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  El niño de barro  Dirigida por Jorge Algora
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Dirigida por el realizador gallego Jorge Algora (Mintiendo a la vida, Camino de Santiago. El origen) y protagonizada por Maribel Verdú (El laberinto del fauno, Y tu mamá también), Daniel Freire (Lucía y el sexo, Motivos personales), Chete Lera (Smoking Room, Abre los ojos) y la presentación del niño Juan Ciancio.

Ambientada en el Buenos Aires de principios de siglo. La película de Algora combina una intriga criminal tan apasionante como la de Jack el destripador - por la atrocidad de su trama y su ambientación- con el relato de la angustia de niño atormentado por sus propios miedos y su aislamiento en la línea de El sexto sentido.

Diseño de vestuario a cargo de Cecilia Monti (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia). La dirección artística del filme, a cargo de Mariela Rípodas (El polaquito, Conversaciones con mamá) recrea una estética basada en el misterio y el costumbrismo de la época.

Carta del director
Lo primero que me interesó de "El niño de barro", fue el personaje en el que se inspira el guión: Cayetano Santos Rodino, "El Petiso Orejudo". Un demente que comenzó sus ataques a los diez años, mató por simple placer a cinco niños y lo intentó con otros siete. Fue detenido a los dieciséis y la historia lo ha convertido en leyenda.

Apoyándome en la idea de que los agresores se apoderan de la vida de sus víctimas, el protagonista de mi película no es Cayetano, sino "El niño de barro", uno de los menores a los que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó "conectado" con él.

Este planteamiento me permite crear un espacio, "las pesadillas", que utilizo para no tener que mostrar las escenas más duras de agresión a los menores… Los sonidos nos hacen imaginar el resto.

Los habitantes de "El niño de barro" están indefensos ante la desigualdad y la injusticia. En su mundo es creíble la aparición de monstruos que actúan a sus anchas con total impunidad. Ninguna luz señala el final del túnel.

He buscado la tensión, la angustia y la sorpresa. Sumergir al espectador en una atmósfera desasosegante, en la que se recorten los empeños inútiles de los protagonistas y la impotencia adquiera el más elocuente de los significados.

Mi preocupación por los niños víctimas, torturados, utilizados sexualmente… los convierte en el motivo principal de la película.

Cuento algo que ocurrió en Buenos Aires en 1912 pero las noticias, que hoy llenan las páginas de los diarios, en cualquier lugar del mundo, nos demuestran que los motivos para las pesadillas, siguen estando ahí.



Entrevista con el director

P: ¿Qué le llevó a embarcarse en este proyecto?
R: Tengo 43 años y durante 20 me he dedicado a fabricar imágenes por encargo (Publicidad, programas de tv…) y a estas alturas necesitaba contar una historia diferente que me apasionara. "El niño de barro" es un thriller de época que me permite crear un universo diferente en el que se dibuja la impotencia para cambiar los comportamientos humanos miserables.

P: ¿Qué dificultades y ventajas entraña el rodaje en Argentina?
R: En Argentina se respira un ambiente de mestizaje de culturas, es un país construido por los emigrantes y éso le aporta una diversidad humana que juega a favor de la película. Es complicado rodar en Buenos Aires, una ciudad enorme y ruidosa, donde todo parece estar a la venta y que al haberse convertido en uno de los principales platós publicitarios del mundo, los costes de los equipos se han disparado. El apoyo del Instituto de Cine Argentino (INCAA) y el trabajo de nuestros coproductores locales Pol-Ka Cine (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia…) Ha sido decisivo y nos ha permitido reunir a un equipo muy profesional. Estoy muy satisfecho, tengo unos actores, y unos decorados impresionantes.

P: ¿En qué lugares se ha rodado el filme?
R: Un mes en San Antonio de Areco, a 110 km de Buenos Aires y otro mes en la Capital Federal. Hemos reproducido calles enteras del arrabal porteño de la época, con sus "conventillos", una gran avenida del floreciente Buenos Aires y numerosos espacios más por los que transita la acción. La dirección de arte está a cargo de Mariela Rippodas (El Polaquito, Martín Fierro…) que ha hecho un trabajo excelente.

P: ¿Ha sido difícil recrear la época?
R: "El niño de barro" es una película con niños, asesinatos, peleas, carretas de caballos y de época… Toda ella es de realización complicada. Uno de mis principales empeños será que esa complicación no trascienda a los espectadores.

P: ¿Quiénes son los protagonistas de El niño de Barro?
R: El trabajo de casting ha sido largo e intenso. El niño protagonista de 11 años (Mateo) es Juan Ciancio, tras participar en algunos cortos este será su primer largometraje. Es un niño del barrio de La Boca, músico, que tiene una mirada intensa y un nivel de interpretación muy creíble e inquietante.

El elenco está protagonizado por Maribel Verdú, que interpreta a Estela la madre de Mateo, una mujer valiente a la que van sobrepasando las circunstancias, Daniel Freire que interpreta al Comisario Petrie, un policía de doble dirección; Chete Lera interpreta al forense Soria, un personaje que guía la mirada de los espectadores y que representa los inicios de la criminología moderna. Cesar Bordón es Octavio, el compañero de Estela, un policía corrupto y Abel Ayala interpreta a un interesante personaje clave para desentrañar la historia.

P: El tema entraña dificultades especiales, ¿cómo se plantea las escenas más crudas?
R: La película gira en torno a un asesino en serie de niños, me gusta tener como referente la película de Fritz Lang "M, el vampiro de Dusseldorf", en la mayoría de las ocasiones la violencia de los niños está en off, lo que no le hace perder su efecto, muchas veces es peor imaginar que mostrar. De todas formas, en "El niño de barro" es más duro el comportamiento de los adultos que el del niño asesino.

P: La historia está basada en la vida de un famoso asesino en serie argentino de comienzos del XX, ¿Quién era el "Petiso orejudo"?
R: Este pobre hombre era hijo de unos emigrantes italianos, que tenía problemas de salud, física y mental y al que sus padres no atendían. El niño empezó con sus ataques a menores con 10 años, le ingresaron en un reformatorio y al salir se había convertido en un monstruo asesino, su caso sigue siendo estudiado por la criminología moderna. Su historia encierra una reflexión sobre la violencia en la infancia y la juventud, lo que tengo claro es que los menores no son los culpables.

P: ¿Cómo llegó a sus manos esta historia?
R: En 2003 viajé a Buenos Aires atraído por un guión que me había echo llegar Christian Busquier, autor de la idea original; durante 3 años hemos trabajado en el libro, Chistian, Héctor Carré y yo. No se trata de un biopic sobre el asesino, es una historia inquietante con un final desgarrador.

P: ¿A qué retos se ha enfrentado como director a la hora de abordar este trabajo?
R: Es el proyecto más apasionante y más grande que he tenido en las manos y en la cabeza.
Me ha preocupado especialmente el equilibrio de interpretaciones entre los niños sin apenas experiencia y los grandes actores que he tenido en la película. Hacer creíble la transición entre la realidad y las pesadillas de Mateo y que al espectador le llegue una película inquietante, desgarradora e inteligente.