De la mano de la dirección de Isabel Coixet llega Elegy. Encabezan el reparto, la nominada al Oscar, Penélope Cruz, y el galardonado Ben Kingsley. Además, cuenta con las interpretaciones secundarias de Dennis Hopper, Patricia Clarkson y Peter Sarsgaard. Elegy está basada en El Animal Moribundo, una novela corta del Premio Pulizter, Philip Roth.
"Ahora soy muy vulnerable a la belleza femenina
todo el mundo se encuentra indefenso ante algo, y en mi caso es eso. Veo la belleza y ya no puedo ver nada más" David Kepesh.
Con Elegy, Isabel Coixet , la elogiada directora española de Mi Vida sin Mí y La Vida Secreta de las Palabras se convierte en la primera directora que aborda la obra del famoso y polémico novelista Premio Pulitzer de ficción, Philip Roth. Coixet es conocida por su intensa concentración en las vidas interiores de sus personajes.
La película presenta el combate de pasión entre una extraordinaria joven, Consuela, interpretada por PENÉLOPE CRUZ (Volver, Todo Sobre mi Madre), y un sofisticado profesor de universidad, David Kepesh, encarnado por BEN KINGSLEY (Gandhi, Sexy Beast), sin tomar partido ni emitir juicios finales. Lo que fácilmente podría considerarse una historia de seducción de orientación masculina y sus consecuencias, se convierte en una profunda investigación sobre el poder del amor y sus efectos perdurables tanto en la belleza como en el admirador.
"Estoy en un momento de mi vida en el que puedo intentar entender a la gente entender a los hombres" dice Coixet. "En Elegy, David Kepesh intenta escapar por medio del sexo; sin embargo, al final, a través del sexo es como encuentra el amor. Me parece bastante bonito". De manera crucial, la directora ve a la menos experimentada Consuela de Penélope Cruz como la más poderosa: "Es la más fuerte de los dos. Quiere lo que quiere y no se avergüenza".
El profesor Kepesh es un hombre seguro de sí mismo y parece saberlo todo, pero ante una pasión devoradora, tiene mucho que aprender. En la primera escena de la película, le conocemos en su faceta de hombre célebre, en el programa The Charlie Rose Show promocionando su provocativo nuevo libro sobre los orígenes ocultos del hedonismo Norteamericano. Kepesh, que aboga abiertamente por la "felicidad sexual", atribuye los orígenes de ésta a "Merrymount", una colonia poco conocida fundada por el rebelde Thomas Morton situada a solo treinta millas de Plymouth Rock. Este asentamiento, refugio de rebeldes, asociales y libre pensadores, no tardó en desaparecer. Como Kepesh declara: "Los puritanos les cerraron el puesto". Y hasta los años sesenta la década de la mayoría de edad del profesor su mensaje prohibido de liberación no volvería a explotar de nuevo en suelo Norteamericano. Con ironía, elocuencia y gran humor, Kepesh se define a sí mismo como un orgulloso descendiente espiritual de esos rebeldes pioneros. Sin embargo, cuando se trata de lidiar con "los aspectos carnales de la comedia humana", hasta un viejo rebelde acata las normas. Se paga un precio cuando se quebrantan hasta las reglas más descabelladas. Puede que incluso se obtenga, como descubrirá, una profunda y permanente gratificación.
Eso es lo que le sucede a un hombre como Kepeshun seductor múltiple de gran éxito que ama a las mujeres pero jamás permite que se le acerquen demasiado cuando se encuentra cara a cara con la extraordinaria Consuela Castillo. Esta hija de inmigrantes cubanos conservadores, una mujer cuya deslumbrante belleza y cabellos negros como el azabache lo traspasa y transforma, es una mezcla embriagadora de lo divino y lo mundano. A pesar de todo, jamás podrá explotarla.
A pesar de los terribles reveses que sufre Consuela, Cruz describe cómo su personaje persigue sus propios objetivos y ejerce el control en la relación con Kepesh: "El no es un depredador, y ella no es una víctima. Ella sabe por qué quiere estar con este hombre". A medida que la relación crece, se destruye y resurge, tanto Kepesh como Consuela deberán hacer frente a una pasión apremiante, al excruciante dolor de la pérdida y la posibilidad del amor.
