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  La casa de tus sueños  (La Maison du Bonheur)
  Dirigida por Dany Boon
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Dirigida y escrita por Dany Boon (El juego de los idiotas; Joyeux Noël, por el que ganó el César al Mejor Actor de Reparto) quien además la protagoniza junto a Michéle Laroque (Salir del armario, El marido de la peluquera, Malabar Princess) y Daniel Prévost (La cena de los idiotas, Mamá preséntame a papá, Asterix y Obélix contra el César).

Entrevista con el director (Dany Boon)
P: La casa de tus sueños es la adaptación de su obra de teatro La Vie de chantier. ¿Se inspiró en alguna experiencia personal?
Dany Boon: Como cada vez que me mudo tengo que hacer obras, es verdad que yo he llegado a vivir esa pesadilla, sobre todo una vez en un piso antiguo precioso que tenía unas molduras muy bonitas y en el que el cable del teléfono iba por dentro de una canaleta de plástico feísima. El jefe de obra le dijo a un obrero: «Cárgate todo eso». Y se cargó todas las molduras, ¡pero no la canaleta de plástico! Cuando volví a casa una hora más tarde, había un montón de molduras de finales del XIX en medio de la habitación, como para hacer una hoguera. Al ver eso, pegué un grito y el tipo de dijo: «No se preocupe, las quitaré». Es sólo una anécdota de las muchas que me pasaron. Y eso fue lo que inspiró la obra de teatro La Vie de chantier.

P: ¿Y cómo le entraron ganas de escribir esa obra?
D.B.: Tenía ganas de escribirla para los demás. Quería dirigir a otros actores, poner en escena la obra... y fue un trabajo enorme. En un monólogo participa una sola persona. Si hay que hacer cambios, los puedes hacer el día anterior. En una obra de teatro, por el contrario, hay que saber con seis meses de antelación en qué partes se tiene que reír el público. No puede haber errores. Por fortuna, todo fue bien. Al principio, La Vie de chantier era un guión que quería que produjese Claude Berri, pero él no quiso (risas).

P: Pero al final sí produjo La casa de tus sueños…
D.B.: Sí, al final, porque era el productor de una película en la que me habían ofrecido un papel. Vino a ver la obra y se rió durante toda la función. Al acabar la representación, vino a mi camerino y me dijo: «¡Es fantástica, hay que hacer la película!». (risas)

P: Esto retrasó su salto a la dirección.
D.B.: Al final casi me vino bien que Claude hubiera rechazado el guión que le mandé. Antes de él, ya había tenido otras experiencias con productores a los que mis ideas les habían parecido fantásticas y cuando querían firmar el contrato y darme el dinero, yo me echaba atrás, decía: «No, no voy a hacerla». Porque en el cine se asumen riesgos importantísimos. Sin embargo, en el teatro, yo me lo guiso y yo me lo como. Dependo del público, con el que tengo una relación privilegiada desde hace 15 años y me siento feliz, todo va bien. Por eso me decía que para qué iba a arriesgarme a dirigir una película.

P: ¿Y por qué se arriesgó?
D.B.: Por las ganas de compartirla con otros actores, de ponerla en escena, de que tuviera éxito... Haber podido hacerlo en el teatro me hizo pensar que ya era lo bastante maduro para el cine.

P: Al adaptar al cine La Vie de chantier ha cambiado muchas cosas...
D.B.: Por eso cambié el título por el de La casa de tus sueños. Cuando escribes la adaptación de una obra de teatro, estás obligado a salir de la unidad de lugar. Si no, haces teatro filmado.

P: La estructura ha cambiado con respecto a la obra de teatro y los personajes también, sobre todo el personaje de su mujer...
D.B.: Sí, y por eso quería que Michèle Laroque la interpretase. Quería que el personaje fuese seductor, una mujer hermosa, con dotes para la comedia, y que la pareja resultara creíble porque en La casa de tus sueños cuento también una historia de amor. En el teatro, era más bien una pareja de comedia ligera, más delirante, con una clase social muy marcada. Además, en el teatro podemos jugar más con las palabras, mientras que en el cine la situación es lo que prima.

