Notas del director
¿Por qué hacer una película cuando se puede leer un libro de historia?
Muchas veces hemos oído discutir sobre si una película se debe limitar a proporcionar diversión al espectador, o ser un vehículo de información para el público de grandes ideas y contenidos sociales. Es una controversia tan vieja como inútil. Todas las películas terminarán expresando, lo quieran o no, sus ideas, su visión de la realidad, con una riqueza y complejidad que variará de cero a cien, pero que estará presente en todos los casos. El hecho de que el cero sea más frecuente no invalida el razonamiento. Al fin y al cabo hacer una película es reinventar la vida, arreglarla desde nuestro punto de vista como un objeto estético, y en ese objeto estarán colocadas, como uno de los adornos principales, nuestras ideas, ideas que podrán variar con el tiempo, pero que si eran sinceras entonces, tendrán una validez permanente como parte del objeto. Otra discusión parecida se produce a propósito de las primeras intenciones que deben guiar a los autores a la hora de imaginar dicha película. Aquí la discusión si tiene más sentido, y viene muy bien a propósito de nuestro proyecto sobre Las 13 rosas. ¿Deberá nuestra historia ser primordialmente la denuncia de un hecho histórico, de un terrible, arbitrario y cruel acto de venganza ejercido por unos vencedores arrogantes sobre trece muchachas inocentes, o más bien deberemos esperar que, en todo caso, la denuncia caiga por su peso al reinventar y hacer vivir en la pantalla los últimos días de las chicas, con su juventud recién estrenada, sus proyectos e ilusiones, sus primeros amores, su idealismo combativo y su valor cívico y personal? Dicho de otra manera: ¿vamos a centrar la película en los hechos históricos, o en los personajes? Sin duda, la segunda opción es la buena. En primer lugar porque la película es un continuo de una duración limitada. La complejidad del suceso y todas sus derivaciones son más propias para ser tratadas por un investigador en forma escrita, o, en todo caso en un documental fílmico. La película se servirá de los hechos reales como una ayuda para comprender algo que, si no hubiera pasado, nos resultaría difícil imaginar. Por mucho que nos esforzáramos, en dos horas es imposible hablar de todo lo que rodeó aquel suceso. Pero sobre todo porque el campo de acción del cine es el de los sentimientos del espectador, mucho más que el de su ilustración.
Elementos y estilo. Estructura. Tres partes
Retrato de conjunto: En el aspecto visual, necesitamos hacer una reconstrucción fiel de la época. Año 1939. Los sublevados han ganado la guerra civil después de tres años. Madrid ha sido una ciudad sitiada desde las primeras semanas, y los continuos bombardeos la han llenado de ruinas y escombros. Los habitantes están hambrientos, mal vestidos, hartos de la guerra. Cuando entran las tropas vencedoras se produce una aparente explosión popular a favor del vencedor. Es una mezcla de miedo y de deseo de que la sangría fratricida acabe de una vez. Pero enseguida se ve que eso está lejos de suceder. Delatar a alguien se convierte en el salvoconducto para una vida normal. Si no delatas, puedes ser delatado. Hacen falta avales para trabajar, para comer, para sobrevivir. En este ambiente de pesadilla empieza nuestra historia. No queda nada en el Madrid actual de aquella ciudad maltratada. La reconstrucción de algún paisaje ciudadano significativo la hemos hecho por medio de una combinación de decorados construidos e imágenes digitales sobre croma, o redecorando exteriores naturales con un tratamiento digital posterior. Los interiores se han construidos enteramente, o se han apoyado sobre edificaciones preexistentes que resultaban apropiadas. Existe una documentación fotográfica y fílmica exhaustiva sobre la época y el momento preciso. La idea ha sido reflejar las cosas tal y como fueron captadas entonces, reproduciendo escenas concretas significativas. De acuerdo con Lena Mossum, directora de vestuario, Eduardo Hidalgo, director artístico y José Luís Alcaine al frente de la fotografía, hemos seguido el criterio de dar a la imagen el tono apagado que, a través de las fotos en blanco y negro de la época, permanece en la memoria colectiva. Otro caso es el de las actrices y actores protagonistas. Según mi criterio, nunca debemos olvidar que lo que