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Destacado: Llega a las salas de cine comerciales 'Vaiana 2'
  Desmembrados  (Severance)
  Dirigida por Christopher Smith
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No hay duda de que trabajar de nueve de la mañana a cinco de la tarde mata, sin embargo, todavía puede ser peor ir de vacaciones corporativas para estudiar estrategias con los colegas del trabajo. Siete de éstos se ven obligados a enfrentarse a la muerte cuando su fin de semana corporativo se ve saboteado por un enemigo mortal. Olvídate de la política de la compañía, pues sólo los más inteligentes sobrevivirán a esta sangrienta excursión de empresa.

Sinopsis larga
Dos chicas, Olga (Júli Drajko) y Nadia (Judit Viktor), y un hombre grueso ya en la cincuentena, George Cinders (David Gilliam), corren despavoridos por el bosque huyendo de un agresor desconocido. Las dos jóvenes caen en un foso para osos camuflado, pero George, preso de desesperación por huir, se niega a echarles una mano. Mientras las chicas se desnudan y hacen con las prendas atadas unas a otras una cuerda improvisada para escapar, George cae súbitamente en una trampa. Colgado de un árbol cabeza abajo, tiene tiempo de ver acercarse al asesino blandiendo un machete y dispuesto a asestarle un golpe brutal…

Dando bandazos, un autocar se aleja del ajetreo de Budapest dirigiéndose hacia la frontera de las montañas. A bordo se hallan siete trabajadores de una empresa internacional fabricante de armas, Palisade Defence, suministradora en todo el globo de armamento innovador desde hace 75 años de devastadoras guerras. El afortunado grupo ha sido invitado por su presidente, George Cinders, a pasar un fin de semana en la nueva y lujosa casa rural con aguas termales con objeto de desarrollar unas sesiones de teambuilding (trabajo en equipo para estudiar nuevas estrategias y reforzar lazos de los integrantes).

Al ver el nuevo video de la corporación, presentado por George, los distintos niveles de atención evidencian el temperamento de cada uno del grupo: El Sr. Arréglalo todo y jefe de contabilidad, Gordon (Andy Nyman), está absolutamente impresionado al ver a su jefe hablar del futuro del arte de la guerra. El administrador pelotillero Richard (Tim McInnerny) instruye a su ayudante extremadamente escéptico, Billy (Babou Ceesay), para que envíe a George una memoria lisonjera. El cínico vendedor Harris (Toby Stephens) ignora deliberadamente la pantalla y lee el diario, mientras Jill (Claudie Blakley), la conflictiva pacifista del grupo, apenas puede disimular el rechazo ante las estúpidas imágenes que se suceden. La dinámica supervisora Maggie (Laura Harris) no cesa de trabajar, como es de esperar. Mientras tanto, Steve (Danny Dyer), el desconocido del grupo, navega por Internet para conseguir algunas ‘acompañantes’ con miras a tener un poco de diversión privada durante el fin de semana.

De súbito, el autocar chirría hasta detenerse bruscamente ante un árbol caído que bloquea la carretera. El conductor se niega a tomar la ruta alternativa y obliga a sus pasajeros a que se bajen del vehículo, vaciando el maletero y dejándolos en la cuneta para que se las arreglen por sí mismos en un terreno absolutamente desconocido y un tanto misterioso. Tras analizar un mapa de la zona, todo parece indicar que el lujoso refugio campestre no se halla demasiado lejos, así que se adentran en los bosques resiguiendo un supuesto atajo. No tardan en perderse.

Steve asegura que un hombre amenazante vestido de uniforme y pasamontañas ha reptado sigilosamente hasta él. Pero Maggie aduce que esta visión alarmista se debe al hecho de que Steve ha ingerido unas setas mejicanas mágicas y lo que sencillamente ocurre es que está alucinando. Para impedir más devaneos alucinógenos, Maggie ata una cuerda a la muñeca de Steve y usa la misma como una correa de perro, sin embargo, él está convencido de que alguien siniestro les está siguiendo.

