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  La aventura de los águilas  (Les aiguilles rouges)
  Dirigida por Jean-François Davy
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Festival Internacional de cine de Roma 2006.


Ficha artística
Jules Sitruk
Pierre Derenne
César Domboy
Raphäel Fuchs-Willig


Retorno a los orígenes
Antes de Las Águilas Rojas, no había dirigido una película ¡desde hacía 23 años! En 1983, Ça va faire mal fue un fracaso comercial y por ello, fue una época en la que me interesé más por el vídeo.

Como llevaba a un coleccionista dentro del alma, empecé a comprar derechos de películas y me lancé al oficio de editor. De vez en cuando, intentaba escribir un guión, iniciar algún proyecto, pero mi actividad empresarial me tenía completamente absorbido. A medida que pasaban los años, más difícil me resultaba. Hace poco, me dije a mí mismo que si no volvía a hacer cine hoy, nunca volvería a hacerlo. Siempre he llevado a un niño en mí que se negaba a morir. Por eso cogí el toro por los cuernos. Decidí dirigir y producir, a pesar de todo, esta aventura propia que viví a la edad de 15 años y que me había marcado profundamente. Escribí el primer borrador del guión pensando en que sería bastante fácil contar una historia sobre niños. Podía provocar un bonito encuentro con el público y además, ya había producido con satisfacción La meilleure façon de marcher, de Claude Millar, con Patrick Dewaere y Patrick Bouchitey (que no es exactamente una película de niños, pero que se desarrolla en un centro de vacaciones).

Pensaba tener la ocasión de hacer una película de pequeño presupuesto – ¡me equivocaba totalmente! – pero fue la forma en que la idea nació. A mis cincuenta años, tenía ganas de utilizar mi pasado para escribir guiones… Durante mi primera carrera de cineasta, había intentado hacer distintos géneros cinematográficos.


De la realidad a la ficción
Una historia real

Los acontecimientos reflejados en esta película tuvieron realmente lugar. Me ocurrió en julio de 1960 y todo pasó exactamente como se muestra en la película. Aunque la cronología de la historia ha sido respetada, alimenté mi guión cinematográfico de otros elementos con el fin de hacerlo más denso.

En esta época, el itinerario que nosotros seguimos se ha vuelto a trazar exactamente en la pantalla, y la mayoría de las anécdotas evocadas en la película ocurrieron de verdad. Como, por ejemplo, la escena donde los chicos fuerzan la puerta de una tienda de objetos de regalo y se llevan algunos objetos. Es la primera vez que lo cuento porque, en la época, se había guardado en secreto!

No fue algo muy grave, pero teníamos la impresión de haber cometido un delito mayor… Aunque me he acordado – hora por hora – de esos cuatro días en la montaña sin poder dormir, también aprendí cosas al rodar esta película. Volví a ver a uno de los guías que había salvado la vida de Eric y que me ha contado lo que yo mismo viví. Me di cuenta, al volver a aquellos lugares, de los peligros reales a los que nuestra patrulla se había expuesto. Durante el rodaje, pasamos todo el tiempo cayéndonos! Resultó imposible ir adonde fuimos en aquella época, ¡incluso con los guías! Entonces tomé conciencia de los considerables riesgos en los que habíamos incurrido. ¡Hubiéramos podido morir todos!


La etapa de la escritura
Hace 10 años, cuando propuse el guión de Las Águilas Rojas, nadie parecía apasionado por esta aventura de niños perdidos en la montaña. Me contestaban que la historia tal vez podía ser contemporánea, pero la guerra de Argelia tenía un papel importante en mi relato.

Mientras tanto, mi vida personal cambió y las ganas de hacer películas de nuevo se tornaron muy fuertes. Entonces conocí a Isabelle Fauvel, de Initiative Films, que ponía en contacto a guionistas con directores y productores. Le dije que buscaba un co-guionista para trabajar en otro proyecto, La Fiancée de papa. Ella quiso leer todo lo que tenía en mis cajones. Fue de esta forma en la que descubrió el guión de Las Águilas Rojas, que le pareció interesante. Gracias a ella, conocí a una joven guionista italiana, Gaïa Gusti, con quien hemos establecido una excelente colaboración. Supo analizar algunos desequilibrios de mi guión. Me preguntó muchas cosas sobre todas las tonterías que hicimos en aquella época, y sobre todo lo que pudiera enriquecer la película. A partir de estos recuerdos, se puso a reestructurar el guión. Entonces, Elisabeth Diot se reunió con nosotros para dar el último toque.

Me sentí encantado con estas colaboraciones. Cada vez que trabajábamos en una escena, confiaba en mi memoria y me acordé de nuevo de todos los detalles de lo que pasó hace 45 años.

Si tuve que esperar diez años para que este proyecto por fin viera la luz fue porque, a través de mi empresa de vídeo, obtuve los medios necesarios a la financiación de la película. Arrancaba de nuevo en el oficio de director, y era difícil hacer que los socios habituales del cine francés se quisieran adherir a esta aventura. Entonces asumí todos los riesgos financieros y artísticos, ¡lo que era a la vez excitante y, por supuesto, angustioso!

Para esto, fui apoyado fuertemente por los colaboradores de mi empresa. Afortunadamente para la tesorería de mi sociedad, Canal Plus, Cinécinéma y la Région Rhône-Alpes se convirtieron en participantes de la película después de ver el resultado.


