Presentada a concurso en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2007.
Ficha artística
NADINE LABAKI - Layal
YASMINE AL MASRI - Nisrin
JOANNA MOUKARZEL - Rima
GISÈLE AOUAD - Yamal
ADEL KARAM - Yusef
SIHAM HADDAD - Rose
AZIZA SEMAAN - Lili
FATME SAFA - Siham
DIMITRI STANCOFSKI - Charles
FADIA STELLA - Christine
ISMAIL ANTAR - Basam
Nadine Labaki (guionista, directora y actriz)
Nacida en 1974 en Líbano, terminó el bachillerato en Beirut en 1993. Obtuvo su título en estudios audiovisuales en la Universidad de San José de Beirut (IESAV) y en 1997 rodó su proyecto de fin de carrera, 11 Rue Pasteur, que obtuvo el Premio al Mejor Cortometraje en la Bienal de Cine Árabe del IMA en París en 1998.
A continuación, rodó anuncios publicitarios y numerosos clips musicales para famosas cantantes de Próximo Oriente, por los cuales obtuvo diversos premios en 2002 y 2003.
En el año 2004 participó en el programa Residencia del Festival de Cannes para escribir el guión de CARAMEL, su primer largometraje.
Notas de la directora
Libertad escondida
Si tuviera que resumir esta película diría que es la historia de cinco mujeres libanesas, cinco amigas de distintas edades que o bien porque trabajan allí o bien porque acuden a él, se reúnen en un salón de belleza en Beirut. Y podría añadir que, en ese mundo tan típicamente femenino, estas mujeres, que sufren la hipocresía de un sistema oriental ante la modernidad occidental, se ayudan mutuamente con los problemas que encuentran en relación con los hombres, el amor, el matrimonio y el sexo. Hoy en día, en esa parte del mundo, Líbano aparece como ejemplo de una sociedad abierta, libre y emancipada. Pero eso no siempre es cierto, porque detrás de esa fachada seguimos sujetos a muchas coacciones, al miedo permanente a las miradas de los demás y a los juicios que hagan sobre nosotros. En este contexto, las mujeres libanesas se consumen por el remordimiento y la culpa. En la peluquería y salón de belleza, mis heroínas se sienten a salvo, porque es un lugar en el que, aunque se las ve desde un ángulo muy íntimo, nunca se las juzga.
La mujer que nos depila nos ve desnudas, en todo el sentido de la palabra, porque es un momento en el que no podemos engañar, y poco a poco le hablamos de nuestra vida, de nuestros miedos, de nuestros planes, de nuestros amores, etcétera.
Caramelo
El título hace referencia al producto que se utiliza en Próximo Oriente para la depilación y que consiste en una mezcla de azúcar, zumo de limón y agua, que hay que hervir hasta que se vuelve caramelo. A continuación se extiende esta mezcla sobre una superficie de mármol para enfriarla un poco, y seguidamente se convierte en una pasta que se utiliza para depilar. Pero también CARAMEL sugiere la idea de lo azucarado y lo salado, de lo amargo y lo dulce, del azúcar delicioso que puede quemar y hacer daño.
Los personajes
Estuve dudando mucho tiempo combinar la dirección y la interpretación en mi primera película, porque, aunque me atraía la idea de actuar, tenía miedo de que pudiera afectar a la película. Afortunadamente, me decidí a asumir el riesgo porque eso me permitió dirigir las escenas desde el interior de las mismas. Como las intérpretes no eran actrices, podía estar cerca de ellas al máximo, sobre todo porque, como quería que cada una de ellas conservara su propia forma de hablar, yo no les había dado diálogos para que se los memorizaran. Yo buscaba mujeres que en la vida real fueran como sus personajes. Tenía una idea muy clara del físico y la personalidad de cada una de ellas, de las palabras que usarían. Tuve que buscarlas por las calles, en las tiendas, en casas de amigas... Eso llevó algún tiempo, pero el resultado es que se ajustan a sus personajes.
