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  Infierno blanco  (The grey)
  Dirigida por Joe Carnahan
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"Es una película de supervivencia pura y dura", declara el director y coguionista Joe Carnahan, que ha conocido el éxito con Narc y Ases calientes. En INFIERNO BLANCO, un grupo de hombres debe luchar por sobrevivir ante el frío extremo y la nieve, y ante una manada de lobos hambrientos que protegen su territorio. "Si te dan miedo los animales salvajes o viajar en avión, esta película te marcará durante mucho tiempo."

"Esta película toca muchos géneros", asegura la productora Jules Daly. "Es un thriller. Es una película de terror. Es un drama con hombres que luchan por sobrevivir." Basada en el relato Ghost Walker de Ian Mackenzie Jeffers, INFIERNO BLANCO es la segunda colaboración entre Carnahan y la superestrella internacional Liam Neeson (Venganza, Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma, La lista de Schindler), que ya trabajaron juntos en El equipo A. Detrás de esta comedia de acción de 2010 estaban Ridley y Tony Scott, que en INFIERNO BLANCO participan como productor y productor ejecutivo respectivamente.

"INFIERNO BLANCO despertaba algo muy primitivo en mi interior", afirma Neeson, que oyó hablar por primera vez del proyecto mientras efectuaba una ronda de entrevistas con Carnahan en Berlín para promocionar El equipo A, y posteriormente pidió al director más detalles sobre el proyecto durante una cena informal en Londres. Tras leer el guión, el actor se ofreció inmediatamente para el rol protagonista, aun sabiendo perfectamente que Carnahan, buscando el máximo realismo, querría rodar en exteriores alrededor de la zona subártica. "Cuando leí el guión tenía 57 años, y mi niño interior pensó que sería genial asumir un papel tan exigente", recuerda Neeson. "Quería que el público dijera “Hala, ¿cómo pueden hacer eso estos tíos?”. Y al mismo tiempo, yo pensaba “¿Estaré a la altura físicamente?”."


El argumento
La premisa de INFIERNO BLANCO también espoleaba la imaginación de Neeson. La película arranca en una refinería de Alaska, donde se procesa el crudo en diversos productos para su uso comercial. Los trabajadores soportan unos agotadores turnos de cinco semanas las 24 horas del día, y después tienen unas dos semanas de vacaciones. Un grupo de hombres que se disponen a regresar a casa se topan con una tormenta brutal que provoca que su avión se estrelle en la tundra de Alaska. Todos los pasajeros mueren excepto ocho supervivientes que deciden dirigirse al sur, hacia la civilización, mientras los persigue una manada de lobos misteriosos, casi sobrenaturales y que parecen prehistóricos por su tamaño y ferocidad.

Neeson encarna a John Ottway, un tirador de primera que ha sido contratado por la refinería para evitar que los osos, los cánidos y otras fieras ataquen a los trabajadores.

"Os diré una cosa: teniendo en cuenta mi idea de cómo tenía que ser la película y cómo es ahora, me costaría imaginar en el papel a alguien que no fuera Liam", le elogia Carnahan. "La forma en que este personaje ha evolucionado y ha sido trabajado por él como actor ha sobrepasado inmensamente mis expectativas. Ha sido capaz de imprimirle un sentido más profundo de lo que significa la vida y la muerte. Al hablar con actores más jóvenes, vi que no comprendían su propia mortalidad. Liam tiene casi sesenta años, por vibrante y fuerte que sea, y tiene asumido que todos, sin excepción, tenemos los días contados. El tiempo nos acecha a todos."

"En esta película no hay bien ni mal, simplemente es lo que es", asegura Carnahan con convicción. El director cree que los conceptos básicos de "presas" y "depredadores" que protegen su territorio podrían perderse en un actor más joven o menos experimentado. Al asumir la propia vulnerabilidad del personaje, Neeson reconoce también la dualidad de este tirador profesional, que es a la vez antagonista y protagonista.

"Mi personaje tiene una relación particular con estos lobos", explica Neeson. "Trabaja en la primera línea de la refinería y su trabajo es encargarse de que los animales no se acerquen a los trabajadores. El pensamiento que ronda la mente de Ottway es que, tal vez, los lobos han venido a buscar venganza."