A partir de un guión creado por el candidato al Oscar NICHOLAS MEYER (The Seven-Per-Cent Solution, Sommersby), Coixet embarcó a todo su equipo creativo en la aventura de trasladar un relato íntimo de dos personas, cuerpo a cuerpo, en una fascinante historia visual y drama erótico. Ben Kingsley ve como el núcleo de este trabajo en equipo "el análisis y la definición del amor entre hombres y mujeres". Esto es algo que el actor considera esencial, "ya que lo único que impide que este planetaeste maldito "show"se venga abajo es el amor".
Al retratar a este hombre franco y seguro de sí mismo, aunque secretamente abrumado por la soledad y los problemas, Kingsley aporta al personaje su gran maestría y precisión, así como una sorprendente frescura. Según Cruz trabajar con él es "una aventura alucinante te engancha, ¿sabes?
como una maravillosa montaña rusa". Kingsley no solo logra envolver al público profundamente con el personaje que interpreta, también permite hacer y deja campo libre a los demás actores. El proceso depende de mantenerse abierto y aportar "una sed por la verdad" afirma Kingsley: "Creo que si hay una norma que compartimos todos los actores que merece la pena es la vulnerabilidad
Construimos cosas de la nada pero con la vulnerabilidad, es asombroso
algo sobre la condición humana puede empezar a fluir". El guionista Nicholas Meyer comenta que este don para compartir momentos se aplica también al medio cinematográfico mismo: "Lo que realmente le interesa es la manera de trabajar estrechamente con la cámara para capturar esa atmosfera de intimidad".
La directora Coixet describe un ejemplo concreto del tipo de impacto emocional que Kingsley vierte en el rodaje: "Me parece que tiene los ojos más increíbles que he visto. Recuerdo un día
una escena muy simple. Ben había servido coñac y caminaba hacia Penélope con dos copas. Yo estaba detrás de la cámara pensando: 'Dios, esos ojos tienen realmente hambre
es como si la devorara con los ojos'". Después, Coixet le preguntó a Kingsley qué es lo que estaba pensando mientras rodaban la escena. Le dijo: "Estaba contemplando mi muerte". ¿Qué aporta un actor de su calibre a cada papel? Para Kingsley la respuesta es muy sencilla: "Tengo que sorprenderme a mí mismo".
Plenamente consciente de que su papel en la batalla carnal no durará para siempre, Kepesh lucha por mantener una distancia de observador. El encuentro con la extraordinaria mezcla de sensualidad y reserva de Consuela Castillo le hace abrirse en formas totalmente inesperadas. Kepesh elogia su elegante austeridad diciendo: "Sabe que es hermosa, pero todavía no está segura de qué hacer con su belleza". Totalmente cautivado, considera el cuerpo de Consuela "una verdadera obra de arte".
Para Penélope Cruz interpretar el papel de Consuela significa hacer realidad una pasión que ha alimentado desde hace cinco años; desde que el productor Tom Rosenberg le pidiera que leyera el libro. Para ella Consuela es "uno de los personajes más difíciles de mi carrera, uno de los más aterradores". Cruz, una mujer que representa totalmente el arquetipo de mujer imponente capaz de dar lugar una obsesión que puede transformar a alguien vitalmente, también aporta al personaje la tremenda honestidad que ha caracterizado sus trabajos con Pedro Almodóvar y sobre todo a su vehemente interpretación en No te Muevas, una película italiana que obtuvo un gran éxito de crítica. La actriz se regodea en las contradicciones de Consuela: "Me encanta porque no se le puede encasillar. Es un montón de mujeres a la vez, pero es ella misma, todo el tiempo sincera, compleja
desbordante e impredecible".