Layal, el personaje que interpreto, es la propietaria del salón de belleza, una mujer joven, de treinta años, cristiana, que sigue viviendo con sus padres, al igual que casi todas las jóvenes que no están casadas en Líbano. A través de las joyas que lleva, se ve su amor por la Santa Virgen y, por su vocabulario, que se siente muy apegada a su religión. Es un claro ejemplo de contradicción: por un lado, su familia, a la que ella no quiere decepcionar, y su religión, un abrigo protector, y, por otro lado, un hombre del que ella depende totalmente y que representa lo prohibido y la transgresión.
Nisrin es una mujer musulmana de 28 años, amiga de Layal, que trabaja como peluquera en el salón de belleza. Está a punto de casarse con un musulmán que no sabe que ella ya no es virgen, y esto supone un gran problema para Nisrin. Yasmine Al Masri, que la interpreta, no es actriz: nació en Líbano, y es hija de una egipcia y un palestino. Es una buena amiga, a la que conocí en París, donde ella está estudiando Bellas Artes y danza oriental. Todo su trabajo, su misma lucha, se desarrolla en torno al cuerpo femenino. Nadie más que ella podía ser Nisrin.
Rima es una chica de 24 años que lava cabezas en la peluquería. Callada e introvertida, no es tan voluptuosa y coqueta como las demás. Rima se está buscando a sí misma. Poco a poco, descubrimos que siente inclinación por las mujeres. ¿Pero ella es realmente consciente de ello? Joanna Moukarzel, que la interpreta, es directiva en una gran compañía de suministros eléctricos. Me convenció y me conquistó enseguida por su lado espontáneo y vibrante.
Yamal, la cliente, es amiga de todas las chicas que trabajan en el salón de belleza. No sabemos con exactitud ni su edad ni su religión. Le da tanto miedo envejecer que intenta por todos los medios ocultar que está en la menopausia. Yamal sólo vive de apariencias. En mi país, muchas mujeres se encuentran en esta situación porque en la existencia de la mujer libanesa es muy importante la seducción. Yamal quiere ser actriz porque, tras haber consagrado su vida a sus hijos, quiere brillar y existir, sobre todo cuando descubre que su marido la ha dejado por una mujer más joven que ella. Interpreta este papel Gisèle Aouad, que trabaja como secretaria de dirección y que tiene una personalidad generosa y extravertida que se corresponde bien con su papel.
Rose es una cristiana de 65 años que vive junto al salón de belleza y que conoce bien a todas las chicas. Nunca se ha casado porque ha consagrado su vida a cuidar de su hermana. Cuando conoce a Charles, deja pasar el amor, sin duda por sentido de sacrificio, pero también por autocensura. En Líbano, cuando se es viuda, divorciada o solterona, no se tiene derecho de enamorarse pasada cierta edad. De lo contrario nos volvemos ridículos y avergonzamos a nuestros allegados. En esta sociedad cerrada, la culpabilidad surge de un apego demasiado fuerte a la familia y a la religión, sea ésta la que sea. Sihame Haddad, que encarna a Rosa, es un ama de casa. Me atrajo de inmediato su personalidad, muy conmovedora a pesar de su reserva.
Para el personaje de Lili, la hermana mayor de Rose, me inspiré en una mujer cuya historia me contaron. Cuando era muy joven se enamoró de un oficial francés que, cuando dejó Líbano le escribió todos los días, pero sus cartas fueron interceptadas por la familia de ella. Cuando lo descubrió, era demasiado tarde. Desde entonces, ella ha estado buscando esas cartas por todas partes... Lili es una solterona un poco loca que recoge todo lo que se parece a un papel. Aziza Semaan, que interpreta este papel debe de tener 85 años. Yo estaba desesperada pensando que no iba a encontrar a nadie, cuando la vi en una calle un Viernes Santo. Inmediatamente me dije que era la Lili que yo estaba buscando. Es una cristiana que sólo habla árabe y, en la vida real, es, al mismo tiempo, muy tranquila y muy divertida.