Los orígenes
Carnahan sintió brotar su interés al leer un relato del escritor Ian Mackenzie Jeffers llamado Ghost Walkers, que trataba de unos trabajadores de una refinería perseguidos por una manada de lobos salvajes tras un accidente de avión. Jeffers elaboró un guión bruto, y Carnahan pasó los siguientes 4 años desarrollando a intervalos la narración y los diversos personajes. "Tardé mucho tiempo, pero el relato despertó mi interés de una forma muy primaria", comenta el director y guionista. "Refleja lo que es más preciado e importante para un hombre, concepto que también fue evolucionando conforme pasaba el tiempo."

Esta "historia de supervivencia" se vio enriquecida con cuestiones mucho más existenciales con las reescrituras efectuadas a lo largo de los años. "Quería algo que tuviera un sentido más profundo, algo que cuestionara la naturaleza, la vida y a Dios. Los lobos forman parte de esto. Son tan omniscientes y todopoderosos como los ríos, las ventiscas o cualquier otra cosa con la que se topan. Quería mostrar a estos hombres como intrusos, en un enfrentamiento entre la industria y el mundo natural. El centro de la historia es claramente estos hombres y su viaje. Pero también quería que fuera algo más que una mera película de acción con un desarrollo previsible."


La elección del reparto
Reclutar a los diversos miembros del reparto y asegurarse de que se complementaban entre sí fue como "montar un gran puzle", afirma la productora Jules Daly, y añade que el director optó a propósito por figuras relativamente desconocidas como Frank Grillo, Dallas Roberts, Joe Anderson, Nonso Anozie, Ben Bray y James Badge Dale para completar este plantel de actores repleto de testosterona.

Si pocos de estos nombres resultan llamativos, es por una buena razón. La premisa en el proceso de selección fue encontrar a actores creíbles que pudieran soportar las duras condiciones físicas y que no fueran fácilmente identificables. Así lo explica el actor Dermot Mulroney: "En muchas películas, si ves a un grupo de gente subiéndose a un avión y reconoces a media docena, ya sabes de antemano quién va a sobrevivir, y eso estropea el efecto. Por eso, Joe eligió para la película a actores muy fuertes y entregados; puede ser que hayas visto a alguno antes, pero no a todos, todavía". Para su papel, Mulroney se dejó barba y se puso gafas, por lo que apenas se le puede identificar con su habitual imagen en pantalla.

Frank Grillo, un viejo amigo de Carnahan, encarna al sociópata John Diaz, y el actor pasó incluso una noche en la isla de Riker para preparar su papel. Grillo recuerda que antes del rodaje vio con el resto del reparto la epopeya de camaradería masculina Defensa (Deliverance, con Jon Voight y Burt Reynolds) como parte de su preparación. "Queríamos ver a un grupo de tíos que en realidad no se conocen a sí mismos antes de enfrentarse a unas circunstancias extremas. Se ven obligados a transformarse. Al final de la película, puede que el héroe no sea tan valiente, y puede que el malo no sea tan malvado."

Carnahan explica: "Para mí, era como si cada uno de estos personajes representara una faceta diferente de la personalidad del propio Ottway: está el tipo duro, el cobarde, el sensible, el esposo. He intentado plasmarlo así metafóricamente, pero sin crear estereotipos rígidos. La historia simplemente se plantea: “¿Quién eres tú? ¿Cómo quieres vivir? ¿Cómo quieres morir?”".


El rodaje en Smither, columbia británica
La camaradería estaba garantizada cuando el equipo se reunió en un remoto paraje montañoso situado en Smithers, un pueblo de 5.500 habitantes de la Columbia Británica, a 12 horas de distancia en coche de Vancouver, al norte de la ciudad canadiense. "Hay una cita muy buena de sir Ernest Shackleton que dice que lo que el hielo quiere, el hielo se lo lleva", afirma Carnahan. "Eso mismo lo pudimos experimentar en las montañas. Estábamos completamente a merced de los caprichos de la naturaleza, y, aunque resultaba frustrante, también me pareció fascinante."

El director buscó desde el principio el máximo realismo, metiendo a los actores en la nieve hasta la cintura y enfrentándolos a las ráfagas de viento que bajaban de las montañas. "Tenía escarcha en las pestañas, era de locos", recuerda Dallas Roberts, el actor que encarna a Hendricks. "Era el sitio más frío en el que he estado en toda mi vida", añade Grillo. "Rachas de viento de 130 km/h, horas a la intemperie con un tiempo helado. Intentaba decir una frase del guión y la boca no se me movía." Carnahan recuerda: "Las ventiscas nos echaron tres veces de las montañas. Tenía indicios de congelación en los dedos de las manos y de los pies".