Espíritu de grupo
Aunque el movimiento scout no es el tema principal de la película, ha sido una parte muy importante en mi vida. Empecé como lobato con ocho años; luego, fui scout durante unos diez años más. De hecho, continué después de la desventura de Las Águilas Rojas.

Mi primera película data de esta época. La dirigí con los 15 años, en 8 mm, con mi patrulla: se trataba de una película policíaca, de aproximadamente una hora, Vernay et l’affaire Vanderghen.

Una patrulla scout es un grupo de ocho o nueve chicos. Una pandilla, tiene unos cuarenta. Las mentalidades variaban mucho de una patrulla a otra. En la nuestra, éramos más bien anárquicos, divertidos y curiosos. Nos planteábamos cuestiones a propósito de la religión, cuestiones que se encuentran, a menudo con humor, en la película.

Ser scout era una formidable escuela de habilidad. Aprendíamos muchas cosas, estábamos cerca de la naturaleza, pero también fuimos irritados por los partidarios paramilitares y religiosos. De hecho, no voy a hablar demasiado de esta parte de la película. Intenté borrar el lado “scout para siempre”: después de algunas secuencias, los niños se quitan su uniforme y vuelven a ser críos igual los demás…

Lo que realmente era grave en la época en que situé la película era la guerra de Argelia, que quería que estuviera omnipresente durante todo el relato. Los orígenes sociales tan diversos de los miembros de la patrulla permitían crear un microcosmos donde se enfrentaban las diferencias y las rivalidades, pero también las amistades y una verdadera solidaridad.


Hijos de Francia
Nuestro grupo de chicos estaba compuesto por el hijo de unos comerciantes, el hijo de un refugiado que tuvo que huir a Argelia, el hijo de una persona encargada de la disciplina en un gran instituto parisino, el hijo de un obrero… Es una paleta bastante justa de las distintas clases sociales de la época. De hecho, éramos nueve en esta patrulla. Suprimí uno porque no lo consideré necesario. Incluso intenté reducir el conjunto de los protagonistas a siete porque en el cine es una cifra mágica: Los 7 Mercenarios, Los 7 Samuráis… pero no lo conseguí. Lo que se prueba de forma cierta es que los ocho presentes en la pantalla son indispensables para la historia.

Cambié sus nombres, pero conservé los apodos como “Tatave” y “Arsouille”… También utilicé expresiones de la época como “chocmol” o “c’est dégueulbif”, para mantenernos en los años 60. Insistí mucho para que los jóvenes de hoy pudieran identificarse con las preocupaciones de estos personajes y que sus padres se reconocieran y se sumergieran en esta época con placer. Yo era un poco como Patrick (Jonathan Dumerger), mi personaje en la película: no vivía tanto en el presente, sino más bien en el futuro, en mis proyectos, en mis sueños. Recuerdo haber vivido esta aventura de una forma un poco irreal. Creo que todos los demás también lo vivieron, a su manera, como una ficción.

Intenté reencontrar las personalidades de los chicos que conocí en aquella época y de mantenerme cerca de sus caracteres, aunque es posible que, con el tiempo, se hayan transformado un poco en mi memoria. El verdadero Jean-Pierre (Damián Jouillerot) era un bocazas, su hermano no estaba en Argelia sino que era estudiante de medicina. Eric (Pierre Derenne) siempre se quedaba un poco rezagado del grupo, para mostrar su rivalidad hacia Patrick.

Hace diez años, cuando escribí el primer borrador del guión de Las Águilas Rojas, volví a ver a Eric y a Jean-Pierre. Cenamos juntos y esto me provocó una sensación rara. No habíamos vuelto a vernos desde hacía treinta años… Esto me perturbó con relación a la imagen que había guardado de ellos. Por eso no quise renovar la experiencia. Ahora que la película esta acabada, me divertiría mucho reencontrarme con todos ellos. Durante el rodaje, particularmente entablé amistad con Jonathan Dumerger, probablemente porque interpreta a mi personaje. Se creó entre nosotros una relación filial, me convertí en una especie de segundo padre. Me confió a menudo: “Logro decirte cosas que no digo a nadie más”. Nos divertíamos durante el rodaje hablándonos en primera persona: “¿Cómo estoy esta mañana? – Yo, todo va bien, ¿y yo?”… Teníamos una complicidad maravillosa, así como con todos los demás actores. Sin duda, voy a producir el próximo cortometraje de Damien Jouillerot. Antes de Las Águilas Rojas, tenía tres hijos. ¡Ahora tengo once! Voy a poder formar un equipo de fútbol…


La montaña, un personaje aparte
La otra estrella de la película es la montaña. De hecho, ¡es lo que nos ha costado más caro! Espléndida, seductora, indomable y terriblemente peligrosa, simboliza de alguna manera el elemento femenino. Es la mujer en todo su esplendor, con lo que puede tener de peligroso e inaccesible.

El tema de la película es, principalmente, la relación que mantiene este grupo de adolescentes con la montaña.

Una de mis decisiones como director fue mantener la cámara cerca de los actores gracias al Steadicam. Optamos por un tamaño ancho que permitía colocar la montaña en segundo plano.

A través de esta ascensión, quería también mostrar el cambio de la infancia a la edad adulta, que consiste, por ejemplo, en aprender a decir no cuando nos dan una orden absurda.