En cuanto a la bella y misteriosa mujer que aparece de cuando en cuando y cuyo nombre no sabemos es el ejemplo perfecto de la mujer perfecta, como surgida de los anuncios de los años sesenta en Estados Unidos, el ama de casa y la mujer que encarna el estereotipo de la mujer ideal. Pero pronto nos damos cuenta de que se siente increíblemente frustrada, como muchas mujeres libanesas que dejan atrás su verdadera personalidad para conformar la imagen que se espera de ellas. Entre esta mujer y Rima, surge una auténtica atracción. Interpreta este papel Siham Fatmeh Safa, una mujer musulmana chií, casada a los trece años y que ahora vive sola. Ella tiene ese aire de misterio que yo necesitaba dar a ese personaje.
En general, las mujeres libanesas están obsesionadas por su apariencia, están buscando su identidad entre la imagen de la mujer occidental y la de la mujer oriental... La mujer libanesa siempre tiene la impresión de tener que robar sus instantes de felicidad, la sensación de que tiene que luchar para vivir como quiere, y cuando lo consigue se siente culpable. Yo misma, que soy independiente y que ejerzo el oficio que me gusta, tal y como me gusta, me siento condicionada en lo más profundo de mi ser por las tradiciones, la educación y la religión.
La mujer libanesa, tanto la musulmana como la cristiana, vive en una contradicción entre lo que es, entre lo que desea ser y lo que se le permite ser.
La música
Khaled Mouzanar, el autor de la música me conoce muy bien... ¡va a ser mi marido! Autor y compositor, ha sacado su primer álbum de canciones francesas (en Naïve). Su música siempre me ha evocado imágenes. Khaled tiene un universo muy particular, pero sabe ponerse al servicio de un guión y de una historia. Ha vivido conmigo toda la aventura de hacer la película y yo no tenía que explicarle nada para que entendiera lo que quería. Hice que oyera las canciones que me hacen soñar y él ha logrado esa mezcla difícil entre la música oriental y la occidental que funciona muy bien en CARAMEL. Gracias a él, la música es un auténtico personaje.
La guerra
Cuando acabó la guerra [la guerra civil entre facciones cristianas y musulmanas del país, con intervenciones de Siria e Israel, que se desarrolló entre 1975 y 1990], en 1990, yo tenía 17 años y, al hacer esta película, me planteé contar una historia que mirara hacia el futuro y no hacia atrás. Formo parte de una generación que quiere hablar de otras cosas, de historias de amor, por ejemplo, más en relación con nuestros sentimientos y experiencias que con la guerra. Se había visto, analizado, revisado y desmenuzado tanto los acontecimientos, que yo tenía la necesidad de no hablar de ellos. Por desgracia, ocho días después del final del rodaje, tuvimos que revivir unos acontecimientos dramáticos. Entonces tuve un sentimiento de culpabilidad muy fuerte: ¿qué pintaba esa película que habla de mujeres, del amor y de la amistad? Para mí, el cine debería tener una misión y ayudar a cambiar las cosas, pero ¿qué podía aportar o cambiar mi película? Estuve tentada de abandonarlo todo, pero al final me dije que CARAMEL es una forma de sobrevivir a la guerra, de superarla, de ganarla. Es mi revuelta personal y mi compromiso, así que, si tuviera que escribir esta película hoy día, la haría igual. En Líbano todo se ha convertido en un acto político, la política ha penetrado hasta en la intimidad de nuestra vida... Yo creía que me había escapado pero la realidad de la guerra me ha atrapado. En la actualidad, con las tensiones que reinan en Líbano, CARAMEL aporta un mensaje: a pesar de la oposición entre las distintas religiones, reactivadas por esta guerra, lo natural es que cohabiten y coexistan. Al menos es como pienso que habría que vivir.