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  Ovejas asesinas  (Black sheep)
  Dirigida por Jonathan King
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Black Sheep se rodó en Wellington, Nueva Zelanda, y alrededores durante los meses de marzo y abril de 2006. Se recurrió a localizaciones procedentes de seis granjas ubicadas a lo largo de la espectacular costa meridional, desde Wellington hasta Wairarapa, para crear el universo de la película.

Jonathan King debuta en el largo con este thriller irreverente que penetra y acontece en lo más profundo de la Nueva Zelanda rural, donde tiene lugar una batalla entre las fuerzas de la ciencia y los celadores de la naturaleza; se trata de una enérgica aproximación sobre un extremo que ha confundido Nueva Zelanda desde hace más de cien años. ¿Vamos a ser considerados eternamente como una nación pequeña y aislada dominada por las ovejas? “Se trata” —comenta King—, “de la historia de Nueva Zelanda que debe narrarse.”

Black Sheep explora una miríada de rasgos peculiares acerca de ese determinante icono lanudo que es Nueva Zelanda. Hay las emisiones de metano, las fundas para asientos de automóviles, la cocina de gourmet, las lluvias torrenciales y, por supuesto, la cópula con las vejas.

Con las cámaras se captó un rebaño de más de un millar de animales, con un pequeño contingente de ovejas entrenadas, y algunas criaturas animadas animatrónicamente creadas por el sello de renombre internacional Weta Workshop con objeto de dar vida en la pantalla a la furibunda rabia ovina.

En la esencia de la película está la colaboración de King con Richard Taylor y su oscarizado equipo de Weta Workshop, inspirados por la gran tradición de los efectos físicos del gore neozelandés tan propios de Peter Jackson. Un equipo altamente experimentado ha unido fuerzas para construir la particular visión de King de cómo esa bucólica Nueva Zelanda henchida de felicidad se torna un infierno inefable, diseñando e ideando todo, desde arte conceptual hasta ríos de gore, partes del cuerpo esculpidas, y sofisticados maquillajes prostéticos.

Para narrar esta historia neozelandesa tan singular, la realización de Black Sheep saca provecho de las inmensas infraestructuras y capacidades derivadas del desarrollo de la industria neozelandesa, perceptibles recientemente a través de la trilogía de El señor de los anillos y King Kong (King Kong, 2005).

Notas del director
Inspiración
La proyección de Posesión infernal (The Evil Dead, 1981) a medianoche en un local atestado de público que grita a un tiempo de terror y entusiasmo, retronando los pies a lo largo de 85 minutos de auténtica carnicería. Una experiencia colectiva extraordinaria y una enorme fuente de inspiración para mí. Y todavía es de mayor inspiración descubrir que la realizó, en 16 mm y a lo largo de dos tortuosos años, un puñado de universitarios que habían colgado los libros. También me inspiró Mal gusto (Bad Taste, 1987), de Peter Jackson, con su sorprendente historia hecha con dos palos y que se rodó en ¡mi propia ciudad natal!

A la hora de la verdad, Black Sheep no se realizó de este modo, sin embargo, el tipo de historia que es debe mucho a esas experiencias formativas. Llevaba escribiendo por algún tiempo cuando dos cosas irrumpieron al mismo tiempo en mi cabeza: el cine de terror... y las ovejas. A partir de allí, todo fluyó armoniosamente.

Detrás de las ideas
Black Sheep juega con la imagen tópica que el mundo tiene de Nueva Zelanda, y luego con la imagen que nos preocupa: ¡las ovejas y el paisaje! Nos lo pasamos en grande con esas dos imágenes, y sacando provecho de las mismas, hallando modos y lugares para desplegar escenas a un tiempo violentas, groseras y divertidas en el seno de esos tópicos.

Era emocionante descubrir cuan fácil se podían transformar las ovejas en monstruos simplemente explotando sus características esenciales. De hecho, se trata de animales poderosos, con afiladas pezuñas, largos dientes, y ojos de lagarto negros como el abismo. Sólo era cuestión de un poco de imaginación ver una oveja como un animal aterrador y peligroso, y cuando se tienen decenas, cientos, o miles, actuando en rebaño, el efecto es horripilante. Trabajé estrechamente con Weta Workshop en algunos procedimientos artísticos increíbles que han llevado las ovejas a nuevas dimensiones del terror. La siguiente parte del proceso fue dar con el resultado del cruce de oveja y ser humano en un laboratorio, creando nuestro espectacular ¡‘hombre oveja’!

Mucho de lo humorístico en el film proviene de una impensable naturaleza de las ovejas y de la actitud de los neozelandeses hacia las mismas. Estos animales tienen reputación de ser estúpidos, y nosotros, los neozelandeses, hemos asimilado su personalidad lanuda en los incontables souvenirs para turistas. Por supuesto, también están las bromas sobre la cópula con las ovejas, que nos es imposible rehuir del todo cuando viajamos por el mundo. Por supuesto que tocamos todo eso en la película. ¿Cómo íbamos a librarnos?

Black Sheep también juega con la preocupación por la alimentación de origen estrictamente orgánico y el sentimiento de culpa por ser carnívoros: ¿De dónde sale la materia prima del asado de los domingos? Los horrores de la industria cárnica son el pequeño secreto inconfesable de Nueva Zelanda... (pero, ¡alto! ¡Me encanta la chuleta de cordero tanto o más que cualquier hijo de vecino!).

Nuestro antagonista, Angus, encarna el punto de vista poco agradable sobre el debate gastroesofágico: ¿Resulta equivocado emplear la ciencia para mejorar lo que la naturaleza no ha logrado hacer bien? Creo que es una actitud que no puede rechazarse de plano, aunque por descontado, la posición de Angus en la historia se lleva hasta el extremo, lo que la hace del todo desaconsejable.