Al toparse con un edificio de hormigón nada acogedor en medio de un claro del bosque, Richard tiene que sudar lo suyo para persuadir a sus escépticos empleados de que han llegado al refugio lujoso; el maltrecho y sucio grupo acaba por instalarse a desgana. Harris logra que el generador funcione; en su exploración ha descubierto un sótano lleno de archivos en ruso con un logo parecido al de Palisade. Mientras tanto, el trip de Steve sigue intensamente activo y comienza a ver dobles de sí mismo en todas partes del lugar, por lo que trata de calmarse dando buena cuenta de sus ocultas existencias de marihuana.

Analizados los misteriosos documentos del polvolriento archivador del sótano, Harris informa al grupo de que cree que el horrible refugio en el que se hallan es un viejo manicomio. Cuando el hambriento equipo ataca un pastel de carne preparado por Gordon, Harris narra una historia ocurrida antes de la Primera guerra mundial para respaldar su teoría. Al parecer, los locos se apoderaron del asilo y Palisade los eliminó por medio de un gas venenoso cuando fueron contratados por el gobierno para poner solución al problema. Pero hubo el rumor de que uno de los locos sobrevivió, y que no se detendrá hasta haber eliminado a cada uno de los empleados de Palisade.

Jill se muestra desdeñosa ante la impertinencia con que Harris ha narrado una historia seria, ya que ella misma ha escuchado otra parecida. La suya acontece a primeros de la década de los 90, tras el derrumbamiento de la Unión soviética, cuando edificios como el que se hallan se usaban como centros de detención para criminales de guerra todavía adictos a la violencia. Estas prisiones improvisadas estaban destinadas a curar a los presos de su descontrolada sed de sangre. Según Jill, Palisade no los mató, pero el gobierno sí mediante el uso de armas de Palisade.

Sin embargo, para Steve no existe tal teoría de la conspiración; está claro que aquella guarida en una ocasión fue una clínica sexual. En la década de los 60, ‘hospitales’ privados para hombres viejos pero adinerados proliferaron por la zona regidos por rollizas enfermeras tan frustradas sexualmente por falta de hombres jóvenes que, habiéndolo intentado con sus pacientes entrados en años sin resultado satisfactorio, no tuvieron otra opción que convertirse en lesbianas ninfomaníacas y dejar que sus envejecidos pacientes murieran.

Aquella ronda de teorías entre serias e insensatas se termina traumáticamente cuando Steve halla en un pedazo del pastel un diente humano, que definitivamente no es suyo. Entonces, Gordon admite habérselo encontrado en el horno y simplemente haberlo calentado entendiendo que se trataba de un obsequio de bienvenida, y se extiende el convencimiento de que han podido estar comiendo carne humana. Más tarde, aquella misma noche, mientras Jill está depositando con cuidado una gran araña en el alféizar de la ventana, se lleva un sobresalto de muerte tras ver un rostro entre los árboles de enfrente. Es la gota que colma el vaso. Harris, totalmente opuesto al plan de Richard de permanecer quietos, imponer y conservar la calma, aboga por subir montaña arriba para lograr señal de teléfono móvil y así pedir ayuda. A la mañana siguiente, se llega a una tregua cuando Richard permite a Harris y Jill intentar reestablecer contacto con el conductor del autocar, ausente de sus obligaciones, si el resto de ellos se aviene a jugar a paintball como parte del programa de teambuilding.

Durante el enérgico partido, Billy confiesa a Steve que aunque le gustaría salir con Maggie, está convencido de que Steve es el objeto de los deseos de ella. Jill también descubre que Harris posee su lado tierno mientras ascienden con su misión. En lugar de una buena recepción de móvil, se topan con el autocar que les trajo al parecer abandonado, y poco después hallan al conductor brutalmente asesinado. De regreso al refugio con el autocar, horrorizados ante la evidencia de que todos están en peligro, una escena dantesca les da la bienvenida: Media pierna de Gordon ha sido seccionada por acción de los afilados dientes de una horrible trampa para osos, y el muñón no cesa de sangrar....