hacemos es también y primordialmente un espectáculo, y en este terreno pienso que hay que hacer compatible la fidelidad a la época con la imagen dramática atractiva, arrogante, compasiva, etc. que queramos dar a los personajes principales. Sobre todo a las cinco jóvenes protagonistas. Otro tanto sucede con el maquillaje y peluquería, que en general no debe traicionar la época, pero debe hacerlo mínimamente, para que los gustos de entonces no interfieran con la imprescindible identificación del espectador y nuestras heroínas. De tal manera que las protagonistas son las únicas notas de color en un universo sin contrastes. La narración está divida en tres partes. La primera es el final de la guerra y la entrada de las tropas de Franco en Madrid. La segunda, las detenciones sucesivas de nuestros personajes. La tercera, la cárcel. Cuatro de las chicas son militantes juveniles de izquierdas, y durante esa primera parte en libertad la película tiene el aire de una aventura, otra más, vivida a causa de la guerra. No es que ignoren la gravedad del momento, pero no se sienten responsables de ningún crimen. Con todas las jerarquías del partido huidas o en prisión, deciden por su cuenta seguir organizadas junto con sus compañeros varones. En realidad no saben muy bien que podrán hacer más allá de la generalidad de ayudar materialmente a los presos. Con esta actitud, en medio del ambiente opresivo del entorno, las estamos retratando en su faceta de idealismo juvenil que no se deja amedrentar por los hechos adversos. Sus risas y complicidades juveniles, casi adolescentes, salpican el drama que inexorablemente se puede adivinar en el horizonte. No es que no sean conscientes del peligro. Lo sortean a base de optimismo y camaradería. Por tanto, esta primera parte tiene una acción rápida, con personajes muy vivos y generalmente alegres. Estamos viendo a cinco jóvenes, una de ellas con singularidades muy alejadas de las otras, con las que resulta fácil identificarse. Como no podía ser de otra manera, aún tienen tiempo para el amor con algún camarada, o con un personaje muy singular, de los que saben sobrevivir en el margen de la historia, incluso con un soldado que el destino, como a tantos, puso en el lado opuesto de la guerra. La única zozobra del espectador se produce al advertir la temeraria inconsciencia con que se conducen. Aunque el único hecho notablemente adverso a las autoridades consista en un inocente lanzamiento de panfletos, el espectador ya ha visto que los traidores están alrededor, y que corren un peligro extremo. Durante toda esta primera parte los cambios de escenario son continuos. Vamos conociendo a las chicas a través de sus primeros movimientos para adaptarse a esa nueva situación de clandestinidad que nunca han conocido mientras intentan la imposible reorganización de sus camaradas. Un humor ligeramente costumbrista salpica por momentos los sucesos, especialmente los sentimentales. El retrato de conjunto es el de la luminosidad que desprenden ellas sobre el fondo siniestro de todo lo que las rodea.
La oscuridad: Cuando comienzan las detenciones se empieza a hacer la oscuridad. El terror del centro de interrogatorios, la tortura que han de presenciar y vivir en carne propia, alterna con la ansiedad que siente el espectador por las que aún están en libertad y que, inexorablemente, van cayendo. Es el momento de utilizar la identificación del espectador con las protagonistas y hacerle temblar por su suerte. Los puntos de vista de los personajes, las soluciones elípticas que insinúan más que dejan ver los horrores, la aparición de personajes amenazadores que prometen lo peor para ellas, todo este panorama debería deslizarse por la pantalla como una pesadilla, apareciendo sobre el claroscuro anterior una sucesión de elementos góticos más y más acentuados, hasta culminar en la escena del entierro de la hermana de una de las protagonistas, que haga que la tercera parte la cárcel donde ingresan todas constituya en cierto modo una suerte de liberación para ellas. Por supuesto, el ambiente de terror de las detenciones no refleja, ni en una mínima parte, el calvario que pasaron aquellas jóvenes en manos de la policía franquista. Hemos elegido un par de escenas que, multiplicadas por cien, nos darían la dimensión auténtica de las barbaridades que hicieron con algunas de ellas.
