King of California, del guionista y director Mike Cahill, es la historia de una adolescente que fundamentalmente ha cuidado de su padre, quien sufre desequilibrios mentales, y de su intento de apoyar, pese a todo, el plan más alocado de éste: localizar el oro oculto de un tesoro del siglo XVIII que cree a pie juntillas que está enterrado bajo el suelo de California del Sur donde se halla el suburbio en el que viven. Miranda (Evan Rachel Wood) tiene más de un motivo para mostrarse cínica: la madre le abandonó; se vio obligada a dejar los estudios y a trabajar en un McDonald para poder mantenerse, y Charlie, su padre (Michael Douglas), acaba de regresar al hogar tras dos años de reclusión en una institución siquiátrica. Sin embargo, a medida que Miranda comienza a ver posibilidades en la búsqueda del tesoro de su padre, aparentemente una ilusión, también comienza a darse cuenta de que su progenitor está gastando el último cartucho en un intento por hacer algo de él mismo y por su hija en un mundo que parece estar decepcionándolos permanentemente.
Cahill y uno de los productores de la película, el oscarizado cineasta Alexander Payne [Entre copas (Sideways, 2004)], llevan siendo amigos desde que juntos acabaron los estudios en la Escuela de cine de la UCLA. "Hay todo un grupo de nuestra promoción que todavía mantenemos el contacto" comenta Cahill. "Cuando acabé, me dediqué fundamentalmente a escribir libros durante algún tiempo; Alexander me preguntó si disponía de algún guión que quizá me gustara realizar, y le respondí: Bueno, ¿qué tal éste?; y él me dijo: De acuerdo, ¡hagámoslo! Y era esta película".
Payne recuerda: "Me gustó mucho aquel guión; sentí celos de no ser yo quien lo dirigiera. Se lo pasé a Michael London cuando estábamos comenzando Entre copas [que London produjo y Payne coescribió y dirigió], y le dije que debía producirlo. Tras leerlo, me propuso: ¿Por qué no lo produces conmigo? A lo que le respondí: Pero si no sé nada relacionado con la producción. Y me replicó: No hay problema, ya te enseñaré. Así fue como me vi atado a la producción".
London rememora su reacción inicial ante aquel guión: "Recuerdo haberlo leído de un tirón, y sentir una emoción y excitación intensas".
"Casi que Mike es un personaje más de la película" opina London. "Es un tipo resuelto, singular, y a veces excéntrico. Me identifiqué poderosamente con la historia; luego tuve un encuentro con él. Entre copas daba la impresión de estar funcionando, y ello nos dio confianza, a Alexander y a mí, en cuanto a que era posible que emprendiéramos juntos un nuevo proyecto como productores, si éste se revelaba bueno".
Sin embargo, lograr la luz verde no fue cosa fácil, añade London. "Fueron necesarios dos o tres años de conversaciones con varios financieros y barajar distintas posibilidades de reparto. Más tarde, tras muchas desestimaciones, tuvimos aquel momento ante Michael y Evan, y logramos los financieros que finalmente entendieron el proyecto y nos dieron el suficiente dinero como para afrontarlo apropiadamente".
Uno de los obstáculos que se interponían para la obtención de fondos estribaba en superar la resistencia ante el hecho de que se trataba de la primera película del director. "Por algún motivo, Alexander y yo pensábamos que sería mucho más sencillo, dado que el proyecto nos entusiasmaba y que además conocíamos a Mike, por lo que sabíamos que era un director de cine nato" sigue London. "Había ido a la escuela de cine con Alexander. Había dirigido un cortometraje realmente extraordinario titulado Broken Horse mientras estudiaba en aquel centro, y en verdad que era un trabajo sorprendente. Único. Pero luego salió del cine y comenzó otra carrera como novelista".
El productor Avi Lerner recuerda: "Michael y Alexander confiaban en Mike Cahill para la dirección del largometraje. Nos pasaron el guión y lo leímos en nuestra oficina. Nos pareció muy divertido y decidimos darle nuestro apoyo".
El productor Randall Emmett recuerda sentir que la confianza le invadía tras el primer encuentro con Cahill. "Allí estaba un debutante que ya había tenido una muy brillante carrera como escritor en Hollywood, así que no era lo mismo que si tuviéramos un muchacho de 18 años recurriendo a nosotros. Estábamos ante un hombre que había convivido con el guión y hecho sus deberes. Y por encima de todo, le acompañaban dos productores que tenían mucho éxito y habían demostrado lo que valían".
Emmett recuerda sentirse arrastrado inmediatamente por la relación establecida entre padre e hija, que es lo que deviene lo esencial de la historia: "Lo que realmente me atrajo de la historia es el modo en que Miranda cuida de su padre. Aquí está una joven que en esta relación es básicamente quien provee. Es decir, él no trabaja, sino ella. No sólo se está manteniendo a sí misma, sino que también a su padre. Me pareció que aquella dinámica era algo que no recordaba haber visto en tiempo".
Incorporar en el reparto a Michael Douglas y Evan Rachel Wood fue algo esencial en un rodaje que por fin se inició en la primavera de 2006. "La primera vez que me encontré con Mike Cahill, tenía 15 años" subraya Wood. "Fue en la première de Thirteen (Thirteen, 2003). Conocía a Michael London, quien disponía de un guión que quería que leyera. Lo leí y me enamoré por completo del mismo desde el primer momento. Estaba tan bien escrito y tenía tanta emotividad
Además, era muy divertido, pero también real y agridulce".
