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  La Masai blanca  (Die Weisse Massai)
  Dirigida por Hermine Huntgeburth
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Carola (Nina Hoss) y su novio Stefan (Janek Rieke) están en Kenia pasando sus vacaciones. Al final de la estancia, conocen al guerrero Samburu Lemalian (Jacky Ido).

Los Samburu son una tribu emparentada con los Massai, que comparten su lenguaje y su cultura. El aspecto de Lemalian fascina a Carola y no tardará en despertar los celos de Stefan. Después de que el guerrero y su amigo ayudan a los turistas a evadir unos delincuentes, Carola los invita a tomar un refresco en símbolo de agradecimiento, gesto que Stephan interpreta como un exceso de atención de su novia hacia Lemalian.

Stefan desea estar a solas con Carola en su última noche de vacaciones, pero siente que ella lo está evadiendo. La joven baila con Lemalian pero se va antes de que Stefan protagonice una escena de celos en el club.

La pareja tiene programado el vuelo de regreso a Suiza la mañana siguiente, pero a última hora ella decide quedarse en Kenia y buscar a Lemalian. Sorprendido, Stefan la acusa de estar interesada sólo en el sexo.

Mientras tanto, Lemalian ha abandonado Mobasa. Su amigo Tom le dice a Carola que él ha regresado a Barsaloi, la remota aldea donde vive con su tribu y comparte la vida con pastores. Allí no hay sitio para una mujer blanca, aún así Tom le indica cómo llegar.

Después de un largo trayecto en autobús, Carola llega a Maralal. Siguiendo el consejo de Tom, busca a Elisabeth (Katja Flint), una alemana que vive allí con su marido keniano. Las dos mujeres se vuelven amigas y Elisabeth, visiblemente marcada por su vida en África, le da algunas recomendaciones para afrontar la dura vida de la mujer en Kenia.

La travesía de Carola termina en Maralal, sólo le resta esperar. Si Lemalian la desea, vendrá a buscarla. Pasarán diez días antes de que el guerrero vaya a verla. Su encuentro no es en absoluto lo que ella esperaba: no hay ternura, no hay romance, sólo sexo rápido. A pesar de la decepción, Carola ella decide seguir a su lado.

El tortuoso camino a pie hacia Barsaloi toma un día completo. Carola está exhausta al llegar a la primitiva aldea. Ella y Lemalian deben compartir una choza con la madre de Lemalian, quien da una bienvenida afectuosa a Carola. La vida allí es muy dura y la joven no puede contar con ninguna ayuda del padre Bernardo (Nino Prester), un misionero italiano. Uno de los jefes locales, un burócrata corrupto que acosa a los aldeanos con sus demandas financieras, no tardará en sobornar a Carola. Le dice que la única forma de concederle el permiso para quedarse le será otorgado si se casa con Lemalian; para obtener los papeles necesarios, ambos tendrán que viajar a Nairobi. Allí, lejos de la tribu, ellos intentarán aprovechar el tiempo para estar juntos. Aunque no es costumbre entre los Samburu besar y acariciar a la mujer mientras hacen el amor, Carola le enseña a Lemalian su concepto de amor y ternura, introduciéndolo en un mundo completamente nuevo de sensualidad.

Su felicidad no durará mucho, pues Carola contrae la malaria. Lemalian cuida amorosamente de ella. Tan pronto se recupera, obtienen los documentos necesarios para el matrimonio y Carola recibe dinero enviado desde Europa. Con parte de él, compra un todoterreno destartalado para llegar a la aldea más fácilmente. En el camino de regreso, recogen a una mujer que se burla de Lemalian, por dejar conducir a su futura esposa. Él le pide a Carola permitirle conducir, aunque nunca antes haya estado tras el volante. Poco después de tomar el control, se choca contra un árbol. Carola grita y discute con él, algo que va a herir profundamente el orgullo del guerrero.

Con la intención de resolver asuntos pendientes en casa, Carola regresa a Suiza. Su madre y su hermano quedan devastados al conocer sus intenciones de vender su tienda de ropa y regresar a África.

En Barsaloi, todos están preparándose para la boda, programada para la luna llena siguiente. La celebración se llevará a cabo de acuerdo a las costumbres nativas. Carola, quien decide llevar un vestido blanco que consiguió en su boutique, luce hermosa, pero también extraña y solitaria.

Entre los invitados está el Padre Bernardo, quien lentamente empieza a aceptar a la mujer blanca y a respetarla.

Antes de que Carola lo sospeche siquiera, la madre de Lemalian le dice que está embarazada. La vida diaria es tremendamente exigente, y la dieta de los Samburu consiste solamente en carne de cabra y té con azúcar. Para mejorar sus condiciones de vida y las del niño que espera, Carola decide abrir una tienda de víveres. El negocio es un éxito, está a reventar de la mañana a la noche. Su vida con Lemalian, sin embargo, es cada vez más difícil. Él se siente humillado por el progreso de su esposa y es extremadamente celoso cuando ella habla con los clientes. Él empezará a vender a crédito a quien lo desee, especialmente al jefe local, quien fuerza a Carola para que emplee a su sobrino, un chico bueno para nada.

Carola planea dar a luz entre un círculo de mujeres de la tribu, pero las cosas se complican.

Cuando las comadronas le dan una medicina, ella cree que la quieren envenenar a ella y a su pequeño. En último momento, los doctores la llevan en avioneta al hospital en Wamba, donde nacerá Sarai, una bella y saludable bebé.

De regreso a Barsaloi, los celos de Lemalian se convierten en el infierno de su esposa. La situación empeora cuando él la acusa de tener una aventura con el sacerdote y le reprocha que Sarai no es su hija. Él comienza a beber y golpea a Carola durante una discusión. Ella también lo agrede, y es entonces cuando intervienen los habitantes de la aldea para evitar un final trágico.

Lemalian se corta su larga cabellera y temporalmente abandona su traje tradicional. Carola sabe que no será capaz de manejar esta situación, y no ve futuro para ella y para su pequeña, que en ese momento ya ha cumplido los 2 años. Le dice a su esposo que quiere llevar a la pequeña a Suiza, para que su familia la conozca y promete que regresará. Para sacar a la niña del país, el padre tiene que dar su consentimiento. A Carola le espera la prueba que demostrará su fortaleza