La cárcel: La cárcel de mujeres de Ventas es un edificio que hace mucho dejó de existir. En aquella cárcel, con capacidad para cuatrocientas cincuenta reclusas, ideada como una cárcel modélica, llegaron a convivir más de cinco mil reclusas. En las celdas individuales dormían once mujeres. También dormían ocupando los pasillos y todo el territorio útil de la cárcel. Algunas madres tenían a sus hijos pequeños con ellas. Muchos murieron de enfermedades y desnutrición. El cementerio estaba a quinientos metros, al otro lado de una vaguada, y las descargas de los fusilamientos se oían perfectamente. Por los subsecuentes tiros de gracia sabían el número de ejecutados. De haber elegido un decorado parecido a aquella cárcel, construida bajo la dirección de Victoria Kent con la idea de hacer de ella un centro de rehabilitación, y no solo de enclaustramiento, el espectador se hubiera sentido desorientado, pensando que habíamos rodado en un edificio moderno de la época, nunca en lo que fue una cárcel. Preferí desde el principio elegir una cárcel clásica, de galerías radiales, que hiciera la comunicación con el espectador más inmediata. La cárcel es el universo donde todo es posible, donde las peripecias de la vida cotidiana pueden convertirse en trampas mortales y una desviación inocente de la norma constituye una falta merecedora del mayor castigo. En este universo tan cinematográfico aparecen las menores, como fueron conocidas allí dentro, y, en la película serán un elemento que ilumine aquel espacio de muerte. Los testimonios que han quedado nos indican que algo así sucedió. Nuestras heroínas se reencuentran allí y vuelven al espíritu de la primera parte. Se muestran rebeldes y bromistas. Nadie, y ellas menos que nadie, puede imaginar su trágico final. Con esa concentración humana, las reclusas tienen facilidad para moverse por la cárcel. Con su juventud y simpatía animan a las demás. Vuelven a rebelarse contra la autoridad carcelaria, que tiene dificultades para imponerse. Hasta que llega el inesperado consejo de guerra, donde las condenan a muerte como acto de pura venganza por el asesinato de un jefe de la guardia civil.
La pantomima: El Consejo de Guerra las acusa de auxilio a la rebelión, que era la condena más genérica en aquellos tiempos aciagos. Las chicas no llegan a distinguir del todo al acusador de su defensor, tal es la defensa acusatoria que emprende a regañadientes el oficial designado. En realidad, el tribunal obedecía órdenes, y el asesinato de los más de cincuenta jóvenes era un acto de venganza y escarmiento por el asesinato, también vil, de un oficial de la guardia civil y su hija. En la película se ve más el juicio militar a través de las chicas, que no se esperan tamaña sentencia, que a través del propio desarrollo del suceso. El oficial defensor resulta grotesco. Los jueces, militares cansados con ganas de irse a dormir.
El final: Sus últimas horas en la cárcel son una especie de epílogo narrativo. Se muestran las diferentes reacciones de cada una. Una es despertada de su sueño y al principio no quiere aceptarlo. Otras se comportan desde el principio con una entereza admirable, tal y como sabemos por los testimonios de las supervivientes. Vemos la congoja y la protesta del resto de las presas. Escriben cartas a los familiares, y estas cartas, auténticas en la medida que dicen cosas significativas, nos llevan de la congoja a la admiración. El horror se produce también entre algunas funcionarias. El cuadro de las jóvenes condenadas escribiendo en sus últimas horas parece en realidad una clase de colegio donde los maestros fueran el cura y la directora de la cárcel. Cuando las llevan a fusilar, la dignidad y el valor se imponen entre ellas. Sus ultimas imágenes nos hacen pensar que no solo han muerto por un exceso represivo: también han muerto por sus ideales.
Actrices, actores y colaboradores
La idea de hacer esta película y muchos de sus hallazgos se los debo a Pedro Costa, que me contactó cuando estaba a punto de empezar a rodar mi película anterior. Él habló con Enrique Cerezo, que a su vez no dudó en correr con el riesgo de un presupuesto tan elevado. Ignacio Martínez de Pisón, que ya escribió otra película para mí, marcó, conjuntamente con Pedro y conmigo, las líneas principales, y luego redactó un guión conciso y ambicioso. En José Luís Alcaine, director de fotografía y Sara Mazkiarán ayudante de dirección, quisiera personalizar el entusiasmo de todo un voluminoso equipo entregado a un rodaje más que complicado. Tampoco puedo nombrar a los casi cien actores de la película, pero estará para siempre en mi memoria el esfuerzo, el talento y la entrega de Verónica Sánchez, Pilar López de Ayala, Marta Etura, Nadia de Santiago y Gabriella Pessión, y del resto de las actrices, que sufrieron en carne propia el recuerdo de aquellas mártires por la libertad. Emilio Martínez Lázaro.