A Payne le pareció que elegir a Wood para el papel era lo lógico. "Es fantástica; puede hacer cualquier cosa: drama, comedia... puede cantar, bailar..".
Wood entendió su personaje inmediatamente. "Definitivamente, Miranda es una perdedora, una adolescente precoz que en realidad no tiene a nadie. Durante un par de años no ha tenido padres, es muy independiente y cuida de sí misma. Está siempre tratando de mantener todo bajo control desesperadamente, pero por más que quiera creer que controla la situación, en realidad no es así. Y creo que eso la asusta de verdad. Sin embargo, se deshace en deseos de ser alguien normal con una vida normal".
Si bien el papel de Miranda parecía casi cortado a patrón para Wood, el papel del generalmente reservado Charlie estaba a kilómetros de distancia de los papeles habituales de Douglas. Pero Payne destaca: "Cuando vi a Michael Douglas en Un día de furia (Falling Down, 1993) y en Jóvenes prodigiosos (Wonder Boys, 2000), tampoco le había visto antes afrontar papeles así. Como todos los buenos actores, es alguien muy versátil."
London recuerda: "No creo que supiéramos qué esperar de Michael. Con Evan, sabíamos qué obtendríamos, y ha hecho a la perfección todo lo que le pedíamos. Con Michael, ha sido una gran sorpresa. Ciertamente, Jóvenes prodigiosos era un punto de referencia para que encarnara a Charlie, pero este personaje tiene unos cuantos años más y le embarga una mayor fractura emotiva. Y opino que Michael alcanzó una posición desde la que mostrar un rostro distinto a los que hasta ahora ha encarnado. Se entregó por completo, permitiendo que alguien tan roto como Charlie formara parte de sí mismo. Es divertido, original, y del todo sorprendente".
Cahill coincide: "Michael ha aportado algo del todo inesperado. Tenía mis ideas previas de cómo debía ser Charlie, pero Michael trajo consigo otras posibilidades que no había considerado antes. Creo que hay matices distintos y una mayor profundidad con respecto a lo que había imaginado".
El enfoque profesional que Douglas aplica a la interpretación hizo que trabajar con él fuera "un sueño" según Wood. "Ha sido algo encantador; en realidad no teníamos mucho tiempo que dedicar: ambos tenemos unas agendas muy apretadas, así que simplemente aparecíamos en el plató y en ocasiones íbamos directamente a la escena y la hacíamos, ¡sin ensayo alguno!". Wood muestra idénticos cumplidos cuando habla del director. Parte del modus operandi de Cahill consistía en permitir a sus actores una cierta libertad, en ocasiones era algo casual. "A veces, dejaba el guión a un lado y comenzábamos a rodar" recuerda el director; "entonces pensaba que había algo que se estaba perdiendo, y alguien decía: mira el guión. Y allí estaba. De alguna manera, mi lado guionista lo había previsto, sin embargo, cuando se rueda se tienen ideas diferentes. Asimismo, los actores aportan otras posibilidades. De tal modo que me veía rescribiendo material de nuevo; desechando cosas e incorporando otras".
La mayoría del rodaje tuvo lugar en Santa Clarita y Simi Valley, ambas localizaciones perfectas para una película que también aporta un comentario penetrante acerca de los peligros medioambientales del desarrollo inmobiliario. Este tema había hecho mella en Cahill desde mucho antes de escribir el guión. "He estado entrando y saliendo en coche de una población que está a unos 140 kilómetros de Los Ángeles durante más de 15 años. Me crié en California, y he podido ver las transformaciones del paisaje. Siempre he pensado acerca de todo lo que está oculto, que se mantiene tapado y bien tapado".
La localización principal en la California industrializada donde el film acontece es el área comercial de Costco, bajo la que Charlie cree que se haya sepultado el tesoro. El centro comercial que se empleó tenía reservado su propia ración de anécdotas de producción divertidas.
"En cierto sentido, era como el infierno, pues estábamos entre las nueve de la noche y las nueve de la mañana" comenta Cahill. "De tal modo que teníamos dos límites; el primero era la pérdida de la oscuridad. El sol se alzaba y resulta que había tragaluces. Y el segundo era que te ponían de patitas en la calle porque tenían que abrir puertas para las ventas del día. En algunos momentos la tensión era muy, pero que muy alta".
Sin embargo, uno de los beneficios de rodar en un Costco consistía en que resultaba sencillo hacer compras entre toma y toma. "Vi a un eléctrico probándose unos vaqueros a las tres de la madrugada" recuerda Cahill. "Se llega a estar tanto tiempo allí dentro que te agotas y tienes que distraerte comprando algo. Como que mantenían una caja abierta toda la noche, ¡podíamos hacer compras!"
Dejando de lado esos ocasionales momentos de compras al por mayor, lo que Cahill y su equipo lograron comunicar durante el rodaje es precisamente lo que llamó la atención de todo el mundo sobre el guión: "Una esencia realmente mágica" comenta Emmett.
En cierto momento de la película, Miranda explica la razón por la que está ayudando a su padre en su propósito: sin sueños, su padre se moriría. Este extremo es lo que Cahill cree constituye la atracción general sobre King of California: Si la gente no sueña, hay algo en su interior que no se está satisfaciendo; pueden que no perezcan físicamente, pero una parte de ellos sí lo hace. En el caso de Charlie, éste moriría literalmente sin sueños. Es algo que creo y que defiendo acérrimamente: si tiras la toalla respecto a algo que significa muchísimo para ti, te mueres por dentro.