P: En el teatro podía emplear ciertos chistes, ciertos recursos para ganarse al público. ¿Tuvo miedo de no poder hacer lo mismo en el cine?
D.B.: En realidad, tenía dos opciones: o trabajaba en un guión totalmente delirante con un postulado de comedia loca y poco creíble o bien hacía una comedia más social, más realista, en la que pudiéramos identificarnos con los personajes. Quería contar una historia, que fuera una película elegante con una buena fotografía y en la que los actores estuvieran acertados. De lo que estoy más orgulloso es de que todos los actores de la película están formidables.

P: Cuenta con un magnífico reparto.
D.B.: Yo mismo hice los castings para todos los papeles, incluso para el personaje que se jubila y sufre una crisis cardiaca: «Adiós, Jean-Yves». Tengo un DVD de actores que se agarran el brazo derecho y caen al suelo. Quería que se viera la realidad y reservar el aspecto delirante y absurdo para las secuencias con los obreros incompetentes que, de hecho, son clowns. El forzudo y el enclenque, Laurent Gamelon y Zinedine Soualem, son clowns de verdad.

P: ¿Cómo fue el cambio de pasar a estar detrás de la cámara?
D.B.: A todo el mundo le parecía que el guión de La casa de tus sueños era fantástico, pero cuando me pidieron que la dirigiera y respondí que no, me dijeron: «Pero si actúas en la película». La idea de hacer las dos cosas a la vez me daba un poco de miedo. El problema era que no quería que la hiciera otro que no fuera yo. Había vivido tantas cosas con los personajes, había trabajado tanto la adaptación que me dije: «Si la dirige otro, me sentiré muy frustrado. Mejor lo hago yo, aun a riesgo de meter la pata.» Mi mayor miedo era arrastrar a todos esos grandes actores a una ópera prima fallida.

P: Como su personaje, usted también abandonó la comodidad y los hábitos de su vida profesional para lanzarse a lo desconocido, al mundo del cine, sin saber qué le depararía. ¿Pensó en ello durante el rodaje?
D.B.: Antes, no durante. Sobre todo cuando hacía la escaleta y me preguntaban: «Entonces, ¿dónde ponemos la cámara?», para ponerme a prueba. Todo el mundo tenía ganas de que saliese bien y de que tuviera éxito con mi película. Sin embargo, al principio del rodaje, cuando pedí un travelling, alguien me dijo: «No vas a montar ese plano. El travelling es demasiado largo». Y yo respondí: «No, quiero conservarlo entero». Montaron el travelling y dos segundos más tarde oí: «¿Este travelling no es un poco largo?». Ahí me entró la duda y me pregunté si, efectivamente, no sería un poco largo... Y luego, daba igual, lo hacía de todas maneras y ya veríamos. Para mí, ser director de cine es sufrir cada día un centenar de contrariedades con respecto a cómo te lo imaginas mientras escribes. Y todas esas pequeñas decisiones que tomas a lo largo de la jornada son lo que, al final, da el color y el tono a la película. Psicológicamente es agotador, hay que ser fuerte. Al principio, tenía tanto miedo que rodaba desde todos los ángulos. Ver las pruebas de rodaje en grupo, en una sala de cine y no en un DVD cada uno por su cuenta, me dio confianza. Las primeras veces, había cuatro horas de tomas de rodaje diario. Después se redujeron a una duración normal porque cada vez sabía mejor lo que quería.

P: ¿Le ha ayudado su formación gráfica y su pasado como dibujante de storyboards y fotógrafo a afirmarse como jefe de esta obra?
D.B.: Sí. Además, cuando trabajas con Claude Berri, tienes la suerte de tener un equipo técnico formidable. Estuve muy bien rodeado. Necesité un tiempo para afirmarme, pero muy poco. Desde los primeros días los técnicos ya saben si estás a la altura. Con el director de fotografía, el primer ayudante, el cámara y la script eso pasa antes del rodaje. Tuvimos que trabajar con mucha antelación...