Los pesonajes
1.Virtudes González García (Marta Etura)
18 años, modista. Muy amiga de Mª Carmen Cuesta, que tenía 15 años. En 1936 se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) donde conoció a un muchacho (Valentín en la película y Vicente Ollero en la realidad) que más tarde sería su novio. El 5 de marzo de 1939, tras el discurso del coronel Casado, se fue con Mari Carmen Cuesta, a recorrer pueblos de la provincia de Madrid para pedir a los republicanos que resistieran y no se rindieran. Fue detenida el 16 de mayo a causa de la delación de un compañero que había sido torturado (Teo en la película). La noche que las pusieron en capilla sus compañeras tuvieron que ayudar a vestirla "como si fuera una hermana menor". La noche que las pusieron en capilla, se podía ver que en sus ojos no había lágrimas sino desconcierto y asombro. Cuando se las llevaban gritó: "Por favor, decid a mi madre que soy inocente". Esperaba encontrarse con su novio ante el pelotón de ejecución y eso le mantenía el ánimo, pero a los 47 hombres ya los habían fusilado antes.
2.Julia Conesa García (Verónica Sánchez)
19 años, modista, nacida en Oviedo aunque su familia era de Cartagena. Vivía entre Alberto Aguilera y Dos de Mayo con su madre, viuda, y sus hermanas Trinidad (23) y Ángeles (21). Era "alegre como un cascabel" y le encantaba el deporte, por eso se afilió a las JSU a fines de 1937, porque le permitía la práctica de gimnasia y deportes. Dada la escasez de hombres jóvenes en Madrid, Julia se empleó de cobradora de tranvías como tantas otras que tuvieron que ayudar para que los transportes públicos siguieran funcionando durante la guerra. Fue detenida a primeros de mayo de 1939, tras la denuncia de un muchacho de 16 años a la policía, de que en su barrio se estaban reorganizando las JSU y preparaban un atentado contra Franco. Fueron detenidas unas doce personas y el fichero del Círculo cultural al que Julia y Adelina asistían cayó en manos de la policía. Su madre era una gran luchadora republicana y peleó hasta el final para conseguir salvar la vida de su hija. "Que mi nombre no se borre de la Historia", le escribió a su madre unas horas antes de que la fusilaran.
3.Adelina García Casillas (Gabriella Pession)
19 años, militante de las JSU e íntima amiga de Julia Conesa. Hija de guardia civil viudo. Su padre decidió enviarla el 30 de marzo de 1939 al pueblo de los abuelos, Hoyo Casero (Ávila). El 5 de mayo la policía fue a buscarla a su domicilio y su padre le pidió que se presentara creyendo en las promesas de los policías que llevaban la represión, y en las palabras de Franco, que había prometido que quien no tuviera delitos de sangre, nada tenía que temer. Ella le hizo caso y nunca más regresó a su casa. El 18 de mayo ingresó en la cárcel de Ventas y ocupó la plaza de cartera hasta que el 5 de agosto se la llevaron con las otras rosas para ser fusilada.
4.Blanca Brisac (Pilar López de Ayala)
29 años, casada y madre de un hijo. La mayor de las 13 rosas y la única que no solamente no tenía militancia política sino que era una auténtica "beata católica" que siempre votaba a las derechas. Hija de un judío francés, Blanca era pianista y conoció a su marido, Enrique, tocando juntos en la orquestita que acompañaba las proyecciones de cine mudo en el Cine Alcalá. Al terminar la guerra, Enrique tocaba el violín en el Café Europeo, en la glorieta de Bilbao esquina Carranza y ayudó económicamente a otro músico, Juan Cánepa, militante comunista. Esto bastó para que Blanca y Enrique fueran detenidos y fusilados.
5.Dionisia Manzanero (Bárbara Lennie)
20 años, modista. Se afilió al Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana Pepita y a otros niños que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra hizo de enlace entre los dirigentes comunistas que quedaron en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo.
