Entrevista a Pierre Salvadori (Extracto)
P: ¿Cuál es el punto de partida de Un engaño de lujo?
R: ¿El punto de partida? En un encuentro con Benoît Graffin, mi guionista, estuvimos hablando de que teníamos que hacer otra película. Y ambos coincidimos en que tenía que ser una comedia, una más
P: ¿Por qué?
R: No lo sé. La única vez que he hecho otra cosa ("Les Marchand De Sable"), fue un proceso el doble de corto y la mitad de doloroso. Lo que hago son comedias, ¡ésa es mi condena! Me obsesiona conseguir una buena comedia: ligera, fluida
un movimiento puro. La primera película que me impresionó fue una comedia, "El Diablo Dijo No". Me pareció ver una película perfecta, con elipsis, ritmo, ligereza. Y, no obstante, sus personajes sufrían, amaban, se traicionaban. Otros desaparecían. En ella, la existencia no era fácil, pero los personajes mantenían la compostura ante el dolor, la propia puesta en escena era toda compostura. Antes incluso de que apareciera la moraleja de la película, Lubitsch ya estaba proponiendo, con sus elecciones y su forma de rodar, un punto de vista sobre el mundo. Una forma de ser humano en la Tierra. Su proyecto cinematográfico era también un proyecto de vida. Elegir la comedia, con sus personajes inadaptados pero combativos, con su potencial subversivo y su vitalidad, ya es expresar un punto de vista.
P: ¿Y la historia?
R: Llegó después. Hablando de lo que nos preocupaba, de lo que nos angustiaba: el triunfo del pragmatismo por encima de todo, el pesimismo reinante que siempre puede hacernos caer en el cinismo y hacernos creer que, en última instancia, para encontrar nuestro lugar bajo el sol todos los medios son válidos. Entonces llegó Irène, un personaje que obedece a una idea muy particular de la felicidad, que confunde un poco el lujo con la serenidad. Luego está Jean, anulado y tímido hasta el punto de la sumisión. Y, por último, la idea del malentendido cómico de su encuentro.
P: Un engaño de lujo, aun siendo tan disparatada, es una de sus películas más incisivas sobre la realidad del mundo
R: No lo creo. El universo en el que se movían les personajes de "Los Aprendices" era duro, precario, despiadado. En "...Comme Elle Respire", Marie Trintignant era una mitómana rechazada por su familia y raptada por el hombre al que amaba y que la creía rica. En cuanto a "Les Merchands de Sable", trataba del mundo del tráfico de drogas, que no es especialmente amable.
P: Un engaño de lujo también es una comedia sobre la lucha de clases.
R: Aunque lo digo de broma, es algo muy cierto: el comportamiento de Madeleine y Jacques frente a Jean e Irène es muy violento. Son personas que poseen a otras personas. Cuando Gilles deja a Irène, le quita todo lo que le había dado. Cuando la deja Jacques, le rompe la tarjeta de pago. Irène y Jean están a disposición de otros, no son dueños de sí mismos. Cuando se enamoran, apenas pueden verse. Su tiempo no les pertenece. Esta relación pasa por escenas muy fuertes, como cuando Madeleine le lanza cojines a Jean para despertarle. Pero, en última instancia, jamás podrá poseerle
P: ¡Porque él «no tiene precio»!
R: Así debería ser siempre. Pero no estamos teniendo en cuenta la angustia, el miedo a no pertenecer a nada, a ser dejado de lado.
P: ¿Es el amor lo que salva a Jean e Irène?
R: No. Benoît y yo queríamos escapar a esta solución un tanto manida, que encontramos en tantas comedias sentimentales. En ellas, el amor suele proponerse como la única salida frente a las presiones del mundo. Para nosotros, el amor no era el tema principal: en los primeros diez minutos Jean y Irène ya se han acostado juntos, y ella se enamora bastante antes del final de la película. Pero para ella, el amor es una problema, no una solución. La debilita demasiado, la asusta y la descentra. En la historia, cada vez que Irène se deja llevar por el amor, no tarda en pagarlo: la abandonan, la humillan, se lo hacen pagar. Irène tiene un plan de vida, de carrera. Y el amor, con todo lo que puede exigir en cuanto a sacrificio e incondicionalidad, no forma parte de ello en absoluto. No, lo que salva a Irène son los celos. Un sentimiento irreprimible. Queríamos que ella luchara contra el amor hasta el final y que fuera una gran pulsión lo que la salvara al final. Es bastante animal. Pero tal vez tengamos que contar con lo que nos queda de animales para seguir siendo humanos.
P: Jean nunca la juzga.
R: Eso es muy importante. Él nunca la sermonea. Muy pronto comprende que ella vive en un mundo en el que su forma de ganar dinero parece la cosa más natural. En lugar de juzgarla, acaba siendo igual que ella: ataca desde dentro, no se convierte en su enemigo sino en su aliado. La abraza como se abraza una forma de vida. A lo que nunca renuncia es a su virtud. Su persistencia demuestra la dureza que se puede llegar a alcanzar.
P: ¡Ella es muy cruel!
R: Es dura. Quiere su parte del pastel y no posee un talento particular excepto el de agradar. Es un talento tan bueno como cualquier otro. Irène es un soldado tenaz y Jean es un enemigo desde el momento en que le conmueve. Cuando ella siente que se enternece, que flaquea y que él la pone en peligro, como buen soldado decide eliminarle, hacerle desaparecer: le arruina para que él vuelva a su casa. Y Jean no se resiste. Se ofrece a ella y se lo ofrece todo, hasta quedarse sin nada. Un auténtico suicido económico y un acto de amor total. Además, desde el punto de vista dramático, es interesante que haya un personaje tan duro. La crueldad es necesaria en una comedia.
P: Su forma de ver a Jean se transforma imperceptiblemente. Uno de los momentos clave de esa transformación es la mirada que Irène le dirige al despertarse, en la playa
R: Es entonces cuando acepta y comprende que le quiere. Desde ese momento, al espectador, que lo presentía, ya no le queda ninguna duda.
P: Irène podría definirse por sus miradas
Audrey Tautou está increíble en Un engaño de lujo, es capaz de pasar muy rápido de un sentimiento a otro en la misma escena
R: ¡Y cuanto más conseguía, más le pedía yo! La escena que más me impresionó fue cuando está con Jacques, hacia el final de la película. Se supone que Irène está totalmente a disposición de ese hombre y, al mismo tiempo, no deja de mirar al que quiere de verdad, que está detrás de él. Para interpretar esto, para decir «¿qué tal, cómo te va la vida?» y sentirse turbada medio segundo después, antes de volver una conversación normal, hay que ser muy bueno.
P: Además, ella realiza un trabajo formidable con la voz y la entonación que a veces traicionan el origen social del personaje de Irène.
R: De vez en cuando decíamos que los vestidos de lujo no debían disimular del todo la desfachatez. Es una cosa que no estaba en el guión y que Audrey encontró sola.