Nicholas Meyer describe la esencia del personaje de Consuela así: "una belleza extraordinaria que te paraliza el corazón y que clava a Kepesh en una pared como si de una mariposa se tratara y una vulnerabilidad excepcional de la que poco sospecha él, porque realmente no es capaz de verla. No la ve hasta que no es demasiado tarde". Penélope Cruz capta esta mezcla volátil canalizando sus propios sentimientos y empleando su miedo. Es una piedra de toque para la actriz: "El día que tenga ochenta años seguiré teniendo la misma sensación la sensación de que no soy capaz de controlarlo todo. La cámara lo ve todo, tanto que te das cuenta de que no puedes mentir". La actriz aplaude a la directora Coixet, también española, por fomentar la intimidad y el riesgo en su interacción con otros actores, sobre todo en las escenas de sexo: "Isabel las filmó de una manera preciosa. Han quedado realmente bien. La magia que sentí cuando leí el libro está ahí".
Viendo que su mejor amigo corre peligro por culpa de su fijación por Consuela y que debería "dejar que el sexo sea solo sexo", George OHearn, un Pulitzer de la poesía, (interpretado por Dennis Hopper) advierte a Kepesh: "Las mujeres hermosas son invisibles
Nadie puede ver a la persona real
Estamos tan deslumbrados por el exterior que nunca conseguimos llegar al interior". En la película, oímos esta observación mientras vemos unas evocadoras escenas de Kepesh fotografiando a Consuela en la playa y más tarde revelando las fotos en su cuarto oscuro imágenes de deseo congeladas en el tiempo. (Kepesh corteja Consuela con su impresionante colección personal de imagenes fotográficas clásicas; el acto ritual de sacar fotos vuelve a estar presente como un importante elemento en el material de cierre de Elegy, que depende desde el principio al fin de esta especie de interacción entre la imagen externa y la realidad interior, entre el ver y el ser visto). Una gran parte de la rica conversación que tiene lugar entre los dos amantes sucede en sus ojos. Coixet y su equipo creativo han procurado que esa conexión sea también para el público íntima y personal.
Desde la notoria escena de la masturbación que convirtió a El Mal de Portnoy en un provocativo bestseller en 1969, Philip Roth ha sido tanto elogiado como atacado por sus crónicas febriles, a menudo impúdicas, de cómo el deseo sexual impulsa y atormenta las vidas de los hombres norteamericanos. Al crear a Consuela, este provocativo escritor va más allá de la barrera de la belleza y llega a la persona real que existe en el interior de la imagen perfecta. El retrato visual que se hace del personaje en la película es fundamental para lograr esto en la pantalla.
Dado que Coixet maneja su propia cámara (junto a su viejo colaborador Jean-Claude Larrieu, el director de fotografía), Ben Kingsley afirma: "Isabel es literalmente el ojo de la película
no exagerará, ni mentirá, ni rodará nada que no sea cierto
siempre sé qué quiere decir y es un placer para mí contarle mi historia". El empático punto de vista de Coixet, a menudo humorístico, va más allá de los personajes principales y afecta a otros personajes que en otros tipos de películas tendrían permitido ser unidimensionales. "Me encantan todos los personajes de esta película. Las mujeres saben lo que quieren y son más francas que los hombres".
Consideremos por ejemplo a Carolyn, el personaje que interpreta la candidata al Oscar PATRICIA CLARKSON (Retrato de Abril y Buenas Noches y Buena Suerte), una enérgica ejecutiva. Ella y Kepesh han mantenido una fuerte relación sexual durante veinte años sin compromisos. Carolyn (quien como Consuela, fue también en tiempos, la alumna favorita y amante de Kepesh) nos es introducida mediante un efusivo número de dormitorio, que Coixet clasifica como "destape maravilloso", en el que el personaje exuda la sensualidad y la pericia de la mujer madura. "Patricia es intrépida", asegura la directora, "con una veracidad digna de ver". Carolyn es un personaje complejo; cuando ve que el impacto de Consuela sobrepasa con mucho el suyo propio, se da cuenta de que este romance supone el final de una necesaria amistad. Su dolor es evidente; no hay precariedad en la liberación de esta mujer. Nicholas Meyer destaca la total comprensión de Clarkson de las contradicciones de Carolyn, "tremendamente triunfadora en su vida profesional y llena de conflictos e insatisfacciones en su vida privada", además de la química incandescente que hay entre ella y Ben Kingsley.