6.Victoria Muñoz (Teresa Hurtado de Ory)
18 años. Con 15 se afilió a las JSU. Tras la guerra se incorporó al grupo de Chamartín con Martina Barroso, Ana López y Elena Gil. Era hermana de Gregorio Muñoz, "Goyito", responsable militar del sector. Llegó a la zona de menores de Ventas el 6 de junio con Ana y Martina. La noche del 4 de agosto la tuvieron que despertar y empezó a llorar, se abrazó a una compañera y lloró por el desconsuelo de su madre porque su hijo mayor acababa de morir en comisaría y a ella y a Goyito, los restantes, los iban a fusilar.
7.Ana López Gallego (Alba Alonso)
21 años, modista. Militante de las JSU, fue secretaria de Radio Chamartín durante la guerra. El 20 de marzo su novio, que era también comunista, le propuso huir con él a Francia pero Ana no quiso dejar solos a sus tres hermanos menores con los que acudía todos los días a Auxilio Social en busca de una barrita de pan y una sardina. Entró en el grupo de Chamartín con Martina, Elena y Victoria y todas fueron detenidas el 16 de mayo aunque no las trasladaron a Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que Ana no murió en la primera descarga y exclamó: "¿Es que a mí no me matan?".
8.Elena Gil (María Cotiello)
20 años, comunista, había ingresado en las JSU dos años antes. Al acabar la guerra trabajó en el grupo de Chamartín con Martina y Ana.
9.Martina Barroso (Celia Pastor)
24 años, modista. Durante la guerra cosió en uno de los talleres de la Unión de Muchachas y ayudó en un comedor social en el que se cuidaba a los huérfanos. Al acabar la guerra se puso a trabajar en una fábrica de medias y organizó el grupo de las JSU de Chamartín junto a Elena, Victoria y Ana. También iban a la Ciudad Universitaria a recuperar armas y municiones, lo que estaba prohibido. Durante su encierro en Ventas bordó unas zapatillas de esparto que su familia conserva y que han utilizado todos los niños de la familia.
10.Pilar Bueno (Sara Martín)
27 años, modista, cosía en un taller para gente bien. Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna, donde se recogían a huérfanos y a hijos de milicianos que se iban al frente. Hizo un cursillo de dirigente y la nombraron secretaria de organización de Radio Norte. Al terminar la guerra la encargaron de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue detenida el 16 de mayo.
11.Carmen Barrero (Silvia Mir)
20 años. Modista. La cuarta de nueve hermanos de una humilde familia de Cuatro Caminos. Trabajaba desde los 12 a causa de la muerte de su padre. Militante del PCE, al acabar la guerra fue la responsable femenina del Partido en Madrid. Redactó un Plan de Trabajo para las Mujeres del Partido que le sería incautado por la policía. Fue detenida el 16 de mayo tras ser delatada. Llegó a la primera galería derecha de Ventas con Virtudes, Pilar y Dionisia, con la cual intimó en su encierro.
12.Joaquina López Lafitte (Miren Ibarguren)
23 años, era la menor de cinco hermanos que quedaron huérfanos en 1931. En septiembre del 36 se afilió a las JSU y al entrar los nacionales quemó toda la propaganda que tenía en su poder. La encomendaron la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez, un joven que era el número 2 de las JSU. El 18 de abril la detuvieron en casa y se llevaron con ella a todos sus hermanos y hasta a una amiga que había ido a visitarles. Les encerraron en un chalet de Lope de Rueda que había sido checa y pasados unos días llevaron a todos los hermanos a declarar a la Jefatura de Policía Militar de Buenavista. La acusaban de comunista pero ignoraban su actual cargo de responsabilidad. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra pero no la actual. Pese a haber sido una de las primeras detenidas no llegó a Ventas hasta el 3 de junio. Dos días antes de su fusilamiento deshizo los eslabones de su cinturón, que eran cabecitas de negros, y las repartió entre las presas.
13.Luisa Rodríguez de la Fuente (Carmen Cabrera)
18 años, sastra. Ingresó en las JSU en el 37 sin ocupar cargo alguno. Tras la guerra le propusieron crear un grupo pero cuando fue detenida solamente había convencido a su primo Isidro Hernández de la Fuente. Fue detenida pocos días después que Joaquina y también reconoció su militancia durante la guerra pero no la actual. En abril fue trasladada a Ventas, siendo la primera de las trece en ingresar en la cárcel.
