La adolescente y rebelde Rachel (Lindsay Lohen) grita, dice tacos y bebe. En otras palabras, es incontrolable. Destroza el coche colmando así el vaso de la paciencia de su madre Lily (Felicity Huffman, ganadora de un Globo de Oro), que decide echarla de su casa de San Francisco. Sin saber dónde llevar a la insoportable Rachel, la mete en el coche y decide ir a la granja de su madre en Idaho, el lugar que juró no volver a pisar nunca.
La matriarca Georgia (la dos veces oscarizada Jane Fonda) no es la típica abuelita dulce y adorable. Su vida está basada en una serie de reglas absolutas que debe cumplir cualquiera que quiera compartir su casa. Dios está en primer lugar, el trabajo le pisa los talones. Ante la tarea de domar a la joven, Georgia deberá hacer prueba de mucha paciencia para entender por qué Rachel está tan enfadada.
Rachel no acepta la idea de pasar un verano miserable y empieza por hacer temblar al tranquilo pueblo mormón. Sin embargo, Georgia no tarda en darse cuenta de que algo está cambiando en su nieta. Con una estructura que la apoya y ciertas responsabilidades, la joven baja la guardia y permite que entre en ella la compasión, sobre todo por su madre. Las tres mujeres sacarán a la luz viejos secretos familiares y entenderán que hay lazos que no pueden romperse, pase lo que pase.