La película inauguró la 57ª edición de la Berlinale (año 2007). Sección Oficial a concurso.
Notas del director
El guión
Tenía ganas de hablar de cómo funciona un artista en su interior, hacer una película sobre el impulso vital de un artista. Estaba en una librería, hojeando un libro sobre Edith Piaf y de pronto se me ocurrió la idea. Inmediatamente, le envié un texto a Alain Goldman, y a los cinco minutos me dio su visto bueno y compartió mi entusiasmo. La verdad es que la velocidad con la que me apoyó me hizo preguntarme por un momento en qué me había metido...
Para mí, Edith Piaf es el ejemplo perfecto de alguien que no pone ninguna barrera entre la vida y el arte. La fusión entre su propia vida y su trabajo es la base misma de un verdadero artista. Como todos los franceses, conocía alguna de sus canciones y sabía algo de su vida, pero no mucho más, así que me pareció que ella representaba el pretexto ideal para que yo pudiera hablar de lo que me interesaba.
La inspiración inicial surgió al ver una fotografía suya por la calle con su amiga Momone. Poca gente tenía una imagen de ella tan joven, porque predominan las fotografías de las décadas de 1950 y 1960, cuando ya se había convertido en un frágil icono vestido de negro. Esa foto me mostró la imagen de una persona completamente distinta, de alguien que no era Edith Piaf y que me intrigaba. Me imaginé una especie de puente entre la imagen que casi todo el mundo tiene de ella y esta foto en la que aparecía como un diamante en bruto.
Leí todo lo que se había escrito sobre ella, estuviera o no editado, tanto de la época en que estaba viva como ahora. Al mismo tiempo, empecé a escribir el guión, combinando los aspectos que me parecían más importantes en lo que estaba leyendo y lo que yo quería expresar y que iba más allá de la misma Piaf. Creo que tengo una idea clara de lo que experimenta una artista, ya sea Edith Piaf o cualquier otra: temores, angustias, deseos... No quería hacer una película biográfica, pero quería que todo lo que apareciera en la película fuera real. Tan sólo en algunos momentos, sobre todo si se referían a su infancia, de la que hablaba muy poco, he tratado de deducir lo que pudo haber pasado recurriendo a los pocos elementos de los que disponemos.
En el curso de mis lecturas, he acumulado mucha información y, sobre todo, he podido confirmar mis intuiciones. Edith Piaf es innegablemente el arquetipo del artista. En general, cuando el artista empieza a autodestruirse, su arte retrocede: en este sentido Piaf representa una excepción, porque, mientras su cuerpo se iba consumiendo, su arte se iba elevando, haciéndose más puro. Esto sucede muy de cuando en cuando. Incluso en su declive, en su voz y en su voluntad estaba todo lo que la impulsaba a cantar, a interpretar como no lo había hecho antes. Nunca se rindió. No creo en el artista atormentado. Como todos, Edith Piaf obviamente tuvo momentos felices, incluso cuando menos podría esperarse. No creo que ser desgraciados sea un requisito imprescindible para ser grandes artistas, o artistas sin más. Por el contrario, hay que hacer todo lo posible para no ser desgraciados.
En muchas biografías, la infancia del personaje aparece poco, y, sin embargo, precisamente la infancia determina buena parte de nuestra vida. A menudo, la clave de todo está precisamente en nuestra infancia.
Prácticamente cada escena rodada, incluso los diálogos, se corresponden con la primera versión del guión, porque hice una reelaboración de su estructura pero no de su contenido. La primera escena está exactamente como la pensé al comienzo. En sus escritos, en sus declaraciones, Piaf se expresaba con mucha corrección: en los diálogos, he utilizado sus propias palabras. Iba directamente a lo esencial, sin verbosidad.
He leído su correspondencia, incluso las cartas no publicadas, y me impresionó la calidad de su prosa, su honestidad y su agudeza de juicio.
A pesar de la inmensa fama de Edith Piaf, el tema de la película tuvo para mí un carácter muy íntimo y personal porque puse en ella exactamente lo que quería decir. Nunca me sentí intimidado por su importancia. Yo quería hacer un retrato. Narrar su vida no me interesaba en sí. Los hechos que he filmado ayudan a configurar el retrato. Siempre he tratado de ser sincero, respetuoso, acercándome a ella pero sin idealizarla: ella nunca lo hizo, ni consigo misma ni con su arte; nunca se juzgó con complacencia.
Mientras trabajaba en la escritura del guión, no quise ver a ninguna persona que la hubiera conocido directamente. Un día, Ginou Richer, que había sido su mejor amiga durante veinte años, se puso en contacto conmigo. Le envié el guión, pensando que sería un verdadero examen. Me llamó por teléfono para decirme que no me había equivocado acerca del personaje. Yo veía todo el proceso como una especie de excavación en la que intentaba reunir una serie de piezas sin saber si el resultado llegaría a corresponderse con el original. De todas formas, mi abordaje no ha sido el de un arqueólogo, sino ―espero― el de un artista con el propósito de no falsear a los personajes o los acontecimientos. Quería decir, a mi manera, cosas verdaderas y exactas acerca del personaje de Piaf, sin traicionarla o sin tener que elegir entre dos abordajes. Todo lo que yo quería manifestar libremente, a través de ella o con ella, tenía que inscribirse en su vida real.
Reparto
Empecé a pensar en el reparto de la película confiando en mi intuición. Hay muchos personajes, y para cada uno de ellos mi elección fue más allá de cualquier consideración profesional, fue una cuestión más bien visceral. Además que por su talento como actores, todos ellos me producen emoción.
Aunque no la conocía personalmente, para interpretar a Edith Piaf pensé inmediatamente en Marion Cotillard. La había visto en algunas películas en las que mostraba su talento dramático, tan importante para el papel y que pocas actrices posen. Edith Piaf es un icono: todo el mundo reconoce su rostro, su voz, su silueta. Para que el público aceptara lo que yo quería decir, tenía que existir un parecido entre la actriz y la Piaf. Marion es más guapa, pero guarda una clara semejanza con las fotos de la cantante cuando era joven. Así que le envié el guión y luego nos vimos. No teníamos mucho tiempo, así que no hicimos pruebas propiamente dichas, sólo dedicamos medio día al maquillaje. Pero lo que sí le pedí a Marion es que hiciera el mismo trabajo de investigación que yo había hecho, que leyera libros y que viera sus películas. Me parece que ella, al igual que yo, ha hecho esta película de forma intuitiva, la mejor forma de hacerla.
"Nunca tuve la menor intención de que mi trabajo fuera sólo imitarla. Mi objetivo era crear dentro de mí el espacio suficiente para que ella se sintiera cómoda sin que yo desapareciera del todo. Tenía que aceptarla de buen grado para que pudiéramos entendernos y crear alguna cosa juntas. Ser actor implica ser capaz de invitar a nuestro interior al personaje que interpretamos y sacarlo de nosotros, compartiendo con él lo que somos. Obviamente, cuando se interpreta a un personaje tan fuerte y tan presente como Edith Piaf, te ves dominado por él. Podría parecer un poco místico, pero puedo decir, después de haber pasado tanto tiempo observándola, oyéndola y amándola, que a menudo tuve la impresión de que se encontraba junto a mí. Yo estaba tan inmersa en la forma en que se movía y hablaba, incluso hasta la mínima inflexión de su voz, que me parecía sentirla dentro de mí". - Marion Cotillard