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  La zona  Dirigida por Rodrigo Plá
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Alejandro es un adolescente que vive en una Zona residencial cerrada, autosuficiente y con una fuerte seguridad privada. Tanto su familia como el resto de los residentes, obligados por la creciente delincuencia, el miedo a la violencia y la falta de ley, han elegido ese lugar como último reducto de paz. Durante una madrugada, tres intrusos logran entrar en el lugar para robar en una casa. Durante el ataque es asesinada una anciana, pero dos de los ladrones son abatidos por la guardia privada. El tercer ladrón logra escapar y permanece prófugo en el interior de la Zona. Después de una áspera deliberación y conscientes de la corrupción e ineficiencia reinante, la mayoría de los vecinos de la Zona deciden hacer justicia por sí mismos. En el sótano de su casa, el joven Alejandro se encuentra, por sorpresa, con el ladrón, Miguel, un joven de su misma edad que, asustado, reconoce su delito y pide ayuda. Mientras la búsqueda continúa, las opiniones de los vecinos del interior de la Zona comienzan a dividirse. Tras muchas vacilaciones, Alejandro decide ayudar a Miguel. Sin embargo, la creciente tensión y el miedo de los vecinos de la Zona, sumados a la presión que ejerce la policía desde el exterior, dificultarán su propósito. En medio de todos estos acontecimientos, Alejandro se verá obligado a crecer y a encontrar su propia visión del mundo.


La zona, espacio tematizado
La Zona es en sí misma un personaje, el personaje principal de la historia, personaje canalizador del universo cerrado de sus protagonistas que, regidos por el miedo, acaban inventado sus propias reglas, al margen de la ley que rige a los demás. Asimismo, el lugar como personaje nos desvela cómo las normas morales, cómo las nociones básicas de respeto y convivencia se van diluyendo en un accionar primitivo y deshumanizado, donde “el otro”, el ladrón, el de afuera, ya no es visto como una persona sino simplemente como un enemigo a destruir. De alguna manera, intentamos que la estructura de la película funcione como un canto coral, donde cada personaje encuentre una voz en la partitura, su propio tono, que enfrentando o acompañando a los otros, logren conformar la polifonía de voces que es la Zona, un todo orgánico que en su ensimismamiento, en su imposibilidad de mirar afuera, en su incapacidad para reconocer contradicciones y diferencias en su seno, siembra la semilla de su propia autodestrucción.