Familiares y otros
1.Mari Carmen Cuesta (Nadia de Santiago)
15 años en el momento de los hechos. De clase media alta (vivían en el barrio de Salamanca) se afilió a las JSU durante la guerra y a pesar de su corta edad le dieron cargos de responsabilidad debido a inteligencia y decisión. Cayó junto a Virtudes, su íntima amiga, con la que en marzo del 39 viajó por los pueblos de la provincia de Madrid para animar a los soldados a que resistieran. Estando presa le llegó la noticia de que su padre, militante comunista, había sido fusilado. Sin que se conozca la razón, tal vez por su edad, no fue incluida en el sumario de las 13 rosas, a pesar de ser una de las más activas en las JSU. Vivió hasta el último minuto el drama de las condenadas de las que no se separó hasta que fueron conducidas a la capilla. Y desde su celda oyó los disparos que segaron la vida de sus amigas. En la actualidad vive en Valencia y su colaboración al escribir la historia ha sido valiosísima.
2.Enrique Sánchez (Asier Etxeandía)
Marido de Blanca Brisac. Tocaba en el Café Europeo junto a Juan Cánepa, militante comunista, al que ayudó económicamente para que pudiera huir. Por ello fue detenido y, a pesar de ser apolítico, fue fusilado unas horas antes que Blanca, junto a otros 46 militantes de las JSU.
3.Quique Sánchez Brisac (Nacho Fernández)
Hijo de Blanca y Enrique, tenía 10 años en el momento de los hechos. Tras la detención de sus padres iba a diario a las Salesas y a la cárcel de Ventas para saber de ellos. Se enteró de que les habían fusilado por un guardia civil que, a las puertas de las Salesas, le espetó: "¿Tus padres? Fusilados por rojos. Y a ti no te han fusilado porque eres demasiado pequeño". La impresionante carta que su madre le escribió no le fue entregada por su familia (que eran de derechas) hasta que cumplió 27 años, 17 después de haber sido escrita.
4.Juan Cánepa (Enrico Lo Verso)
Músico, comunista, muy destacado en su sindicato. Fue denunciado por su suegra y su cuñada y fue detenido antes de que pudiera huir con la ayuda de sus amigos Enrique y Blanca Brisac que no dudaron en socorrerle a pesar de ser de distinta ideología. Cánepa no pudo soportar las torturas a que fue sometido y se suicidó en la Comisaría.
5.Dolores (Luisa Martín)
Madre de Julia Conesa. Militante comunista muy activa. Tuvo que soportar la pérdida de dos hijas en poco tiempo: Ángeles, que murió de pena a causa de que su marido falleció en la guerra; y Julia, fusilada.
6.Teo (Fran Perea)
Es un personaje creado por los guionistas a partir de los rasgos de varios personajes reales. Militante de las JSU. Para salvar su vida y la de sus padres, también arrestados, denunció a varios compañeros después de ser torturado
7.Valentín (Alberto Ferreiro)
Personaje creado al igual que el anterior. Novio de Virtudes, es de los jóvenes militantes dispuesto a seguir luchando por sus ideales en la clandestinidad. Fue fusilado poco antes que las chicas.
8.Perico (Félix Gómez)
También es fruto del trabajo de los guionistas. Un auténtico superviviente. Un tipo simpático y seductor que siempre viste algún uniforme, algo fundamental si se quería conseguir algo en aquellos días.
9.Eugenio Gabaldón (Juan Gea)
Comandante de la Guardia Civil, cabeza de la represión en la zona de Talavera de la Reina, muerto a tiros junto a su hija y al chófer el 29 de julio de 1939. Este hecho fue el que desencadenó la brutal venganza de 60 fusilamientos. En pocas horas, se celebro el Consejo de Guerra Sumarísimo por la causa que se seguía contra los militantes de las JSU y, a la semana, serían fusilados los 47 hombres y las trece rosas.
10.Fontenla (Adriano Giannini)
Policía, jefe del centro de detención.
11.Carmen Castro (Goya Toledo)
Directora de la Cárcel de Ventas.