El trabajo con Weta Workshop
Podemos considerarnos unos privilegiados por haber podido contar con la ayuda de Richard Taylor y Weta Workshop desde los primeros estadios de la producción de esta película. Han sido esenciales a la hora de lograr transformar nuestras ovejas en monstruos, y en lograr que las ovejas hagan en la cinta lo que jamás harán en la vida real. Siendo como soy un chiflado por el cine desde mi más tierna edad, hallarme en el taller donde se ha generado todo este increíble trabajo para Black Sheep: las ovejas animatrónicas, los horripilantes corderos reptantes, los disfraces de hombre oveja, y todo el increíble gore a partir de prótesis, maquillaje, y montones de caucho y goma, ha sido algo que ha superado con creces mis mejores concepciones de lo que es ¡pasárselo bomba!

Asimismo, me asistía la poderosa convicción de que esta película tenía que basarse en el mundo de los efectos físicos, factuales, en lugar de usar toda la parafernalia de las imágenes generadas por ordenador. Creo que hay una credulidad y un poder inherente a la experimentación, a la praxis, que se obtiene con los efectos físicos y que no se pueden obtener con las imágenes generadas por ordenador. Desde el principio, los efectos físicos se impusieron como la vía que debíamos tomar.

Esto emana a través de todo el espectro de efectos, desde el trabajo de los disfraces que incorporan elementos animatrónicos de última hornada, pasando por los títeres, las prótesis muy realistas, hasta llegar a la aplicación que hemos hecho de ciertos efectos clásicos de gore y de antiguos trucos.

Nunca trabajar con...
Y con esto, ¿cómo se consigue que las ovejas actúen? ¡Con gran lentitud! Contábamos con los adiestradores de animales que trabajaron las ovejas de Babe, el cerdito valiente (Babe, 1995). Tan pronto como les hablé del proyecto, me aseguraron que disponían de las ovejas idóneas para el film. Éstas resultaron estar adiestradas de modo impresionante: venían cuando las llamabas, se detenían en las marcas, seguían direcciones muy concretas... (no muy distintas de los humanos, pues…) y todo a cambio de pequeñas porciones de comida. Pero hay límites en lo que hacen… o a cómo de eficientes son en la ejecución, de tal modo que es ahí donde entran en juego los efectos especiales.

No hace falta decir que ninguna oveja resultó herida en la realización de Black Sheep (aunque, en honor a la verdad, hubo días en que estuve a punto…)

Por otro lado, era encantador trabajar con los seres humanos: interactuaban con las ovejas de buena voluntad y pacientemente. Hubo ocasiones en que llegamos a rodar diez tomas, pues las ovejas se largaban en otra dirección, una vez más… pero había veces en que las ovejas eran pura dinamita en una sola toma; y nuestros actores tenían que estar siempre a punto... ¡y en verdad que lo estaban!

Era tremendamente emocionante ver cómo cobraban vida los personajes que llevaba trabajando desde hacía varios años en papel; el reparto entero puso toda la carne en el asador para lograr que esos personajes tuvieran tres dimensiones. Todos ellos tuvieron que afrontar retos, ya fuera el tiempo atmosférico, sesiones de maquillaje interminables, o situaciones de lo más estrafalarias (nuestro protagonista, de cuatro patas a la una de la madrugada, mientras una oveja animatrónica ¡le monta por detrás!), pero todos lo encararon con gran sentido del humor y buena predisposición que la película no hace sino evidenciar.

El rodaje en Wellington
Me siento orgulloso de haber podido rodar Black Sheep en Wellington y alrededores, donde vivo. La costa posee laderas escarpadas y onduladas, y acantilados vertiginosos que me han inspirado desde niño.

Impregnado e inspirado desde años de y por esos lugares y escenarios, incluyéndose la extensa granja de ovejas de la familia de mi padrastro en South Island, descubrir las auténticas versiones de esos lugares en torno a la región e incorporarlas como un todo en el universo del film devino una parte del proceso tremendamente emocionante. Nuestra principal granja está en la costa más escarpada, a menos de media hora de la ciudad en coche, pero tiene todo el aspecto de estar a cientos de kilómetros de cualquier parte. En el momento en que me topé con el complejo de caserío y granja del siglo XIX, a 90 minutos al norte de Wellington, en el distrito de Wairarapa, supe que ya teníamos nuestro complejo ganadero. Nuestro cobertizo para el esquilado de la lana es un lugar documentado históricamente además del mayor en la baja North Island. El siniestro laboratorio del film fue otrora la estación receptora de todas las emisiones radiofónicas que llegaban a Nueva Zelanda.

Wellington también es una increíble plataforma donde se concentran compañías y grupos con diversas especialidades de las que me siento afortunado de haber podido sacar provecho. Gran parte del equipo técnico ha estado muy ocupado en estos últimos años en El señor de los anillos y en Kink Kong, de Peter Jackson, sin embargo todos han respondido maravillosamente al reto de realizar un film modesto en su país con una esencia inconfundiblemente neozelandesa.


La realización de Black Sheep ha sido la experiencia más increíble de mi vida. Se presentaba como un desafío agotador, emocionante, hilarante y emotivo… y todo ¡en el marzo más frío y húmedo de los últimos 50 años! Se trata de un sueño tornado realidad para el público tanto neozelandés como internacional que ya está viendo el film.

, Septiembre de 2005

Ficha artística
Matthew Chamberlain - Oliver Oldfield
Tammy Davis - Tucker
Oliver Driver - Grant
Peter Feeney - Hangus
Glenis Levistam - Mrs. Mac
Richard Danielle Manson - Experience
Nathan Meister - Henry