DENNIS HOPPER (Terciopelo Azul, Apocalypse Now) aporta la misma profesionalidad (además de su carisma personal) al granuja de George OHearn, el poeta laureado que aconseja a su viejo amigo, mujeriego como él, "separar" el reino de la aventura sexual del reino de la vida real. Hopper dice, bromeando sobre las escenas de sorprendente intimidad que tiene con Kingsley: "Es Terciopelo Azul y Sexy Beast o Frank Booth y Gandhi cara a cara". También reconoce que es un placer trabajar con una gran actor y un "tipo tan legal" como Kingsley.
George parece un hombre dueño totalmente de su destino y, aunque algo dependiente de su reputación, es un consumado hipster. Sin embargo, ante un verdadero problema, el personaje de Hopper abre su corazón con profunda desesperación y sorprendente franqueza. Las escenas entre Kingsley y Hopper, pese a que en un primer momento los personajes nos podrían parecer un tanto cínicos y autosuficientes, cobran una dimensión totalmente nueva. El juego cómico que estos dos hombres se han traido entre manos durante décadas acaba convirtiéndose en algo muy serio, de gran resonancia. El final de George supone tanto una lección para Kepesh como una advertencia, cuando este hombre irreverente y autosuficiente recibe un revés de la vida y reconecta con su sufrida mujer, interpretada por DEBORAH HARRY (Mi Vida sin Mí) la famosa cantante de Blondie, el icónico grupo pop.
Al final, el petulante George OHearn acaba haciendo lo contrario de lo que predica. Ben Kingsley atribuye la excelencia interpretativa de Dennis Hopper a la amplitud de su expresión artística: "Dennis tiene un gran don. No es solo un actor. Es el ojo del fotógrafo
que puede ver en perspectiva y eso es esencial".
Para el difícil papel de Kenny Kepesh, un hijo adulto totalmente resentido con su padre por sus multiples infidelidades, Coixet estaba encantada con la elección de PETER SARSGAARD (El Precio de la Verdad, Kinsey) porque "uno puede ver multitud de capas en sus personajes, incluso en los más simples". Un reprimido y sentencioso Kenny se define a sí mismo por oposición a David Kepesh. A pesar de ser un médico bien establecido, se mueve por su antigua ira.
Aún así, hay algo en el corazón de Kenny que le lleva a destruir su propio matrimonio y confesárselo a su padre. Sarsgaard ve una paradoja en la necesidad de un hijo por competir por la atención de su padre. Hablando desde el personaje, Sarsgaard confiesa que: "Creo que el motivo de que vaya a decirle todas esas cosas no es por echarle la culpa sino para demostrarle que soy una persona tan interesante como él
En lo profundo de mi ser, me comporto así para que mi padre se interese por mí. Cuando digo 'tú no lo entiendes' lo que intento decir es 'Tú lo entiendes. ¿Podemos ser amigos ahora? Yo he hecho algo parecido a lo que hiciste tú'". El cambio es una constante en el mundo de ELEGY. Cuando Kenny decide por fin abrirse a su padre, la frialdad manipulativa que ha envenenado el vínculo padre-hijo ya ha empezado a disolverse.
Consuela se convierte en una obsesión para David Kepesh; los celos son compañeros constantes. Kepesh está convencido de que se la robará un hombre más joven porque en el pasado él habría sido ese hombre. No puede vivir sin Consuela pero teme lo inevitable su declive y su despedida. Le hace preguntas perspicaces sobre sus antiguos novios y se imagina una traición a cada momento.
Este maestro de la manipulación, se encuentra atrapado en su propia imaginación. Kepesh se ve a sí mismo como un viejo con una joven, y no le gusta en absoluto. Cuando Consuela le invita a una fiesta familiar para celebrar su graduación, Kepesh provoca una avería en el coche para no ir. Furiosa por la táctica, Consuela decide romper la relación. Kepesh está destrozado y se refugia en el trabajo. La influencia de Consuela sobre él es especialmente patente durante su ausencia.