"Un frío de muerte, me heló hasta la médula", coincide Nonso Anozie. Mulroney añade: "Toda la preparación guión en mano, las lecturas sobre accidentes de avión, la documentación sobre los lobos, todo eso se va de un plumazo. Porque cuando estás en medio de una montaña a veinte grados bajo cero con vientos de 100 km/h, y nieve racheada, todo eso da lo mismo. Estás allí y punto".

"Es difícil recrear artificialmente las inclemencias", explica Carnahan. "Existe un medio típico para crear vientos en pantalla, el ventilador Ritter, pero si te fijas en las tomas con viento en INFIERNO BLANCO, verás que no hay suficientes ventiladores en el mundo que puedan crear un efecto equivalente a lo que hizo la madre naturaleza con nosotros en esa montaña. Podría haber ambientado el guión en Tahití con jabalís, pero no se me pasó por la cabeza. Así que acabamos en esa montaña perdida, helándonos hasta el tuétano. Eso no se finge, eso se vive porque con ese frío no hay alternativa."

"Queríamos que las condiciones fueran duras para todos", explica la productora Jules Daly, "porque sabíamos que, cuanto más afectara el frío a los actores, más realista saldría en pantalla."

Mulroney precisa: "Cuando digo “frío”, estoy hablando de un frío intenso, lacerante, cercano a la congelación. Era insoportable. Joe concibió y escribió la película teniendo eso en mente: el hombre expuesto a las condiciones más extremas y el entorno más duro imaginable. Estaba empeñado en hacer una película en la que los actores sufrieran de verdad".

"Teníamos un material buenísimo gracias ese tiempo, un paisaje increíble", observa el coordinador de dobles reconvertido en actor Ben Bray. "No se pueden igualar esas escenas en un decorado o en un plató", añade Joe Anderson, que interpreta al joven trabajador de la refinería Todd Flannery. "Cuando el público nos vea ahí, de dará cuenta de que no es un montaje, no es falso, no son efectos digitales. Es nieve de verdad, con un viento de 120, 130, 140 km/h, y es muy impactante. La nieve se convierte en un personaje en sí mismo."

Las condiciones fueron cuando menos difíciles para todos los que participaron en el rodaje. "Sólo podías acceder al lugar de rodaje con tractores de nieve o motonieves", explica Carnahan. "Allí no había comodidades. Incentivos cero." Entre toma y toma en el rodaje, que empezaba a las 7.30 de la mañana y terminaba casi al anochecer, no había lujosas caravanas donde relajarse. Debido a las extremas condiciones ambientales, el elenco se refugiaba en palas de tractor y cajas de transporte para calentarse. La camaradería masculina que florecía en esas largas horas con temperaturas bajo cero dio lugar a algunas anécdotas curiosas durante el rodaje.

Puede que el incidente más memorable fuera el que se produjo cuando los actores se vieron enterrados hasta los muslos en una nieve gélida y no podían ver nada por culpa de una ventisca, mientras que los operadores de cámara se encontraron con graves dificultades al grabar con grúa porque el carburante necesario para mover la maquinaria se había solidificado por el frío.

"Esos primeros días fueron imposibles a nivel físico", recuerda Neeson. "Teníamos que memorizar los diálogos, pero el cerebro se nos embotaba y lo único que teníamos en la cabeza era cómo soportar el frío." En ese difícil momento, el gigantesco actor británico Nonso Anozie lanzó de pronto un monólogo sobre los elementos sacado de Otelo con su atronadora voz de barítono. "Fue una salida tronchante, y nos hizo sentir a todos muy… bien", recuerda Neeson. "Nos recordó a todos que, aunque estuviéramos a cuarenta bajo cero, éramos actores, maldita sea, y sacaríamos adelante aquella escena a toda costa. Eso nos llenó de un sentimiento muy cálido, y no olvidaré la voz de ese hombre mientras viva."

Meses después, los equipos artístico y técnico recordarían esas condiciones extremas como algo que fortaleció la relación entre ellos, lo que en cierto modo refleja la dura lucha de los personajes del guión. Ben Bray, el actor que interpreta a Hernández, lo expresa perfectamente al describir el trance que viven los personajes. "Interpretamos a rufianes, ex presidiarios, peones, gente que se conforma con tener un trabajo y pasar el tiempo libre con su familia. Parece que no tengamos nada en común, pero al final todos tenemos que trabajar en equipo para salir de esa situación. Lo que hay a nuestro alrededor es un misterio. Estamos en mitad de la nada. No sabemos lo que va a pasar. Tenemos que concentrarnos en sobrevivir, cosa nada fácil. En absoluto. Y eso es muy, muy, muy aterrador."


