un emisario con el encargo de que ponga en orden y haga un recuento de las exiguas posesiones de la anciana. Ella se presta a complementar la información aunque teme por los vecinos y conocidos a los que ha arrendado alguna de aquellas propiedades. Cuando hacen el inventario, "el prado de las estrellas" sobresale entre todas porque es grande y está situado en un privilegiado lugar. Así lo aprecian los administradores del hijo de Nanda y estudian la posibilidad de construir una urbanización en el "prado".

Mientras, Alfonso ha seguido los pasos de Martín, el niño ciclista. Ha hablado con él y, después de someterle a una prueba, se ha convencido de que puede resultar un gran profesional y un campeón en ciernes si decide, en un tiempo aún largo, seguir con la bicicleta. Con dos amigos, un exciclista y un profesor de Instituto se lanza a la tarea de moldear la personalidad de Martín y hacerle grande fuera y dentro de su oficio. La preparación es sacrificada y entra en su curso normal a la espera de las primeras carreras.

Luisa tiene un problema. O mejor dicho, dos problemas. Uno es anterior a la época en que comenzó su trabajo en la Residencia. Se llama Mauricio y es un muchacho de su pueblo, administrador de las tierras de su padre y perdidamente enamorado de ella. Pero Luisa no acaba de verse compartiendo la vida con él. En Comillas conoce a Ramiro, un mecánico experto. Posee un taller acreditado, tiene planes brillantes y un carácter acorde con sus aspiraciones. Es dominante y ese aspecto de su personalidad choca con la decisión de Luisa de construirse una vida donde pueda manifestar su propio carácter y no estar sometida a ningún otro.

Nanda, nuestra abuela, en un momento de lucidez, busca tiempo y compañía para visitar al notario y cambiar su testamento. Dejando "el prado de las estrellas" a Alfonso, sin consultarle.

Un día, Nanda muere. Y el conflicto se plantea entre los abogados de su hijo, personas poderosas, y un aturdido Alfonso que acaba de enterarse de la última disposición de su amiga. Junto con un modesto letrado que le proporciona su compañero Tasio, hace frente a la amenazante situación.

En la primera carrera Martín no defrauda a los tres amigos que se han hecho cargo de su formación. Es un ciclista lleno de condiciones prometedoras, y muy maduro para su edad.

Luisa acaba teniendo claro que necesita libertad y rompe con sus afectos. Pide un traslado y se marcha al sur a vivir su propia vida y trabajar con los mayores.

Martín sigue con las carreras. La siguiente en la que toma parte, una vez más, es el escenario ideal para su lucimiento. Domina desde el principio pero al finalizarla una moto le arrolla. El percance es grave y le lleva al quirófano. En el banco de un pasillo, en la terrible espera, dentro del hospital, Alfonso y Tasio, el amigo experto, hablan de ellos y del provenir de Martín. Están orgullosos del muchacho y saben que, tanto si vuelve a correr como si no lo hace, habrán hecho de él un hombre valiente, audaz y generoso. Un campeón; el mejor de los trabajos.


Sobre el director
Mario Camus dejó sus estudios de Derecho para ingresar en 1956 en la Escuela Oficial de Cinematografía donde se diplomaría en Dirección y más tarde trabajaría como profesor. A principios de la década de los sesenta colaboró con Carlos Saura en el guión de "Los golfos" (1959) y de "Llanto por un bandido".

Después de algunos cortometrajes en 1963 dirige su primer largometraje con "Los farsantes" y "Young Sánchez". A partir de entonces, su carrera como director cultiva todos los géneros (comedias, suspense e incluso musicales).

Serán las adaptaciones literarias realizadas sobre todo en los ochenta las que le proporcionarán mayor relevancia sobre todo "La colmena" (1982) según la obra de Camilo José Cela y "Los Santos Inocentes" (1984), de Miguel Delibes, película con la que Alfredo Landa y Francisco Rabal obtuvieron -ex aequo-el premio de interpretación del festival de Cannes. El reconocimiento por estas obras le llegó tanto a nivel nacional como internacional.

También ha dirigido series televisivas como la prestigiosa "Fortunata y Jacinta" (1979); del mismo modo para el medio televisivo ha rodado "Los desastres de la guerra", "Camioneros" y "La joya de un rebelde". También hizo sus pinitos como intérprete y ha colaborado como guionista con directores como Miguel Hermoso y Pilar Miró.

En la década de los noventa podemos destacar "Adosados" (1996) y "El color de las nubes" (1997).

Juan Carlos Frugone presentó en la Semana de Cine de Valladolid de 1984 un libro bibliográfico inspirado en el director, titulado "Oficio de gente humilde... Mario Camus".

Entre sus premios destacan por la película "Los pájaros de Baden-Baden" el segundo premio a la mejor película, el mejor Guión y el mejor Director dados por el Sindicato Nacional del Espectáculo en 1975.

Por "La Colmena" recibió del Círculo de Escritores cinematográficos en 1982, los premios a la mejor película y mejor director; en el Festival de cine de Alejandría en 1982 el premio al Mérito Artístico y a la mejor película; y en el Festival de Berlín de 1982 los premios Oso de Oro a la mejor película, Premio Cidalc a la mejor película y Premio Berliner Morgen Post a la mejor película.

Por "Los santos inocentes" consiguió en la Bienal de Cine "Ciudad de Bogotá" en 1984 el premio a la mejor película, el premio Ecuménico a la mejor película en 1984 en el Festival de Cine de Cannes, el premio al Mérito Artístico y a la mejor película en el Festiva de Cine de Alejandría y también el premio a la mejor Película en los Festivales de Cine de Durban y de Varna en 1985.

Ha recibido también un Premio Nacional de Cinematografía concedido por el Ministerio de Cultura en 1985 y un GOYA al mejor guión concedido por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de España por la película "Sombras en una batalla" en 1993.