Entonces, después de dos años de soledad, recibe una llamada inesperada en Nochevieja. Consuela, que necesita urgentemente verle, se presenta en su piso esa misma noche. Las noticias que trae invertirán el orden de las cosas. Para un hombre que siempre ha contado con poder zafarse, Kepesh se enfrenta ahora a un cambio de polaridad: vincularse y conectar a toda costa. Incluso aunque las consecuencias inherentes del sexo dejan profundas huellas, Kepesh descubre que las consecuencias del amor dejan huellas aún más profundas.
El guionista candidato al Oscar, NICHOLAS MEYER, aportó su considerable experiencia a la hora de adaptar la novela corta de Roth para la productora Lakeshore Entertainment (TOM ROSENBERG, GARY LUCCHESI, ANDRE LAMAL). Según Meyer la adaptación es una cuestión de "entrelazar imponderables", lo cual incluye ponderar "en qué medida puede funcionar una película si nunca has leído el libro y lo indulgente que uno puede ser si sí lo ha hecho". Para Meyer, adaptar es el acto de traducir y require que el guionista viaje por un campo de minas con tacto y habilidad "para llegar a algo de lo cual todo el mundo diga 'sí, esta podría ser la película de este libro'". El atractivo esencial de las películas para Meyer es que las mejores cuentan una buena historia, que él define de una manera simple y empírica: "Una buena historia para mí es aquella que después de que te la cuente entiendes por qué quería contártela".
Meyer también elogia a los productores TOM ROSENBERG y GARY LUCCHESI por interesarse por los materiales que plantean cuestiones: "En cierto modo, los dos son unos románticos empedernidos", sumamente ambiciosos y cultos pero dispuestos a hacer una película para gente adulta y "no solo películas como juguetes mecánicos".
Durante la preparación del rodaje de Elegy, Coixet y algunos miembros clave de su equipo creativo, incluidos el diseñador de producción, CLAUDE PARÉ, y la diseñadora de vestuario, KATIA STANO, tuvieron que solucionar una serie de cuestiones para que la película tuviera una atmósfera distintiva y una coherencia visual. Para Paré (cuyo trabajo inmediatamente anterior a Elegy fue el espectáculo/ comedia de 130 millones de dólares, Night at the Museum), la clave para evocar Manhattan con un presupuesto limitado era convertir el piso de David Kepesh en un joyero de museo de las elecciones y experiencias vitales de un hombre. Las obras de arte que el profesor le enseña a Consuela se ven reflejadas en el brillante tratamiento del director de fotografía JEAN CLAUDE LARRIEU de la película, sobre todo en la paleta de colores y en el uso de espejos y texturas de cristal.
Paré recuerda orgulloso el momento en que Ben Kingsley vió por primera vez el decorado que iba a representar el piso en el que David Kepesh ha vivido durante décadas. "Ben entró en el decorado por primera vez después de una semana de ensayos en la habitación de un hotel. Llevaba una tartera con sopa y una cuchara. Entró por la puerta principal, atravesó el salón y el comedor y llegó hasta la cocina. Allí se sentó y empezó a tomarse su sopa". Para Kingsley, el sitio era exactamente como lo había imaginado. "Para mí fue muy gratificante que él se encontrara cómodo y a sus anchas en ese espacio", confiesa Paré.
Katia Stano trabajó con Isabel Coixet en Mi Vida Sin Mí y estaba encantada con volver a trabajar con la directora. Su objetivo era que el vestuario de cada actor contribuyera a definir la vida interior de su personaje. Recuerda conversaciones detalladas con Kingsely sobre cómo el hecho de que un simple botón de una chaqueta estuviera o no abrochado podía añadir autenticidad a un momento dramático, ya que revelaría cómo un experto seductor calibra su apariencia para causar efecto.
En cuanto al vestuario de Consuela, Stano decidió para Penélope Cruz resaltar "líneas clásica limpias, muy elegante", que reflejaran el orgullo de sus padres inmigrantes por haber triunfado en una nueva tierra. Cada detalle, hasta la elección de la lencería para la Carolyn de Patricia Clarkson ("functional
pero elegante"), está encaminado a hacer que el momento cobre vida y que la historia de los personajes tenga un peso y una concreción.