Los lobos
"Si esos lobos no son creíbles, todo se ha perdido", subraya Carnahan. "Desde el principio teníamos claro que, si los lobos fallaban, la película también fallaba", coincide la productora Jules Daly. Aunque el director podría haber optado por la vía convencional y haber añadido los lobos en postproducción con imágenes creadas digitalmente, usó con habilidad las imágenes digitales como complemento a diversos otros sistemas, como marionetas gigantes de animatrónica y animales vivos adiestrados.

Carnahan vio horas de documentales de naturaleza, leyó libros del naturalista Shaun Ellis sobre las costumbres de los lobos y aprendió todo lo que pudo sobre estos animales. Sin embargo, quería aportar una nota de misterio y fantasía. "Quería ser realista, y al mismo tiempo quería que los lobos fueran mayores de lo normal", explica. "Por su naturaleza, los lobos no son animales gigantescos, pero ha habido casos de ejemplares de 110 kilos capaces de pelear con osos grizzly."

El mago de los efectos especiales Greg Nicotero, ganador de premios Oscar y Emmy, actuó de supervisor de criaturas con KNB Effects, cuyas "marionetas" lupinas fueron manipuladas por Mike Fields, Alex Diaz, David Wogh y Bethamber Hathaway. James Paradis coordinó a más de una decena de profesionales que trabajaron en el taller de efectos especiales. Gerry Thierien, de Action Animals, supervisó los lobos reales.

"La combinación era perfecta", concluye Daly. "Cada una de estas técnicas por separado no habría servido, pero juntas se complementaban entre sí." Como explica el actor Dallas Roberts, "Trabajamos con unas marionetas alucinantes que se mueven, sangran y gruñen de forma realista. Es genial, porque no eran efectos por ordenador, con pantallas verdes y pelotas de ping-pong, sino que tenía delante a un auténtico lobo, respirando con fuerza a centímetros de mi cara". Carnahan coincide: "Hacer que los actores interactuaran con algo real era la mejor forma de trabajar con ellos. No es como decirles: “Bueno, ¿ves esta pelota de tenis pegada a un palo? Pues ahora finge que estás peleando con un lobo gigantesco que quiere matarte”".

"Todos hemos visto efectos digitales, pero queríamos algo que fuera lo más parecido a un lobo de verdad", comenta Neeson. "Así que teníamos unas cabezas mecánicas enormes manejadas por tres o cuatro personas, teníamos acróbatas disfrazados de lobo y teníamos otros efectos, en tomas de sólo dos o tres segundos. En mi primera escena con ellos, mi personaje estaba atacado por dos lobos; uno estaba agarrado a mi pierna y el otro bajo mi cintura. Había dos tíos con unos fuelles para que pareciera que el lobo estaba respirando y, para mí, ese lobo era real. ¡Vaya si lo era!"

Carnahan conoce las corrientes ecologistas que afirman que los lobos nunca atacan a las personas, y dice que sus creaciones son distintas de los lobos de verdad. "Aunque respeto profundamente la idea de que los lobos no atacan a la gente, siguen siendo animales salvajes y parte de la naturaleza. Mi intención nunca ha sido presentarlos como asesinos despiadados. Sin embargo, tenderán a proteger lo que es suyo por naturaleza."

Para Neeson, la oportunidad de volver a trabajar con un director solvente en una historia que toca emociones extremas fue irresistible. "En El equipo A descubrí la pasión y la energía de Joe, que son tremendas, y, en INFIERNO BLANCO, estas cualidades parecen haberse duplicado", concluye el galardonado actor. "Además, es un tío muy divertido, y creo que ese sentido del humor es necesario cuando en ciertas escenas tienes que adentrarte en lugares muy tenebrosos.

Al final, todo se reduce a la supervivencia, a mantener íntegros tu cuerpo y tu alma, porque si los elementos no pueden contigo, los lobos sí podrán. Cuando la cámara te enfoca mientras afrontas situaciones tan intensas, sabes que estás actuando de verdad."


En otras palabras, pronunciadas una vez más por el gran explorador glaciar Ernest Shackleton, "Hemos visto a Dios en su esplendor y oído las palabras de la naturaleza. Hemos tocado el alma desnuda del hombre".